sábado, 4 de julio de 2015

CINE - Entrevista con Silvia Di Florio y Gustavo Cataldi, directores de "Anconetani": Tras la mágia de un personaje

Inesperadamente vasto, el documental Anconetani, en el que Silvia Di Florio y Gustavo Cataldi intentan hacer un retrato de la familia de fabricantes de acordeones cuyo apellido da nombre a la película, consigue trascender lo biográfico e incluso lo meramente documental, para presentar una historia que puede ser leída como una narración cinematográfica en la que relatos bien diversos se encargan de engrosar y superar el nudo central de lo que en principio quería ser narrado. La película toma como marco de referencia a la casa que la familia Anconetani ocupa desde su radicación en la Argentina en 1918, en cuyo piso superior se encuentra el taller/fábrica en el que desde 1948 los integrantes de este verdadero linaje de luthiers se dedica a la creación de acordeones. Objetos que han alcanzado un carácter mítico, llegando a generar devoción entre los músicos que los utilizan. Pero los directores parecen haberse encontrado con un sorpresivo obstáculo para contar su historia: Nazareno Anconetani, el único de los cinco hijos de don Giovanni (fundador de este longevo emprendimiento) que aún se encontraba con vida cuando el rodaje se llevó a cabo.
Más allá de su rol de patriarca, la figura de Nazareno representa una digresión en sí misma, al punto de que la película termina partida en varias líneas narrativas, de las cuales la más importante se ocupa de él. Di Florio y Cataldi comienzan a seguirlo casi con obsesión, como si sus rutinas fueran causa de un embrujo que los obliga registrar su trabajo, sus costumbres, sus anécdotas. Al terminar la película, hasta el último espectador quedará convencido de que no había forma de contar esta saga familiar, arquetípico relato de inmigrantes italianos, que no fuera en torno a Nazareno. “Durante el rodaje de mi película anterior, el documental Raul Barboza, El sentimiento de abrazar, supe que había un lugar donde se habían fabricado los primeros acordeones de Barboza”, cuenta Di Florio. “Así conocí a Nazareno, un ser entrañable que transmitía con amor y alegría las historias que atesoraba”, completa. “Cuando ella me habló de los Anconetani me dijo uno de ellos estaba vivo y que era un personaje increíble”, confirma Cataldi; “lo que nunca imaginé es que me iba a enamorar tan rápido”. Enseguida admite que enloqueció desde el momento que entró al negocio, “y todavía no había conocido a Nazareno”. Di Florio dice que el taller de Nazareno es “un lugar increíble que te transporta en el tiempo a los años ‘30 o ‘40” y que enseguida sintió que “ahí había algo para contar”.  

-¿Eran consientes del carácter múltiple de la historia que querían contar?  
SDF-La verdad que nos dejamos llevar por lo que sentimos. Arrancamos con una historia que tenía más que ver con la casa y la fábrica, pero enseguida Nazareno comenzó a tomar protagonismo. 
GC-Sabíamos que estábamos ante una variedad de temas dentro de la misma historia, el asunto es que a medida que avanzábamos, nos íbamos dando cuenta que Nazareno tenía una manera de contar que nos terminó cautivando. 
SDF-El era “el duende” del lugar, siempre tenía algo nuevo para contar o para mostrarnos. El día que lo encontramos grabando en un grabador a cassette sus reflexiones sobre la vida, la historia o las noticias del día, percibimos que ahí había algo que nos cautivaba y contagiaba algo casi mágico. 
GC-Al principio respetamos nuestro plan, pero cuando nos sentábamos a ver el material sentíamos que las sensaciones que estábamos viviendo durante el rodaje no aparecían. Ahí tomamos la decisión de dejar que fuera Nazareno el que nos guíe, por la sencilla razón de que era la parte viva de la historia.  
-Pero eso termina produciendo que otros integrantes del clan familiar queden un poco desdibujados, como los cuatro hermanos de Nazareno.  
SDF-Sentíamos que él era capaz de sostener la película y no fue necesario profundizar en otras historias. 
GC-La decisión de que Nazareno sea el eje de la historia nos marcó un estilo narrativo relacionado directamente a lo observacional. Necesitábamos ser fieles a lo que nosotros vivíamos estando con él, 
SDF-Creo que cuando vas encontrando la historia que querés contar, tenés que elegir y renunciar a contar cosas o a dar información que no es necesaria, o que lo que puede hacer es sacarte del eje de lo que estás contando. Los hermanos de Nazareno fueron muy importantes en la historia de la fábrica y de la familia, sin embargo, darles protagonismo en este documental, hubiera significado hacer otra película.  
-La película consigue convencer de que se está ante un hombre extraordinario. ¿Cómo fue convivir con él y su familia?  
GC-Haberlos conocido fue un bálsamo. Fue volver a la época de mis abuelos, donde se juntaban a festejar con música y tarantelas en mesas enormes, y mi viejo tocando la pandereta. Todo eso lo revivíamos durante la cena familiar que hacían todos los miércoles: Naza armaba su batería, se sentaba a tocar y se iban sumando familia, amigos. ¡Se armaban cada fiestones! 
SDF-Compartir ese rodaje con Nazareno fue reaprender el valor de la palabra, el sentido de la alegría, el amor por la música y la dedicación al trabajo. Encontrar a este duende de 90 años levantándose todos los días a las 6 de la mañana para estar a las 7 en el taller, siempre con una sonrisa, un gesto cariñoso y con buenas historias para compartir con los visitantes, era lo mejor que te podía pasar. 
GC-Hubo una anécdota que nos hizo descubrir al verdadero personaje. Cada vez que programábamos ir a filmar, sus sobrinas Cocky, Susy y Elvira, hermosas personas, lo vestían de punta en blanco y él aparecía peinado, una pinturita. Hasta que un día fuimos sin avisar y lo encontramos en camiseta, gorro de lana y unos pantalones que para que no se le caigan los tenía que agarrar con una soga: un autentico inmigrante italiano. Con Silvia dijimos: este es el Naza auténtico. A partir de ahí nunca más avisamos cuando íbamos a filmar.
-¿Qué es lo mejor que les ha dejado filmar Anconetani y qué sienten que han dejado en el camino? SDF-Una película para mí siempre es un enorme aprendizaje. En este caso es un documental que tiene que ver con las raíces, la identidad y los valores. Tratamos de resignificar valores que siento que poco a poco se van extinguiendo y lo que me queda después del contacto profundo con Italia, mis raíces y mi propia identidad, es un rastro, una huella que se dibujó durante el rodaje y me seguirá grabada para siempre. 
GC-Por un lado haber conocido a una valiosísima persona como Nazareno, y a una familia hermosa que nos abrió su casa para poder vivir esas fiestas tanas que tanto me marcaron de chico. También siento que al hacer la película dejamos un respetuoso y sentido registro de una familia de inmigrantes que resignifican los valores de la vida en cada uno de sus actos. Eso no te lo quita nadie. 

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo

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