jueves, 24 de septiembre de 2020

CINE - "El practicante", de Carlés Torras: El cine psicopático

La carrera del actor español Mario Casas se benefició por el éxito que han tenido en la pantalla de Netflix las películas en las que participó. En general son thrillers o dramas oscuros que con frecuencia optan por el efectismo y en los que a él suelen tocarle turbios protagónicos. Ocurre en títulos como El fotógrafo de Mauthausen (2018), Bajo la piel del lobo (2017) o Contratiempo (2016), a la que ahora se suma El practicante, de Carles Torras, donde vuelve a ponerse al servicio de un personaje retorcido. El film ya se encuentra entre los favoritos de la N roja a partir de una combinación de una efectiva puesta en escena, un elenco solvente y una historia cruda que no escatima en crueldad. Y Mario Casas, obvio.

La película empieza apostando al impacto y arranca con el primer plano de dos personas heridas, atrapadas dentro de un auto chocado. La cámara gira 180° sobre su propio eje para revelar que el coche está volcado y las dos víctimas, cabeza abajo. Es de noche y, tras un paneo, la mirada avanza bajo la luz anaranjada de la ruta. Aparecen más víctimas y otros vehículos que participaron del siniestro, mientras por el fondo llegan ambulancias y autobombas. Los médicos bajan a prisa y comienzan a atender a los heridos. Pero uno de ellos, Ángel, aprovecha que sus compañeros se alejan llevándose en la camilla a una mujer herida y se robar un par de anteojos que quedaron sobre el asiento del coche.

Por el clima y las características del protagonista, ese comienzo recuerda un poco a Primicia mortal (2014), gran ópera prima de Dan Gilroy en la que Jake Gyllenhaal se luce como un periodista bastante psicópata. Como aquella, El practicante utiliza a la noche como escenario y parece que la historia se desarrollará sobre una versión sórdida del mundo de las urgencias médicas. Pero enseguida se desvía hacia lo íntimo: Ángel está en pareja con una chica francesa, a quien lo une una relación tan oscura como la noche. Psicópata es también una definición que le cabe al protagonista y la película recurre a todos los subrayados imaginables para que eso quede claro. El tipo las tiene todas: celoso, manipulador, posesivo y lo suficientemente violento como para incomodar, pero no tanto como para que eso no pueda esconderse atrás de un beso. De ángel no tiene nada.

El practicante escala de ahí hacia situaciones que el cine español ya abordó hace tres décadas de la mano de Pedro Almodóvar, en uno de sus trabajos más emblemáticos, aunque esta vez con toneladas de morbo y nada de humor. La película no se conforma con que Ángel sea detestable por naturaleza, sino que se encarga de golpearlo (y varias veces) para volverlo aún peor. Eso no justifica su conducta, claro, pero sí revela que El practicante es en realidad tan cruel, manipuladora y psicópata como su protagonista. El final funciona como prueba irrefutable de ello. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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