sábado, 20 de octubre de 2012
CINE - "Argo", de Ben Affleck: Apuntes para una conversación
Diré para empezar, que soy de los que sostienen que todo crítico debe admitir la posibilidad de ser criticado, parte inevitable del juego que se acepta jugar. Por eso no puedo evitar sentir que responder a la crítica que se me hace es, en parte, un ejercicio innecesario del ego, justamente porque una crítica no es más que eso y puedo vivir tranquilamente sabiendo que no coincidimos con Javier. Sin embargo en este caso no me disgusta la idea de intercambiar con él algunas opiniones, por buenas razones. Las más importantes de ellas es que las objeciones las realiza un colega respetable, apoyado en los argumentos de otro a quien también respeto. Y además porque el tema y la película lo merecen.
Que un crítico perdido en el mundo haya tenido una mirada negativa de ella no convierte a Argo en una mala película, soy conciente de eso. Creo que, más allá de los apuntes estéticos que he hecho, se trata de una película válida de ser vista, pero del mismo modo estoy convencido de que también incluye una mirada política para nada exenta de inocencia. Y ahí está el punto.
Debo decir entonces que agradezco la atención con que Javier leyó mi texto, pero me resulta imposible identificar de cuál de los conceptos allí expuestos él concluye que pretendo que la película debería ser “un paper de la facultad de sociales”. Una ironía, claro, pero no termino de saber si se trata de un ataque a mi crítica o a la Facultad de Sociales (ya alguien se encargó de echar luz sobre el asunto, advirtiendo que mis textos no suelen ser brillantes. Pienso entonces que tal vez con esto Javier esté librando en realidad una guerra privada contra esa casa de estudios: gracias por la anónima contribución, ahora estoy mucho más tranquilo). Pero para empezar en algún lado, dejaré que los chicos de sociales (facultad que sólo conozco en la versión de Santiago Mitre) se defiendan solos e interpretaré su observación de manera personal, suponiendo que lo expresado en mi texto me reduce, en el universo Porta Fouz, a una especie de trosko fanático anti imperialista, casi un miembro de Quebracho, que desde mi espacio en los medios aprovecho para tirar pedradas dialécticas a los vidrios de McDonald’s; o a un mero gólem frankensteiniano, montado a partir de piezas descartadas por Ricardo Forster, María Pía López, Sandra Russo y Cabito (en el mejor de los casos). Asumo entonces mi torpeza: tal vez no haya sido lo suficientemente claro al expresar algunos conceptos. Al entregar la nota al diario me pareció que no era así, pero ante los apuntes de Javier se vuelve evidente que es necesario decir más y, si se puede, mejor. Lo intentaré, a pesar de mi mentada opacidad.
Si llegaron a esta altura, seguramente ya habrán leído los tres textos mencionados (el de Javier, el de Leo y el mío), por lo tanto no es necesario volver a contar de qué se trata la película. Dicho esto:
En primer lugar afirmo que no pretendo de Argo nada más que lo que su director ofrece, y que a partir de eso simplemente expongo las conclusiones a las que mi propia manera de ver el cine -que, sí, estoy de acuerdo, es siempre una forma de ver el mundo- me ha llevado. Lo que sí pretendo es que si una película va a construir su universo con ladrillos de política, debe ser capaz de soportar también una lectura política en toda regla. En ese sentido pareciera justamente que lo que no le gusta a Javier de mi crítica es la elección de hacer una lectura de Argo desde allí, porque aunque también discrepamos en lo estético, el acento de su comentario está puesto en ese punto. Y para ello se apoya en el texto de Leo, quien en uno de los elogios que hace de la película afirma que “El resultado es que, más allá de la condena a los fundamentalismos o la crítica a las instituciones norteamericanas, todo se reduce a una lucha moral: de este lado, quienes quieren salvar una vida; de aquél, quienes quieren acabar con ella”. Que es cierto, pero a medias, porque tal conclusión se hace a partir de ciertas reducciones, digamos, maniqueas, para usar una de esas palabras que son un lugar común de la crítica.
Primero porque las instituciones norteamericanas involucradas en el relato son, aunque en un sentido diverso, tan fundamentalistas como los chiítas iraníes. De hecho, y puedo decirlo apoyándome en lo que la propia película da a entender con claridad en su prólogo, no hay mucha diferencia entre los actos del terrorismo islámico y las misiones que llevan adelante aquellas instituciones. La única diferencia sea tal vez el dios al que ofrecen sus acciones: unos lo hacen por Alá, los otros por el dinero. Para decirlo cantando, que siempre es más elocuente, cito un fragmento de la canción “El séptimo de Michigan” de La Polla Records, banda emblema del punk español, que con suma sencillez e ingenio resume en una sola frase la política exterior norteamericana: “¿Va mal el negocio?: mandan la caballería”. Ahí es donde empieza Argo y ese no es ningún tema menor.
Tampoco es tan cierta aquella supuesta división que hace la película entre los que quieren salvar vidas y quienes desean acabarlas, desde el momento en que elude en todo su relato el hecho de que una de las vidas que los Estados Unidos se empeñaron en proteger en aquel momento fue la de Reza Pahlevi, un dictador. Uno de los tantos que los Estados Unidos impusieron y aprovecharon por entonces. La cosa es sencilla, aunque sea dentro del terreno de lo hipotético: si el gobierno de Carter extraditaba al ex Sha a Irán para que fuera procesado por la justicia de su propio país, probablemente no hubiera habido crisis de los Rehenes. Pero eso no ocurrió. Y la película no sólo que no lo menciona, sino que por un lado hace héroes a la CIA (sobre todo en algunos subrayados finales bastante zonzos), y además apela a la construcción de un monstruo al que se le pone una vez más la máscara de “El otro”. La escena del mercado y de la camioneta atascada son, con todo lo efectivas que puedan resultar desde el suspenso cinematográfico, un nuevo aporte a la causa de sostener en el imaginario colectivo norteamericano un enemigo a seguir temiendo. HOY. Y eso no puede dejar de marcarse porque el cine, sobre todo el norteamericano, no sólo es entretenimiento, sino también una de las más eficaces herramientas políticas. Y sin caer en el extremo de que nos digan cómo debemos leer al Pato Donald (que también es una parte importante de esos años 70 a los que Leo hace referencia), tampoco me parece apropiado dejar de mencionar lo que es obvio: Argo es una película que narra desde el más profundo de los miedos norteamericanos, ese que los empuja a buscarse enemigos, y toma una posición clara respecto de la vieja cuestión del fin y los medios para alcanzarlo. Aunque al menos por esta vez no hayan tenido que sacarse el gusto de matar a nadie a tiros que, lejos de lo que ocurre en esta película, es el pasatiempo más difundido entre las monjitas misioneras de la CIA.
En su texto sobre Argo, Javier destaca los aciertos narrativos de Affleck del mismo modo en que se pueden destacar (exagerando la cosa, como una hormiga a la que se le pone una lupa encima para verle las patas más grandes) los de Leni Riefensthal en El triunfo de la Voluntad. Repito: se trata de una reducción por el absurdo, pero está justificada. Salvando esas distancias y admitiendo la desmesura de la comparación, no se puede hablar de Argo sin destacar que en ella hay una celebración del trabajo de la CIA en su cruzada por “salvar vidas”, y sin ser razonablemente conscientes de que el trabajo habitual de esa Agencia, el que se realiza en el mundo real y no en el cine, lejos de salvarlas es el de acabar con ellas. Vuelvo a remitirme para justificar esta afirmación al prólogo de la película y no a “un paper de sociales”.
Entonces: No es posible, al menos para mí, leer Argo sin notar sus contradicciones, que existen ya de entrada entre sus textos de prólogo y epílogo. Luego de eso la película puede ser entretenida, y podría ser hasta una obra maestra del cine o el trabajo de un gran director y tantas cosas más. Y yo mismo creo que es alguna de esas cosas (entretenida y obra de un gran director), pero de ninguna manera estoy dispuesto a que se me tape el sol con esos dedos.
Celebro la posibilidad de intercambiar ideas, esperando sirva para algo. Soy de los que piensan que está bueno discutir un rato y que, como decía mi abuelo, “los golpes te hacen crecer”.
Mentira: mi abuelo nunca dijo eso.
jueves, 18 de octubre de 2012
CINE - Cornelia frente al espejo, de Daniel Rosenfeld: Yendo de un cuento al cine
CINE - Argo, de Ben Affleck: Ben ama a la CIA
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
martes, 16 de octubre de 2012
CINE - El día que cambió la historia, de Jorge Pastor Asuaje y Sergio Pérez: Carne para Perón
Se trata de un trabajo que realiza un acercamiento inusual al 17 de octubre de 1945, el día que cambió para siempre el panorama político y la historia del país. A pesar de tratarse de una fecha que a esta altura ha sido investigada, analizada y relatada casi hasta agotar sus posibilidades narrativas, el trabajo de Asuaje y Pérez consigue el notable mérito de llegar hasta ella desde un inusual punto de abordaje: contar la historia de una ciudad vinculada de manera directa al surgimiento de los movimientos sindicales en la república. Una aparición que no por casualidad tiene lugar dentro de la actividad ganadera y en especial entre los trabajadores de la industria frigorífica.
Para ello el relato se remonta a las últimas décadas del siglo XIX, cuando los frigoríficos que arrojaban sus desperdicios al mismo río que proveía de agua a Buenos Aires fueron acusados de provocar con ello el brote de fiebre amarilla que diezmó a gran parte de la población porteña. Con sus factorías reinstaladas en la zona donde hoy se emplaza la ciudad de Berisso, bautizada con ese nombre en homenaje a uno de los más importantes empresarios frigoríficos de la época, la industria de la carne se erigió como una de las columnas de la economía del país. La fundación de la Ciudad de La Plata con su puerto terminó de convertir a la zona en un nuevo polo urbano, que pronto se pobló de familias de inmigrantes que llegaban en busca del futuro que una Europa decadente y siempre amenazada por las guerras constantes les negaba.
El día que cambió la historia combina una narración en off sobre imágenes de archivo y los testimonios de un grupo de vecinos berissenses, antiguos obreros de la carne, quienes participaron de las movilizaciones del 17 de octubre, con los aportes eruditos de un grupo de historiadores, integrado por los eminentes Osvaldo Bayer y Norberto Galasso, junto a los más jóvenes Sergio Pujol y Roberto Tarditti. A esta línea documental se suma otra, que desde lo dramático se encarga de ficcionalizar los sucesos que el relato histórico va acumulando. Con un elenco encabezado por actores populares como Lito Cruz (quien en su juventud trabajó en alguno de esos frigoríficos) y Rubén Stella, junto a la aparición de una leyenda del cine argentino como la primera actriz Amelia Bence, estas dramatizaciones realizadas con eficiencia a pesar de los escasos medios técnicos, cuentan con el aporte inigualable de los escenarios naturales y vivos de una ciudad como Berisso cuyas calles tradicionales y los edificios de los viejos frigoríficos, parecen emergidos de una cápsula donde el tiempo se ha olvidado de correr desde principios del siglo pasado.
Con fluidez, la narración propuesta por Asuaje y Pérez va enhebrando distintos hechos con elocuencia. La fundación de los frigoríficos Swift y Armour en Berisso (levantados con capitales británicos y estadounidenses y considerados los más grandes del mundo en su época); la aparición de los primeros sindicatos anarquistas y socialistas ligados a la llegada de mano de obra inmigrante); la difusión del tango como elemento de cohesión cultural entre extranjeros y criollos. Con ello, las incipientes manifestaciones de una clase obrera que comenzaba a tener conciencia de sí misma, los reclamos exigiendo mejoras en las condiciones laborales y los enfrentamientos iniciales con un empresariado y una clase dirigente que respondía a intereses extranjeros, desembocaron en grandes choques sociales que fueron oportunamente rescatados por el cine, en películas como La Patagonia rebelde (Héctor Olivera, 1974), Quebracho (Ricardo Wullicher, 1974) o Asesinato en el Senado de la Nación (Juan José Jusid, 1984).
A todo ello refiere El día que cambió la historia antes de llegar a la aparición casi al mismo tiempo de las figuras de Cipriano Reyes como líder del fuerte movimiento sindical surgido entre los trabajadores de los frigoríficos Swift y Armour, y de Perón al frente de la Departamento de Trabajo (luego Secretaría), como parte del Grupo de Oficiales Unidos (GOU) que tomó el poder en 1943. En la profunda relación surgida entre ambos, y en los posteriores eventos que se fueron acumulando, se encuentran la explicación y las causas de las históricas movilizaciones que tuvieron lugar en 1945 tras la renuncia y detención del entonces vicepresidente Perón. A los efectos de revivir aquella jornada, son muy valiosos los relatos en primera persona que realizan los vecinos de Berisso, en los que es posible tener una suerte de "minuto a minuto" de aquel 17 de octubre. El documental incluye fragmentos de una histórica entrevista a Cipriano Reyes, que terminan de potenciar el valor de este trabajo que cumple, a través de sus múltiples líneas de relato, con los presupuestos del cine documental: investigar, formar e informar pero también, a su manera, entretener.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 12 de octubre de 2012
LIBROS y CINE - El chino Mo-Yan ganó el Nobel de Literatura:
Para ver la nota madre de esta columna, escrita por Ivana Romero.
Columna publicada originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
jueves, 11 de octubre de 2012
CINE - Cambio de planes (Maktub), de Paco Arango: Jugando en la cornisa
Hay tópicos que incluidos como parte del argumento de una película activan todas las posibles alarmas antimanipulación. Una historia navideña donde uno de los protagonistas es un niño con cáncer podría escalar muy rápido al tope de un hipotético ranking de recursos truculentos dispuestos a sorprender al espectador con la guardia baja. Justo ése es el disparador de Cambio de planes, debut cinematográfico del español Paco Arango, que cuenta con el versátil Diego Peretti en el rol principal. Pero en contra de todos los pronósticos y apuestas, la película bordea el abismo, coquetea con el golpe bajo y, sin embargo, casi siempre sale airosa del delicado desafío que se ha propuesto. No caben dudas de que semejante derrota del mal gusto hace que Cambio de planes se merezca algún punto extra en el balance final.
Lo que propone esta película es una historia de superación de corte clásico, aunque dicho concepto guarda aquí una relación estrecha con otro adjetivo que lo complementa y amplía: clásico... y conservador, tanto en lo narrativo como en su visión del mundo. Se trata de la historia de Manolo, un hombre sometido por la rutina de un trabajo que le pesa casi tanto como los años que lleva de matrimonio. Una noche, durante una fiesta a la que su esposa lo obliga a asistir, Manolo caerá por accidente desde lo alto de un escenario y se dará un buen golpe en la cabeza. Aunque pronto se siente bien, el protagonista comenzará a ver en todos lados (en su oficina, por la calle, en el subte, dentro del baño de su propia casa) la figura de una mujer gorda que lo mira de una manera que tiene algo de siniestra. Preocupado pero sin ganas, Manolo acepta someterse a una tomografía y en la sala de espera del hospital conoce a Antonio, un adolescente que se encuentra bajo un agotador tratamiento contra el cáncer.
Lejos de los miedos y depresiones esperables en su situación, Antonio es un chico desbordante de vida, noble, travieso y hasta un poco fabulador, que en ese primer encuentro le pedirá a Manolo que se haga pasar por su padre, para firmar unos formularios sin los cuales no puede completar los estudios que necesita realizarse. El guión hará que estos dos personajes vayan cultivando una extraña amistad, donde el adulto ofrece el apoyo y la seguridad que les faltan a Antonio y a su madre (soltera), y el joven tal vez sea para Manolo una llave que le permitirá abrir el cerrojo emocional que le impide la entrada a una vida mejor.
Cambio de planes tiene una virtud importante: en su relato conviven con naturalidad situaciones de comedia ligera con otras, plantadas en un humor saludablemente negro. Pero también tiene sus contras. Su universo está superpoblado de criaturas benévolas y aun cuando alguna de ellas pudiera insinuar cierta conducta reprobable (dentro de aquella mirada conservadora del mundo), llegado el momento los giros de la trama conseguirán redimirla. Y es que, no hay que olvidarlo, se trata de una película navideña, estrenada en España en diciembre pasado, a la que no le falta ni un oportuno (y literal) espíritu dickensiano. Por fortuna, este estreno porteño a destiempo consigue el liberador efecto de desaclimatarla, minimizando los daños colaterales que suelen provocar las películas bienintencionadas estrenadas durante la Navidad.
En conclusión, el debut de Arango elude el bochorno y, a pesar de estar cimentada sobre lugares comunes, se sostiene como una propuesta válida, sin caer en abusos. Para eso es esencial el apoyo del buen elenco que encabeza Peretti (a quien sólo se le puede reprochar el uso forzado del “tú” en lugar del “vos”, decisión que no parece su responsabilidad). Teniendo en cuenta que no muchas películas han conseguido mezclar con éxito cáncer, niños y humor, los humildes méritos de Cambio de planes no resultan despreciables.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.
martes, 9 de octubre de 2012
CINE - Clase media, de Juan Carlos Domínguez: El ADN de una clase
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
viernes, 5 de octubre de 2012
CINE - Hotel Transylvania, de Genndy Tartakovsky: La risa del monstruo interior
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos e Página/12.
CINE - Maradona, Medico de la selva, de Martín Serra: Maradona olvidado
, dirigido por Martín Serra, en donde el contenido supera por mucho su propuesta formal. No es que haya en su forma algo reprochable (simplemente se trata de la reutilización de herramientas clásicas del cine documental, como las cabezas parlantes y el material de archivo, para contar una historia de vida desde los testimonios directos), sino que el valor del personaje que retrata este film es tan superlativo que minimiza aquella falta de innovación y originalidad. Porque si una impresión queda luego de ver la película, es que aquello que se conoce de la propia historia reciente es bien poco, y que algunos personajes que merecen un lugar destacado son, para la mayoría de sus compatriotas, simples desconocidos. En ese rescate del doctor Esteban Laureano Maradona se encuentra el mayor de los valores que sostienen y justifican a este trabajo documental. El relato comienza donde y como corresponde, con una cámara que avanza en medio del paisaje selvático, donde nunca alcanzan a verse indicios de presencia humana. Casi de inmediato, la imagen de la tumba sencilla y solitaria del doctor Maradona, que murió en 1995 a los 100 años de edad, en Rosario, donde apenas se conservan algunas flores secas. La metáfora perfecta para comenzar a hablar de un hombre olvidado. A partir de allí, Maradona, médico de la selva traza un arco completo para contar la historia de este hombre que trabajó durante más de 50 años en las zonas selváticas de la provincia de Formosa, atendiendo en condiciones de extrema miseria a las comunidades de pueblos nativos de la zona, de cuyos derechos fue un permanente defensor. La película recuerda que por esa labor, Esteban Maradona fue propuesto en varias oportunidades al premio Nobel de la Paz, y que el 4 de Julio, la fecha de su cumpleaños, fue declarado Día Nacional del Médico Rural. Pero no sólo eso: el film cuenta detalles de su vida que tienen aristas si no mitológicas, al menos épicas. Es el caso de su participación en la Guerra del Chaco Boreal como médico de campaña del ejército paraguayo, al que fue unido compulsivamente cuando buscaba asilo en la república vecina, por haberse manifestado en contra del golpe de Estado con el que Uriburu derrocó a Yrigoyen. Los testimonios de quienes lo conocieron, desde su juventud hasta los últimos días, aportan un relato todavía vivo, donde se conjugan el orgullo, la admiración por su trabajo y la tristeza resignada de quienes comprenden que se ha perdido un hombre inigualable. Una pérdida que este olvido, que la película de Serra intenta reparar, ha multiplicado por dos. Pero Maradona, médico de la selva se permite además el lujo del humor. Ahí está la entrevista para televisión que le hizo Susana Giménez, dónde la diva telefónica intenta tratar al médico insigne (que por entonces ya bordeaba sus 100 años) como a un simple abuelito, elogiándole el saco que llevaba puesto, en lugar de aprovechar a la figura que tenía delante. Maradona, con una sonrisa, le responde "¿Y cómo se ha fijado usted?" Detalles que sirven para retratar la lucidez de un hombre al que se le debe dar un lugar visible en la memoria colectiva. Y eso es lo que el film intenta.
Se proyecta en los cines Gaumont (Rivadavia 1635) y Artecinema (Salta 1629).
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.