sábado, 8 de agosto de 2020

CINE - Covid-19 y la crisis del sector audiovisual: La pandemia del cine

La crisis desatada por la pandemia de Covid-19 resultó un mazazo para una industria como la audiovisual, que ya venía golpeada por cuatro años en los que la política económica estuvo más preocupada por favorecer al mundo de las finanzas que por prestar atención a los sectores productivos. La combinación de ambas realidades, alineadas en orden cronológico, sumió a la actividad en una parálisis casi total en todas sus áreas, de lo artístico a lo comercial, pasando por las distintas instancias que involucran la producción de cine y televisión. Hoy en la Argentina no se están rodando ni series ni películas en ninguno de sus formatos o géneros.

Este panorama replica lo que ocurre a escala global. Hasta los grandes estudios de Hollywood, dueños de la porción más grande del mercado audiovisual, suspendieron sus actividades de forma total. El avance de la pandemia obligó a poner en pausa los rodajes de tanques como Avatar, The Batman o Misión Imposible 7 y las nuevas entregas de las sagas Jurassic World y Matrix. Idéntica situación se vivió en el terreno de la exhibición, ya que casi no existen países en los que las salas de cine hayan permanecido abiertas y los títulos que debían disputarse la taquilla 2020 permanecen sin fecha de estreno confirmada. En esa situación están la última de James Bond, Rápido y Furioso 9 o las nuevas películas de Mujer Maravilla, Cazafantasmas y Top Gun.

Recién a mediados de junio el Departamento de Salud de California estableció un protocolo para rodajes mientras dure la crisis sanitaria. Incluye, entre otras cosas, el uso obligatorio de tapabocas, la reducción al mínimo de los equipos de trabajo y controles permanentes de temperatura a los empleados. No será sencillo volver a filmar en estas condiciones y para poder ver películas en una sala de cine parece faltar una eternidad (aunque en algunos países ya se comenzaron a probar variantes).

EN LA ARGENTINA

En el terreno local, el triunfo de Alberto Fernández en octubre de 2019 le había devuelto algo de esperanza al sector audiovisual, uno de los que más resistencia opuso al gobierno de Mauricio Macri. Es que la gestión anterior mantuvo una relación tirante con las industrias culturales y puso un especial interés en manejar la caja del Instituto del Cine (Incaa), que llegó a 2020 con un gran déficit de presupuesto. Su nuevo presidente, el cineasta Luis Puenzo, no tuvo tiempo ni para terminar de estudiar cuál era la situación en el organismo que ya la pandemia lo obligó a manejarse en una realidad inédita, que derivó en la cancelación de todas las actividades a partir de la tercera semana de marzo o la suspensión de actividades masivas, como la edición 2020 del Festival Internacional de Cine independiente de Buenos Aires (BAFICI).

Con los rodajes suspendidos, los estrenos cancelados y las salas cerradas, las distintas organizaciones que nuclean a la comunidad audiovisual (directores, técnicos, actores y productores) le reclamaron al Incaa medidas paliativas, tendientes a amortiguar el impacto del duro panorama que ya se avizoraba al comienzo de la cuarentena. La primera reacción de su presidente fue la de desairar un pedido realizado por las diferentes cámaras de exhibidores, que nuclean a las empresas extranjeras dueñas de los grandes complejos multisala instalados en los centros comerciales. Estas le reclamaban al Instituto una serie de exenciones y subsidios que les permitieran paliar las pérdidas causadas por la suspensión de actividades masivas. Puenzo rechazó esas pretensiones, y les recordó que se trata de “empresas que rinden sus utilidades a corporaciones extranjeras, que suelen considerar a las regulaciones culturales como una interferencia en sus negocios”, pero que ahora “reclaman que el Estado les subsidie el alquiler en los shoppings”.

En cambio, el Incaa fue más receptivo con los eslabones locales de la cadena de producción, estableciendo una serie de políticas (exenciones, subsidios, postergación de cobros o adelanto de pagos) con las que se buscó colaborar con la economía de los perjudicados. Incluso se avanzó en el mal llamado “Impuesto Netflix”, para que las plataformas de streaming comiencen a aportar al Fondo de Fomento un porcentaje de lo que producen en el país. Lejos de ser una medida oportunista, esa alícuota sería similar a la que ya pagan las salas de cine o los canales de televisión por exhibir contenido audiovisual. Lo que se busca no es otra cosa que adecuar al mercado actual lo establecido por la Ley del Cine en 1994.

LA ERA STREAMING


Estas plataformas han sido las grandes ganadoras en tiempos de Covid-19: con la gente obligada a permanecer en casa, el consumo de sus contenidos se volvió la actividad excluyente para llenar los huecos del ocio. El caso de Netflix es paradigmático: la compañía anunció en abril que había duplicado la cantidad de nuevos suscriptores prevista para el primer trimestre de 2020, sumando 16 millones de clientes. La situación es similar en otras empresas del rubro. Para esa misma época Cinear Play, la plataforma de contenidos del Incaa, también informó que había duplicado su cantidad de suscriptores (50 mil incorporaciones). Otras plataformas, como Qubit, Mubi, Prime Video, Apple+, Google Play, YouTube o Movistar+, también se vieron beneficiadas por el cierre de las salas de cine y el confinamiento general.

En el terreno de la producción hubo apenas un puñado de iniciativas realizadas sobre todo gracias al impulso personal de los artistas involucrados. Se trata de creaciones corales, integradas por cortos dirigidos por distintos cineastas y realizados bajo las condiciones que impuso la pandemia. En el marco internacional se puede mencionar la antología Hecho en casa, producida para Netflix por el chileno Pablo Larraín, de la que participaron 17 directores de todo el mundo, entre los que se destacan Naomi Kawase, Sebastián Lelio, Nadine Labaki, Ladj Ly y Paolo Sorrentino.

En la Argentina se estrenaron al menos dos películas con este formato. La primera de ellas fue Las fronteras del cuerpo, integrada por quince microrrelatos filmados desde el encierro en diferentes partes del país, por directores como Nicolás Alonso, Andrés Habbeger, Silvia Di Florio, Nicolás Herzog, Paulo Pécora, Mariana Russo y Melina Terribili, entre otros. La última, titulada Murciélagos, contó con el apoyo de Amnistía Internacional y la participación de ocho cineastas (Paula Hernández, Hernán Gerschuny, Baltazar Tokman, Tamae Garateguy, Daniel Rosenfeld, Connie Martín, Azul Lombardía, más la dupla Diego Fried/Martin Neuburger) y un elenco que incluyó a Oscar Martínez, Luis Ziembrowski, Carlos Belloso y Moro Anghileri, entre otros.

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