lunes, 9 de septiembre de 2019

CINE - "Los payasos", de Lucas Bucci y Tomás Sposato: Un molde real para la ficción

El debut en la dirección de Lucas Bucci y Tomás Sposato recorre el camino de la hibridación entre lo real y lo ficticio. O entre ficción y documental, para decirlo en términos cinematográficos. Su película Los payasos juega con las formas y el contenido, para contar una historia que a través de los recursos del documental narra una ficción cuyo límite es difícil de trazar. Tal dificultad comienza con sus tres protagonistas, en cuyas figuras se funden el personaje con el actor, de tal forma que la frontera entre uno y otro se esfuma.
Lucas es un director que ha filmado un corto titulado igual que la película, en el que ha depositado muchas esperanzas. Pero tras enviarlo a todos los festivales del mundo solo es aceptado por uno: el festival Short Cup de Florianópolis. La modesta conquista se convierte para Lucas en una epopeya. Secundado por uno de los actores del corto, Jerónimo, y su camarógrafo Expo, Lucas decide viajar a Brasil para acompañar a su obra. Pero no solo eso: además llevarán el equipo necesario para filmar todo lo que ocurra mientras estén allá, para luego hacer un documental sobre la experiencia. El resultado de ese extraño proyecto es lo que ahora verá el público.
A pesar de que construyen su película sobre esa región imprecisa, la mencionada fusión nunca deviene confusión, sino que los directores logran mantener al espectador en un estado de duda constante. Al contrario de la confusión, que provoca incomodidad y expulsa, la duda genera curiosidad, la necesidad de descubrir alguna certeza que la resuelva. Ese punto de partida, filmar un largometraje para contar el desempeño de un corto en un pequeño festival, ya resulta lo suficientemente absurdo y desmedido como para despertar interés. Bucci y Sposato administran esa tensión con habilidad.
Los personajes calzan además dentro de algunos estereotipos que potencian el juego de cine dentro del cine y al mismo tiempo filian al relato dentro de la comedia. Por un lado el director inseguro, más voluntarioso que lúcido, que apuesta todo a su proyecto. Por el otro, la personalidad expansiva y el carácter megalómano del actor como contrapeso para establecer el balance de las fuerzas en escena. A ellos se suma el camarógrafo, cuya presencia se mantiene fuera de campo el 90% de la película, quien por lo general maneja un registro neutro, pero que se las arregla para dejar en claro que su lugar es fundamental para hacer funcionar la maquinaria del cine.
Uno de los recursos más utilizados durante la primera mitad de Los payasos es la superposición de códigos futbolísticos sobre el ámbito del cine. El juego se desrrolla sobre esa excursión de tres argentinos en Brasil; en el formato del festival al que asisten, en donde las películas seleccionadas se dividen en grupos y los ganadores de cada uno se enfrentan en una rueda final; y sobre todo en esa fuerza competitiva que forma parte de cierta identidad argentina. Arengas y estrategias para ganar la competencia, cantitos de aliento y un desproporcionado exitismo son los ingredientes que los directores mezclarán para contar lo que finalmente será la cronología de un fracaso.
El corto queda eliminado en la ronda de grupos y justo a mitad de su recorrido Los payasos se queda sin conflicto. En ese punto la película se pone metadiscursiva, pero sin perder su máscara de ligereza. Será el propio Jerónimo quien observará con acierto que se han convertido en personajes atrapados dentro de una película que dejó de tener sentido, para perderse dentro de un repentino loop de nada. Los payasos consigue colar este tipo de reflexiones sin apelar a grandes gestos y siempre con buen manejo del humor, haciendo que la película trascienda incluso sus propias debilidades. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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