jueves, 14 de enero de 2021

CINE - "El recolector" (The Tax Collector), de David Ayer: El festival de la simplificación

La filmografía de David Ayer -reconocido primero como guionista y luego como director- gira esencialmente alrededor de un único eje: el conflicto moral que se produce cuando la línea que separa el bien del mal se borronea. Ese tema es reconocible en su film más reciente, El recolector, ambientado en el submundo de la mafia latina de Los Ángeles. Pero ya estaba presente en el guion de Día de entrenamiento (Antoine Fuqua, 2001), que le valió su primer Oscar a Denzel Washington y le permitió a Ayer dar el salto a la dirección. Y también en la mayoría de sus trabajos como director, desde su ópera prima Harsh Times (2005), el policial En la mira (2012), la bélica Corazones de Hierro (2014) e incluso en la fallida película de superhéroes Escuadrón suicida (2016). En todas, los protagonistas enfrentan ese dilema y difícilmente salen indemnes. 

Amante de ubicar sus historias en el límite entre la ley y los bajos fondos, Ayer coloca como protagonista de El recolector a David, un hombre joven feliz y de buen pasar económico, quien encabeza una típica familia latina de California. Un perfil que enseguida es contrastado por otra secuencia en la que aparece trabajando como cobrador de la mafia, recolectando el diezmo que las diferentes pandillas deben tributar a la organización madre. Si al principio se lo veía amoroso con su esposa y sus dos hijos, acá aparece amenazante e impiadoso, siempre acompañado de su siniestro ladero Creeper, interpretado por el reaparecido Shia LeBouf. Así, desde el comienzo, esa duplicidad que signa los trabajos de Ayer se encuentra personificada literalmente en David, condenándolo de entrada a pagar las consecuencias que de ahí se derivarán de forma inevitable.

La historia sigue de manera previsible. Amo de la simplificación y los símbolos demasiado claros, incluso obvios, Ayer amontona todos clichés de mafiosos y de latinos posibles. Machismo a la mexicana, fiestas de 15, rituales satánicos, códigos de lealtad casi tribales, reggaeton: el catálogo completo. Hablando de esquematismos, el punto de quiebre tendrá lugar cuando una nueva facción venga a disputarle el liderazgo territorial a la organización a la que pertenece David, haciéndolo pasar en un par de escenas de una situación privilegiada a otra en la que puede perderlo todo. 

A partir de ahí, además de banalmente violenta, El recolector se volverá sentimental, recurso destinado a que el espectador blanco pueda empatizar con los salvajes y aceptar que también son personas. Bien administrados, tal vez con esos mismos recursos se podría haber hecho una película decente. Difícil, pero posible. Sin embargo, Ayer reduce todo a planos en los que los personajes miran dramáticamente a cámara para subrayar la potencial pérdida y meter con fórceps los consabidos tiroteos en cámara lenta, recurso que debería haberse prohibido tras el estreno de Estado de gracia (Phil Joanou, 1990). Si pueden, mejor vean esa. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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