viernes, 27 de marzo de 2009

ENTREVISTA - César D´angiolillo y Julieta Díaz: Norma Arrostito, la Gaby; la montonera: Memoria del horror.


Bajo la dirección general de la historiadora María Seoane, la Fundación del Centro Cultural Caras y Caretas lleva adelante el proyecto Vidas Argentinas. El mismo consiste en una serie de documentales que busca recuperar ciertos personajes que pueden resultar de gran ayuda para comprender mejor algunos rincones todavía oscuros de nuestra historia. A los ya estrenados Familia Lugones y Ramón Carrillo, el médico del pueblo, se acaba de sumar Norma Arrostito: Gaby, la montonera. Dirigida por César D´angiolillo y con la actriz Julieta Díaz en el papel principal, la película traza un perfil posible para quien fuera parte del grupo fundador de Montoneros.

La idea de un documental sobre Norma Arrostito obedece al carácter mítico que con el tiempo ha alcanzado su figura, y que es además la que mejor representa a una generación que está desaparecida u olvidada, o bien tergiversada, afirma D´angiolillo. A través de ella quizá puedan comprenderse mejor las motivaciones de su generación. Como única mujer entre los jóvenes fundadores de Montoneros, Arrostito representa también el sentido de doble liberación que tenía la lucha para la mujer a finales de los ´60: la liberación política de un país, pero además la de una forma de vida regida por el machismo, que en aquellos años era mucho más potente. Que una mujer ocupara un cargo dirigencial o tomara las armas era entonces un caso muy especial, concluye D´angiolillo. Y cuando los represores se ensañaban con las víctimas, lo hacían aun más con las mujeres y con las características del género: violando, o robando y torturando a sus hijos.

Para Julieta Diaz abordar un personaje de estas características representó un esfuerzo extra. Tuve que abocarme a leer testimonios y consulté con algunas compañeras de Norma respecto de dudas puntuales, pero sin olvidar que el personaje ha existido y su historia es real. Director y actriz coinciden en que la idea de incorporar un segmento de ficción al documental (una característica de Vidas Argentinas), apunta principalmente a reconstruir situaciones que por distintos motivos resultan de difícil abordaje histórico, como los más de cuatrocientos días que Arrostito permaneció detenida en la ESMA hasta su muerte, o su utilización por parte de sus captores como herramienta para quebrar a sus compañeros bajo tortura. Reconstrucción que a pesar de su base testimonial no deja de ser la ficción de una verdad que, según D´angiolillo, es muy difícil de transmitir.

A partir de la información que aportan protagonistas e investigadores, la mitad documental avanza sobre un eje histórico que va contextualizando la aparición de Montoneros y el papel que entre ellos jugaba la Gaby -tal el alias de Arrostito cuando el movimieto pasa a la clandestinidad. Por su lado, la ficción funciona como catalizador dramático que se encarga de entregar una visión tan íntima como subjetiva de algunos hechos puntuales. Si bien hubo que trabajar sobre la información con la que contábamos, afirma Díaz, se buscó que la parte de ficción tuviera detalles que revelaran el costado humano sin detenerse tanto en lo histórico, que está bien abordado desde lo documental. El director siente que la historia real también funcionó como límite del relato de ficción, en el sentido de que lo que se cuenta es la vida de un grupo de personas en el momento de su victimización y nos manejamos con el pudor de no herir la intimidad ni el lugar de exposición de los que todavía están presentes. La película no busca bajar línea ni dar respuestas, porque no las tenemos; pero sí viene a decirnos “cuidemos a las víctimas, sufrieron mucho”. Creyeron en una idea; tal vez confundieron los medios para defenderla (o no, no lo sé), pero no se merecían esa forma de ser destruidos. Para Díaz lo más impactante fue seguir descubriendo la inhumanidad de una época de horrores que parecen no tener fin y cuyas implicancias llegan incluso al presente: tenemos un desaparecido hoy, dice en referencia al desaparecido Julio López.

La escena final propone el cierre de un duelo: con la fachada de la ESMA de fondo -panteón de tanto muerto sin descanso -, las actrices se unen a una antigua compañera de lucha de Arrostito en un cortejo casi fúnebre que ensaya un camino de salida. Para Díaz fue justamente encontrar esa escena en el guión lo que la decidió a participar en el proyecto: un giro que trae todo aquello para fundirlo al presente. Un cierre cinematográfico que busca incluirnos a todos como sociedad, concluye D´angiolillo. Pero no para demonizar al represor (que también es humano y eso es lo terrible), sino como una herramienta de aprendizaje, una prueba de que se puede volver incluso de lo más terrible. Pero sin olvidar.


Artículo publicadooriginalmente en revista Ñ.

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