Es curioso el problema que surgió en el Instituto del Cine con la modificación de la norma que reglamenta las condiciones para la aprobación de proyectos documentales, un hecho que motivó la protesta de algunas asociaciones de documentalistas y la preocupación de sus miembros. Es llamativo sobre todo porque muchas de las más inteligentes e innovadoras películas producidas en el país durante los últimos años son documentales, y con lógica futbolera podría pensarse que equipo que gana no se toca. El etnógrafo, de Ulises Rosell; Tierra de los padres, de Nicolás Prividera; Papirosen, de Gastón Solnicki; La chica del Sur, de José Luis García, o Yatasto, de Hermes Paralluelo, sirven como muestra de la calidad alcanzada. Más allá de estos títulos que son parte de lo más notable del género en el país, hay un segundo escalón, todavía más poblado, de trabajos menos ambiciosos pero que también evidencian la buena salud del documentalismo nacional. Entre ellos se cuenta TV Utopía, de Sebastián Deus, que fue parte de la 26ª edición del Festival de Mar del Plata, integrando la Competencia Argentina junto con Planetario, de Baltazar Tokman, otro ejemplo oportuno y de reciente estreno que merece mencionarse.
Como Planetario, el film de Deus está compuesto por un material que fue producido mucho antes de que nadie intuyera que en ellos habitaba una película en potencia. Así como el trabajo de Tokman se basa en los videos domésticos de seis padres que filman a sus hijos con obsesión, TV Utopía nace de una serie de casetes de VHS que contiene parte del archivo de un canal comunitario que salía al aire en los ’90, cuya programación producían por completo los vecinos del barrio de Caballito. Para quienes no lo saben o no lo recuerdan, Canal 4 Utopía fue, mucho antes de que se hablara de modificar la ley de medios, el emergente de una época donde las radios y los canales comunitarios comenzaron a ganar espacios, mientras eran tildados de “piratas” por quienes siguen dominando el negocio de los medios en el país (la película menciona una denuncia contra el canal realizada por el grupo Vila-Manzano-De Narváez). Con ese adjetivo se descalificaba la necesidad legítima de utilizar a los medios de comunicación como tales y no como meras empresas comerciales, y al amparo de la norma vigente por entonces se condenaba a dichos proyectos a desaparecer. Más allá de su valor documental, la película de Deus realiza un aporte interesante a la discusión actual sobre la ley de medios, porque su contribución, lejos de ser teórica, entrega una prueba de cómo funcionaría y cuáles serían algunos de los beneficios potenciales de la aplicación de la nueva norma.
TV Utopía representa aquello que se intenta crear con dicha ley, pero realizado con éxito veinte años antes, en un escenario por completo hostil. Sin necesidad de insistir sobre la discutible calificación de “piratas”, pueden mencionarse las reiteradas clausuras y confiscaciones de equipos a los que eran sometidos los emprendimientos de este tipo. Saqueos llevados adelante por el Comfer, la autoridad competente de la época, y aunque puede parecer incorrecto juzgar el pasado con las reglas del presente, no lo es. La película demuestra que canal 4 Utopía, que había comenzado como el proyecto personal de Fabián Moyano, un vecino ingenioso que hizo del comedor de su casa un estudio de televisión, consiguió convertirse de a poco en la antena transmisora de una serie de descontentos sociales silenciados, en un momento en el que ser oposición era complicado. Pero complicado de verdad, no porque el poder de turno coartara expresamente la libertad de expresión, sino porque merced a la aplicación de una serie de políticas neoliberales consiguió convertir a una amplia mayoría de las clases medias y altas en cómplices por comodidad. La comodidad de vivir en dólares y viajar cada año a Miami, dejando toda responsabilidad social y económica en las responsables manos privadas. Deus muestra el modo en que Utopía supo colocarse del lado correcto en tiempos difíciles: del lado de los jubilados que marchaban cada semana al Congreso, de los docentes acampando durante meses en la Carpa Blanca, de las mujeres de Plaza de Mayo.
TV Utopía rescata del olvido esa quijotada televisiva del mejor modo. En su reivindicación de las cosas hechas a favor del placer y en contra de la adversidad, sin renunciar a la estética amateur y anárquica con que el canal emitía sus programas, está el valor cinematográfico del trabajo de Deus. En el reencuentro amoroso con los personajotes que creaban la programación del canal se proyecta la ética y la mística de aquel emprendimiento. En la inteligencia simple con que el montaje consigue superponer pasado y presente se halla el profundo mérito narrativo de esta película de apariencia superficialmente tosca. Ojalá sigan siendo posibles documentales así.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
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