domingo, 13 de octubre de 2013

CINE - "Buscando la esfera del poder", de Tetsuo Lumiere: Deliciosa cinefilia artesanal

El nombre de Tetsuo Lumiere casi alcanza para definir por sí mismo las intenciones cinematográficas de este director, uno de los más originales de lo que podría denominarse el underground del cine independiente y, por qué no, del cine argentino en general. Esa combinación habla a las claras de un imaginario que reúne en su centro la estética de los universos de la fantasía japonesa (u oriental en general) propia del animé, con la de los inicios del cine a comienzos del siglo XX. Aunque sin dudas le sentaría mejor llamarse Tetsuo Méliès, en virtud de que sus relatos tienen más de las creaciones fantásticas del padre de la ficción cinematográfica, que del protocine de los célebres hermanos franceses. 
En Buscando la esfera del poder, su tercer largometraje incluído en la programación del BAFICI 2013, Lumiere ofrece otra vez una receta que combina características del cine mudo, incluyendo intertítulos y marcos circulares para algunas escenas, con una historia deudora en partes iguales de la ciencia ficción estadounidense de los años 50, y de series de televisión japonesas como Ultramán, Ultrasiete o Mazinger. Claro que todos esos recursos están puestos al servicio de una comedia tan delirante como ingenua, cuyo protagonista, el propio director, se somete a todas las reglas del humor (físico, tierno y romántico) establecidas por Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd, los más grandes comediantes de la historia del cine. Porque eso es Buscando la esfera del poder: una comedia muda empaquetada en un envase exquisitamente berreta. Robots hechos de cartón y chatarra; naves espaciales en donde lo importante es que todo brille y tenga lucecitas titilantes; o efectos especiales pensados de un modo casero y que justamente por eso sorprenden y divierten.
No importa mucho contar de qué se trata Buscando la esfera del poder, que es como una novela de la tarde (es decir, un Shakespeare deforme) pero con príncipes intergalácticos con nombres mapuches. Lo que importa es destacar que Lumiere pone en acción una maquinaria de imaginación posible, analógica, muy lejos de la impensable truculencia superproducida de los grandes tanques del cine de Hollywood. Simple, pero lo suficientemente cinéfila como para encantar a cualquiera que no necesite de espejitos de colores para reconocer de qué se trata el buen cine.
La película se proyecta todos los sábados a las 24 horas en el espacio MALBA.Cine, Figueroa Alcorta 3415.

Versión ampliada del artículo publicado originalmente por la sección Cultura y Espectáculos de Página/12. 

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