lunes, 17 de febrero de 2014

CINE - "El almanaque", de José Pedro Charlo: La clave de la memoria

12 años de dictadura; celdas de dos y medio por tres y medio metros; 23 horas diarias de encierro; 1 hora de visita cada 15 días; 2872 presos políticos. Números, estadísticas, hechos objetivos. La materia de la que se compone la historia del Penal de Libertad, símbolo de la última dictadura militar que gobernó el Uruguay. Así, construido con cifras sueltas, el relato no dista mucho de la indiferencia que transmiten los asientos contables de un libro de balance, una forma fría de narrar la historia. Aunque hay otras. “La memoria borra más acontecimientos de los que uno imagina. Para reconstruirlos hay que utilizar todos los recursos posibles.” La afirmación pertenece a José Pedro Charlo, cineasta uruguayo y director del documental El almanaque, estrenado hace diez días en Buenos Aires y todavía en cartel. Él propone una forma diferente de contar la misma historia, distinta de la mera enumeración del que repite como un loro. “¿Pero cómo comunicar el olvido, cómo comunicar esa memoria?”, se interroga a sí mismo el artista plástico Elbio Ferrario, ya avanzada la película. De responder esa pregunta se trata El almanaque y, como propone el propio Ferrario, lo hace a partir del arte, “un instrumento formidable”. Gracias a su arte, el cine, Charlo consigue desenredar un poco la madeja de la memoria y gran parte del mérito corresponde a Jorge Tiscornia, protagonista del documental. 
Tiscornia y Charlo son algunos de esos 2872 presos políticos que pasaron por el Penal de Libertad, cuyo paradójico nombre no hace más que acrecentar lo que ahí ocurrió. Pero a pesar de los muchos años que compartieron ese espacio –8 años en el caso del director; más de 12 el protagonista –, ellos no se conocieron sino hasta casi dos décadas después de recuperar su libertad. Aunque, sin saberlo, Charlo guardaba en su memoria el sonido que producían los pasos de Tiscornia al caminar por las galerías del ala de máxima seguridad del penal (donde convivió con el hoy presidente del Uruguay, José Mujica). Es que durante la docena de años que permaneció en cautiverio, Tiscornia utilizo para andar unos zuecos de madera hechos a mano por él mismo, pero que eran mucho más que un simple calzado. Dentro de ellos escondía lo único que daba sentido a esa vida de encierro a la que se hallaba condenado. 
Cuadro intermedio de los Tupamaros, agrupación armada que resistió durante los años del régimen, Tiscornia es responsable de haber llevado un diario que refleja con asombroso detalle todos los acontecimientos cotidianos ocurridos durante los 4.646 días que permaneció en el Penal. Una tarea clandestina que cumplió y defendió como si de su vida se tratara. Realizado a mano en minúsculos trozos de papel, Tiscornia utilizaba un complejo código de marcas y símbolos para registrar ahí lo que ocurría a diario. Todos los acontecimientos y actividades constan en esa extraña forma de relato que representa el almanaque. Partidos de fútbol, interrogatorios y torturas, días de atención médica, los cambios en la rutina carcelaria. La muerte de los compañeros. Todo está ahí, como un testimonio vivo del pasado que Tiscornia escondió durante 12 años dentro de esos zuecos de apariencia inocente que él mismo fabricaba en la carpintería del Penal.
“El desafío de ocultar algo me mantenía alerta para no quedarme en una situación en donde la propia característica de la cárcel me fuera carcomiendo.” El almanaque fue para Tiscornia “una manera de resistir a lo que pasaba”, la única forma de hacer frente al camino que el destino le imponía, y también de mantener la cordura. De seguir con vida. El relato de cómo hizo para que sus almanaques sobrevivieran a las constantes requisas, al endurecimiento de la seguridad dentro del Penal de Libertad, es también el de su propia supervivencia. Pero además un documento histórico valiosísimo y, por qué no, una obra de arte que “está entre la escritura y la plástica”, como afirma Ferrario de manera oportuna. 
“El almanaque es una cosa viva que va creciendo y se va modificando con lo que va pasando. No es una cosa estática”, dice Tiscornia sobre el final. “Las cosas se van incorporando a él en la medida en que la vida las va dejando pasar y te impactan. Es una línea recta que se va formando por curvas pequeñas: en plazos cortos puede haber variaciones enormes, pero si la miras a largo plazo forma sólo una línea” concluye el protagonista, quien con esas palabras no sólo cierra el documental de Charlo delicadamente sobre si mismo, sino que da una de las más bellas y perfectas definiciones de lo qué la historia es y representa.//// El almanaque, de José Pedro Charlo, puede verse en el cine Gaumont, Espacio INCAA Km.0, av. Rivadavia 1635, todos los días a las 14 y a las 20:15.

 Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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