jueves, 28 de enero de 2021

CINE - "Josep", de Aurel: Animación para contar la historia

El cine animado no siempre es sinónimo de entretenimiento producido con un ojo puesto en los espectadores más chicos y el otro en aquellos que circunstancial- mente los acompañan y pagan sus entradas –o al menos así era el ritual del cine cuando las películas todavía se podían ver en una sala y había que comprar una entrada para poder hacerlo—. También hay artistas que recurren a la animación para contar historias que no pueden estar más alejadas del género infantil, aprovechando sus posibilidades plásticas y expresivas para abordar temáticas y cuestiones más cercanas a los intereses y preocupaciones de la vida adulta. A esa categoría pertenece Josep, ópera prima del dibujante francés Aurel, que narra la historia de la amistad surgida entre un gendarme francés y el artista plástico catalán Josep Bartolí.

La película está ambientada entre el final de la Guerra Civil Española y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y tiene como principal escenario al límite geográfico y político que en aquel momento separaba a España de Francia. Es ahí donde tuvo lugar el drama que vivieron los millones de españoles que trataban de escapar del horror de la dictadura franquista, quienes fueron encerrados por el gobierno francés en campos de concentración. Con ese punto de partida, Josep avanza y retrocede sobre una línea de tiempo que no solo da cuenta de la vida de Bartolí de ahí en adelante, sino que también recorre la cronología de acontecimientos históricos que le sirvieron de marco. 

Aurel construye ese relato de manera indirecta, recurriendo a la figura de un narrador que, a instancias de sus propios recuerdos, se encarga de promover y organizar el curso de las acciones dentro de la película. El encargado de cumplir con ese papel es el personaje de Serge, quien por aquel entonces era apenas un novato gendarme francés que integraba uno de los batallones que se ocupaban de custodiar el precario campamento donde se amontonaban los migrantes y exilados. Y es el propio Serge quien, ya viejo, le cuenta a su nieto los detalles de esa amistad que lo unió al dibujante catalán, cuyas ilustraciones son utilizadas en la película con criterio, en busca de aprovechar la potencia expresiva que habita en ellas.

La animación de Josep está muy lejos de parecerse al cine animado que producen los grandes estudios de Hollywood. Por el contrario, Aurel apuesta por una estética técnicamente rústica que destaca los trazos grueso del lápiz y el crayón, poniendo en evidencia el vínculo estrecho que la película mantiene con la rama más artística de historieta. La decisión resulta un acierto. No solo por la audacia de aventurarse en un territorio poco transitado por los animadores en el cine, resignando realismo pero ganando en elocuencia, sino porque además parece la apropiada para contar la historia de un dibujante. 

Ese artificio también funciona muy bien para recrear las sensaciones de horror y fragilidad que surgen de los hechos narrados. En ese punto, Josep mantiene un fuerte diálogo con el contexto actual, en el que las migraciones masivas derivadas de distintos procesos geopolíticos vuelven a ser uno de los grandes problemas, no solo en Europa sino en todo el mundo. Atroz y emotiva, la película hace equilibrio entre aquel pasado y este presente que, como si se tratara de espejos enfrentados, acaban por exponer la paradoja de una realidad que se repite una y otra vez. Pero siempre como tragedia y nunca como farsa. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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