viernes, 24 de mayo de 2013

CINE - "Nosilatiaj. La belleza", entrevista con la directora Daniela Seggiaro: Una mirada desde la tierra

Sería interesante discutir acerca de la incidencia de los factores geográficos en las expresiones artísticas, de cómo influyen un paisaje, un clima o una topografía determinados en el arte. Particularmente en el cine, que es de lo que aquí se hablará. Pero ese no es directamente el tema de esta nota. Tal vez convenga comenzar por el estreno de Nosilatiaj. La belleza, de la salteña Daniela Seggiaro, que se proyecta todos los días en la sala Lugones del Teatro San Martín, y por la forma en que ella ha elegido narrar la historia que ahí se cuenta, hechos que ligan su trabajo con el de otras directoras nacidas en Salta, la notable Lucrecia Martel y Bárbara Sarasola-Day. Tres mujeres cuyas películas tienen más en común que el simple origen.
Nosilatiaj. La belleza cuenta la historia de una familia de clase media que habita una pequeña ciudad salteña, y la de Yolanda, la adolescente de origen wichi que se desempeña ahí como empleada doméstica con cama adentro. El centro del relato es el conflicto que aún hoy tensiona las relaciones entre los nativos y los descendientes de europeos, que en la película aflora en medio de los preparativos del cumpleaños de 15 de la niña de la casa. Seggiaro maneja de manera notable la presencia física de esa tensión, sobre todo en los puentes que ligan a Yolanda con la cumpleañera y su madre, la mujer de la casa. Una y otras representan maneras opuestas de ver, entender y de relacionarse con el mundo que habitan: desde la observación y la igualdad, la niña nativa; desde la posesión y el dominio, las dos criollas. Ambos modos se hacen manifiestos cuando la Mujer, empecinada en civilizar el aspecto de Yolanda, la lleva a comprarse ropa nueva y la fuerza distraídamente a pasar por la peluquería, para reducir su larga cabellera en un moderno carré. La película explica en una bellísima escena inicial el valor que el pelo tiene dentro de la cultura wichi, y es desde ahí que un acto banal de coquetería se convierte en una agresión que implica un acto de ignorancia manifiesta.
Aunque el recorte social que realiza Seggiaro en su película sea diverso del que opera en los trabajos ya clásicos de Martel, como La ciénaga o La niña santa, o del que funciona como escenario de Deshora, el debut de Sarasola-Day recién estrenado en el BAFICI, los puntos de contacto entre ellas son notables. En todas hay una rispidez que se niega a desaparecer y Seggiaro lo admite. “Creo que toda nuestra sociedad está atravesada por estas tensiones, sólo que se manifiestan de manera diferente en los distintos espacios. Nosotras tres pertenecemos al espacio Salta y podemos decir que en nuestro lugar las fricciones sociales se viven de forma particular y compleja. Esta particular tensión es, al menos para mí, uno de los motores del impulso narrativo en Nosilatiaj. La Belleza”. Y agrega: “Creo que puede ser interesante pensar cómo las películas van comenzando a dibujar un mapa, y cómo en esta geografía pueden repetirse algunas formas porque todo en la tierra se origina de manera encadenada, pero cada paisaje, como cada película, se revela particular.”
Pero no se trata sólo de una coincidencia geográfica, sino de un repetido espacio familiar, en donde lo cotidiano se encuentra retorcido por elementos extraños. Universos eminentemente femeninos en donde lo masculino aparece ajeno a la cuestión doméstica, produciendo un juego en el cual ambas zonas se ensombrecen mutuamente. “Siempre donde algo se evidencia hay otra cosa que se oculta. Comenzar el dibujo por lo cotidiano quizás tiene que ver con delinear primero lo más conocido para intentar percibir ahí la forma más profunda y extraña que lo complementa”, concluye Seggiaro. 

-No es menor la mirada que ofrece la película acerca de las culturas desplazadas en nuestro país. ¿Representó alguna dificultad particular trabajar sobre este tema? -La zona del chaco salteño donde están las comunidades wichí y muchas otras, es un lugar complejo. Llegar y estar ahí es bellísimo y mágico, pero también difícil. Más allá de la adversidad climática, hay muchas cosas que complican la situación en el lugar y todas ellas tienen que ver con la exclusión y la falta de consideración que existe con sus habitantes. Todo esto puede complicar cualquier rodaje, pero lo más triste es que es la gente del lugar la que lo sufre a diario.  
-También hay una mirada sobre los papeles que cumple la mujer en la sociedad, pero también de las dificultades que deben enfrentar. ¿Hay en vos una necesidad de representar el universo femenino desde tu trabajo en el cine?
-Lo femenino es la piedra basal de Nosilatiaj, la historia tiene su origen en un relato que me contó mi madre, un relato acerca de una mujer. El relato oral, la figura materna, la transmisión de saberes, de valores, de sabores, las ideas de belleza, el pelo, Yolanda. Puede decirse que esta película nace y se proyecta desde el universo femenino, pero como algo que tiene que ver con su propia historia y la mía al hacerla, no como una intención de centrar ahí mi trabajo en el cine.  
-Aún así es sorprendente que el cine salteño se esté dando a conocer a través de una trinidad femenina. ¿Por qué pensás que se ha dado esta situación?  
-No sé bien por qué se da esto, pero confieso que me gusta cómo suena. Supongo que tiene que ver con un cierto orgullo de género. Aunque hay una sensibilidad femenina capaz de narrar y de explorar de forma muy especial el mundo, y ahora las mujeres tenemos mucho más acceso a trabajar en lo que nos propongamos, hubo épocas no muy lejanas donde esto no era así y de ahí venimos. También creo que todas las sensibilidades son importantes y lo más importante es que haya películas sensibles, no tanto si están hechas por hombres o por mujeres. Creo que esas fronteras por suerte no importan tanto ahora.  
-¿Pero sentís que hay dificultades en tu profesión ligadas a la cuestión del género?  
-Todavía hay machismo en muchos rincones de nuestra sociedad y eso no les es ajeno a muchas personas que forman parte de la industria del cine. Pero por suerte también hay mucha gente respetuosa y sensible con la que se puede trabajar verdaderamente bien. Es cuestión de armar buenos equipos.  
-¿Qué importancia tuvo la aparición de una personalidad tan poderosa como la de Martel en el cine salteño?  
-Creo que el verdadero impulso del cine en Salta se da con Lucrecia, con La Ciénaga y sus otras dos películas. Es un privilegio enorme y da un profundo orgullo que esto sea así. Podemos pensarla como una maravillosa punta de lanza, tanto en lo puramente cinematográfico como en relación al público local. El impacto que produjo La Ciénaga en el público salteño fue tan fuerte que también algo se abrió, se soltó ahí, y preparó el terreno para todo lo que pueda venir.  
-Con todo esto, ¿Salta consiguió establecerse como un polo cinematográfico? ¿Hay una estructura que apoye la aparición de nuevos directores? 
 -Hasta el momento no hay en la provincia ninguna política audiovisual o cinematográfica sistematizada. Se consiguen ciertos apoyos como parte de la ardua gestión de los propios realizadores o productores, pero todavía no se pondera la industria cinematográfica como tal a nivel provincial. Lo que sí hay es cada vez mas gente trabajando en diversos proyectos cinematográficos, o películas de otros lados que eligen la provincia como locación, y hay técnicos salteños trabajando en ellas. Desde hace un tiempo comenzamos a agruparnos en asociaciones para tejer redes, crear trabajo y profesionalizar el medio y tenemos películas representando al cine nacional por las pantallas del mundo. Todo este movimiento está generando algo muy interesante y esperamos que redunde en políticas de apoyo concretas.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino. 

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