Así como los últimos días de diciembre resultan, dentro del mundo del periodismo, un territorio pródigo en arqueos y balances, del mismo modo el año que comienza representa el momento ideal para trazar previsiones e informes que detallen qué es lo que puede esperarse de los doce meses por venir. Si se habla del mundo del cine, hablamos de la temporada de listas. Listas de los favoritos para quedarse con algunas de las nominaciones a los grandes premios de las asociaciones estadounidenses, como los Oscars de la Academia o los Globos de Oro que entrega la Asociación de la Prensa Extranjera en Hollywood; las de los tanques súper pochocleros del año, candidatas a romper las boleterías de todo el mundo; las de posibles elegidas para integrar las competencias de los grandes festivales como Berlín –que empieza ahora en febrero— o Cannes –que tiene lugar en los primeros días de mayo—. En el ámbito local ocurre más o menos lo mismo y de a poco empieza a perfilarse un conjunto de películas que aspiran a convertirse en el éxito de la temporada, ocupando el lugar que le cupo a Relatos salvajes de Damián Szifrón en la temporada 2014, o a El clan de Pablo Trapero en el 2015 que acaba de cerrarse. Pero no son esas las únicas listas posibles.
Durante el mes pasado tuvo lugar el estreno de Kryptonita, cuarto largometraje del director Nicanor Loreti basado en la exitosa novela homónima del escritor Leonardo Oyola. La novela y la película cuentan la historia de una banda de delincuentes del conurbano con ciertas similitudes con algunos de los superhéroes que forman parte de la famosa Liga de la Justicia, que integran, entre otros, Superman, Batman, Mujer Maravilla, Flash y otras estrellas del universo de la historieta global. Con un registro que mixtura la estética del cómic, el espíritu del pulp, algunas pizcas de pop y mucho de cine clase B con altas dosis de un realismo sucio y barrial, la versión cinematográfica de Kryptonita resultó un pequeño éxito de crítica y público, que reunió hasta ahora (todavía está en cartel) nada menos que a cien mil espectadores. El caso pone de relevancia la potencialidad del cruce entre cine y literatura, potencialidad que comienza en la riqueza del encuentro entre géneros, pero que también puede traducirse en la posibilidad del éxito comercial. Y no se trata de un ejemplo aislado. Se pueden sumar el caso de El secreto de sus ojos, dirigida por Juan José Campanella sobre novela de Eduardo Sacheri, o los de Betibú y Las viudas de los jueves, dirigidas por Miguel Cohan y Marcelo Piñeyro, ambas basadas en los exitosos libros de Claudia Piñeiro, por mencionar apenas los más visibles. Ante estos antecedentes, no está mal, desde esta sección de Cultura, proponer un breve repaso por las películas basadas en obras literarias que tienen su estreno previsto para la temporada que comienza.
Sin dudas la más resonante de las películas basadas en obras literarias y también una de las más esperadas de 2016 es Zama, opus cuatro de la talentosa Lucrecia Martel, en la que adapta la novela homónima de Antonio Di Benedetto, uno de esos raros libros dentro de la literatura argentina a los que puede considerarse, traspolando una categoría que es propia del mundo del cine, como de culto. Ambientado en el Paraguay del siglo XVIII, el libro cuenta la historia de don Diego de Zama, funcionario de la corona española que permanece atado a una espera en la que el tiempo va diluyéndose entre los vericuetos de una estructura imperial que parece haberlo olvidado allá, en el último rincón del mundo. Reiteradamente comparada con la literatura kafkiana, la novela del gran escritor mendocino representa un escenario que es asimilable a las escenas y los escenarios que suelen dar forma a las películas de la directora salteña. Zama también representa para Martel el saldo de una cuenta pendiente, ya que no han sido pocas las veces en que manifestó sus deseos de filmar una película de época. Alguna vez llegó a contarle a este cronista su fascinación por la historia de la Zanja de Alsina, a la que consideró sumamente cinematográfica. El año pasado una referencia a ese acontecimiento histórico apareció de manera tangencial en Jauja, último film del también argentino Lisandro Alonso (con guión del escritor Fabián Casas), cuyo cine tiene muchos puntos de contacto con el de Martel. Nuevamente con producción de El Deseo, la empresa de los hermanos Pedro y Agustín Almodovar (que ya había producido La mujer sin cabeza, film anterior de Martel, estrenado en 2008), Zama aún no tiene fecha de estreno, pero es muy probable que termine integrando la grilla de alguna de las competencias más destacadas del ya mencionado festival de Cannes, el más prestigioso del mundo. Se aceptan apuestas al respecto.
El caso de Zama y Martel remite de inmediato al de la novela El limonero real de Juan José Saer, filmada por el director Gustavo Fontán pero que aún se encuentra entre los procesos de post producción. Si ese limbo de tiempo y espacio que representa Zama parece haber sido concebido para que Martel algún día lo filmara, lo mismo ocurre con El limonero real y Fontán. Con el paisaje litoraleño de las islas del Paraná como escenario, la novela de Saer parece compuesta de postales fantasmales de la vida en el delta profundo, en las que el realismo se va diluyendo en un sutil tono fantástico, sin que nunca llegue a percibirse con claridad el límite entre un territorio y otro. No es la primera película de Fontán a la que le cabe una descripción similar. Luego de su trilogía de La Casa, serie basada en tres relatos que tienen como eje su propia casa familiar en el barrio de Banfield, El limonero real viene a clausurar otro tríptico, cuyo eje está puesto en esa visión extrañada de la vida rivereña. Si en La orilla que se abisma Fontán conseguía traducir al lenguaje cinematográfico puro la poesía del entrerriano Juan L. Ortiz, y en El rostro jugaba con un relato de fantasmas a orillas del río, El limonero real representa el desafío de llevar hasta el confín de sus posibilidades esa estética fluvial y popular, construida de luces y tiempo, que hasta acá manejó con tanta eficacia. Con las actuaciones de Germán Da Silva, Patricia Sánchez, Eva Bianco y el también cineasta Rosendo Ruiz, El limonero real tiene previsto su estreno para el mes de mayo.
Pozo de aire es el nuevo trabajo de Milagros Mumenthaler después de su debut con la recordada Abrir puertas y ventanas (2011), y el proyecto representa el reto de traspasar al cine uno de esos libros a los que, no sin motivos, es posible considerar como “infilmables”. La película está basada en la obra homónima de Guadalupe Gaona, un volumen que reúne poesía y fotografía para narrar a través de la yuxtaposición de ambos géneros la historia de su vínculo con los paisajes del sur, con su infancia, con su propia familia y, sobre todo –aunque el asunto nunca ocupe el centro geográfico del relato— con el destino de su padre, desaparecido durante la última dictadura militar cuando la autora era todavía una nena. Para poder contarlo, Mumenthaler opta por salirse del libro, para poner como protagonista a la joven escritora (un alter ego de Gaona) en el momento en que, empujada por las complejas circunstancias emotivas de su presente, decide comenzar a construir ese libro que tendrá como eje sensible la única foto que conserva de ella misma, aún niña, junto a su padre poco antes de su desaparición. Un relato sobre la memoria, en donde los recuerdo (su parcialidad, su fijación en momentos aparentemente banales) se convierten en una herramienta poderosa para entender el día de hoy. Se espera que Pozo de aire esté terminada entre los meses de marzo y abril.
Siempre recibidas con fervor por parte de la crítica especializada, las personales adaptaciones de comedias shakespearianas realizadas por Matías Piñeiro ya se han convertido en un ritual clásico del cine independiente de cada año, que tampoco faltará en la temporada que acaba de iniciar. Si en sus tres películas anteriores –Rosalinda (2011); Viola (2012); y La princesa de Francia (2014)— Piñeiro había trabajado sobre Como les guste, Noche de Reyes y Trabajos de amor en vano, tres de las creaciones de William Shakespeare en el terreno de la comedia, en Hermia & Helena el director argentino radicado en Nueva York se mete con Sueño de una noche de verano, verdadero clásico dentro del ala “ligera” de la obra del padre de las letras inglesas. Aunque se trata de su primera película filmada fuera de la Argentina (se rodó en los Estados Unidos), esta vez Piñeiro vuelve a contar con la contribución de Agustina Muñoz, quien ya participó de sus tres “shakepeareadas” previas junto a un grupo de actores a los que ya casi se puede considerar su elenco estable, como Romina Paula, María Villar, Elena Carricajo, Gabriela Saidón y otros. Hermia & Helena aún no tiene fecha de estreno, pero es probable que participe de alguna de las competencias del Bafici.
Ayer se estrenó en todo el país Resurrección, film de terror gótico de Gonzalo Calzada, en coincidencia con el lanzamiento de la novela en que se basa la película, firmada también por el director. También se estrenarán este año Operación México-Un pacto de amor, de Leonardo Bechini, basada en Tucho, La “Operación México” o lo irrevocable de la pasión, cuya autoría corresponde al ex canciller Rafael Bielsa, y Solar, de Manuel Abramovich, documental sobre la historia detrás del extraño libro Vengo del sol, que Flavio Cabobianco publicó en 1991 a la edad de 10 años, en cuyas páginas “filosofaba sobre la naturaleza de Dios y los distintos Universos”.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.
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