El 33° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata ingresa en la curva final de su recorrido y con ella las competencias oficiales van presentando a sus últimos participantes. La jornada de ayer comenzó con la directora artística del festival, Cecilia Barrionuevo, recordando que exactamente hace un año ocurría la tragedia del submarino ARA San Juan, con la desaparición de sus 44 tripulantes, que tuvo al puerto de esta ciudad como epicentro de un drama que aún sigue sin cerrarse. A los mismos efectos se incluyó al comienzo de cada proyección un sencillo y breve corto alusivo, en el cual la voz en off de la actriz Graciela Borges extendió ese acto de memoria a cada una de las funciones que tuvieron lugar el miércoles.
La película encargada de abrir el día fue la reciente ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, Entre dos aguas, del director español Isaki Lacuesta. La misma retoma, doce años después, la historia de los hermanitos José e Israel que el cineasta gironés había contado en su película La leyenda del tiempo (2006). Como bien aclaró Barrionuevo en sus palabras previas, para poder ver y entender lo que pasa en esta no hace falta haber visto aquella: el relato que Lacuesta hace en Entre dos aguas es lo suficientemente claro y potente como para valerse por sí mismo. Aún así el montaje intercala algunas secuencias breves que remiten a La leyenda del tiempo y que se encargan de aportar información útil para ampliar el contexto.
Entre dos aguas tiene lugar en territorio andaluz y su título remite a la pieza musical homónima, una de las más populares de la obra del maestro de la guitarra flamenca Paco De Lucía. Visto desde la Argentina toda esa descripción permite darle forma a un universo romántico de cantaores y gitanos, sin embargo Lacuesta narra una historia que retrata a la Andalucía real, el sur pobre y despreciado de España, y desde la primera secuencia deja muy clara esa decisión. En ella se muestra el parto de una de las hijas de Israel, el menor de los hermanos Gómez Romero, quien ya no es el chico de rulos que atravesaba el duelo de la traumática muerte de su padre en la película anterior, sino un hombre de casi 30 años. Una vez terminado el parto, Israel sale del quirófano, donde lo esperan dos oficiales de policía que lo esposan y se lo llevan de regreso a la cárcel, donde purga una condena que lo tendrá tras las rejas algunos años. El director le imprime a la escena del parto una atmósfera tensa y un suspenso con vuelta de tuerca final que casi la convierten en una breve pieza con una unidad y sentido propio. Al mismo tiempo se encarga de marcar dónde se encuentra la línea divisoria que separa las dos aguas entre las que se debate la película.
Apenas pasado el mediodía fue el turno de la primera de las películas argentinas de la Competencia Internacional. Se trata de Vendrán lluvias suaves, nuevo trabajo de Iván Fund, director de La risa (2009), Hoy no tuve miedo (2011) o A/B (2013), en el cual se permite utilizar algunos recursos propios de cierto cine de género, un movimiento que resulta curioso en el contexto de su filmografía. El catálogo se encarga de explicitar esa conexión, mencionando el aire de familia que la película de Fund tiene con clásicos como Los Goonies (Richard Donner, 1985), o sus relecturas modernas como Súper 8 (J.J. Abrahams, 2011) o la serie Stranger Things (Duffer Brothers, 2016/2017). Es decir, una cruza entre el género fantástico, las coming of age y las películas de aventuras protagonizadas por una pandilla de (pre)adolescentes.
Es cierto que todos esos elementos están presentes en la película, pero filtrados por la personal mirada cinematográfica de Fund. Si hubiera que imaginar una fórmula que permitiera definirla de forma rápida y esquemática, podría decirse que Vendrán lluvias suaves es “Spielberg Meets Nuevo Cine Argentino”. Claro que como el director es Fund, el plano de la fórmula se inclina para el lado del NCA y la cuestión de género queda apenas reducida a un marco de referencia y a una ingeniosa secuencia final, donde lo fantástico se estira incluso un poco más para llegar a rozar la ciencia ficción (y a Spielberg). La historia transcurre en una pequeña ciudad de provincia rodeada de campo en donde, luego de un gran apagón nocturno producido por un extraño fenómeno celeste, todos los adultos caen en una profunda fase de sueño continuo. Cuando los niños y adolescentes se despiertan y se encuentran solos, comienzan a agruparse para enfrentarse en compañía a la novedad de un mundo sin grandes.
Aunque parecen abordar temas muy distantes entre sí, las películas de Fund y Lacuesta tienen algunos puntos comunes. Porque aunque ya son adultos, los protagonistas de Entre dos aguas (y sobre todo Israel, el menor) no han dejado de ser de algún modo dos chicos solos que un día despertaron y encontraron que sus padres ya no estaban ahí para protegerlos de la hostilidad del mundo real. Lacuesta hace avanzar el relato con maestría, consiguiendo que el derrotero emotivo de sus criaturas se convierta también en un recorrido que atraviesa la sensibilidad de los espectadores. Una ficción en carne viva enmascarada por un registro que remite con fuerza a la mirada documental. En ese sentido Vendrán lluvias suaves se encuentra en las antípodas. Si bien la extraordinaria fotografía de Fund vuelve a ofrecer una imagen luminosa y prístina del mundo, el tono deliberadamente artificial de la narración (que remite al de ciertos cuentos infantiles), no consigue transmitir de forma contundente la vitalidad de la aventura. Aunque prolija y eficiente desde lo cinematográfico, Vendrán lluvias suaves se queda paradójicamente afuera del mundo de los chicos, como si no hubiera podido desembarazarse de la carga de la mirada ajena de los adultos.
La Competencia Latinoamericana también presentó a uno de los créditos locales, Introduzione all’oscuro, cuarto trabajo de Gastón Solnicki, una vez más titulado en una lengua extranjera, y que esta vez también es hablada en varios idiomas, entre los que no se encuentra el español. Como hiciera con su propia familia en Papirosen (2011), Introduzione all’oscuro es otro retrato íntimo que el director realiza de alguien a quien conoce (o conoció) muy bien. Se trata de una suerte de elegía cinética a la figura de Hans Hurch, director artístico de la Viennale durante 20 años, fallecido en 2017 a los 64 años, con quien el cineasta argentino mantuvo una amistad intensa y fluida a pesar de la distancia. Solnicki hace gala una vez más de su extraordinaria mirada, que se traduce en planos (fijos o móviles) construidos con meticulosidad obsesiva, y que él utiliza para intentar reconstruir a su amigo a partir de los fragmentos de su propia memoria. La película recorre la ciudad de Viena como si buscara toparse con el fantasma de Hurch al doblar una esquina o al subir a uno de los vagones del tranvía de la ciudad. Con delicadeza Solnicki se propone recuperar a su amigo a partir de platos y cajitas, del trazo de su bolígrafo o de las postales que este le enviaba. Y sabiendo que se trata de una tarea imposible, se permite fracasar hermosamente.
Artículo originalmente publicado en la sección Espectáculos de Página/12.
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