Finalmente cruzaron el disco: el Bafici llegó a su día final y todas las competencias entregaron sus ganadores. Como siempre la presencia argentina resultó amplia y puede decirse que importante en términos de programación. Aunque también es cierto que no son muchos los títulos que pueden destacarse, dentro de un grupo de producciones que consideradas en conjunto apenas rondarían lo discreto. Por eso no es extraño que Papirosen, segunda película de Gastón Solnicki, resultara justa ganadora de la Competencia Argentina, ni que La chica del sur de José Luis García se llevara la única mención otorgada por ese jurado. Ambos trabajos se encontraban a buena distancia del resto de sus competidoras, e incluso por sobre las tres películas incluidas en la Competencia Internacional. Tampoco es raro que en los dos casos se trate de documentales que se han atrevido a perforar las fórmulas del género de modos diversos, ni que sus relatos resulten de algún modo autobiografías elípticas que enriquecien sus narraciones con momentos inesperados. A partir de ese detalle cabe preguntar si realmente es tan difícil encontrar en la Argentina cine de ficción que merezca ser mostrado, o sí esa ausencia de buena ficción en abundancia responde a un criterio de programación.
Si hay que ser honestos, debe decirse que Papirosen no es otra cosa que una perforación del documental en sí misma. El retrato a la vez enamorado e impiadoso que el director hace de su propia familia, apela de forma constante a un humor autoreferencial y autocrítico que tiene varios niveles de profundidad. Desde el trazo irónico con que desmonta las muchas veces caprichosas conductas de sus parientes, al amor mucho más cercano a la veneración que al dolor con que reconstruye el pasado familiar, Solnicki demuestra que con talento y habilidad puede irse de lo particular a lo general, para conseguir que cualquiera pueda encontrar en Papirosen un reflejo con el cual identificarse, un “palo para su gallinero”. Sobre todo en lo referido a la acidez con que muestra su mundo de pertenencia, esa clase burguesa argentina que, en materia de cine, con tanta facilidad encuentra la paja en el ojo ajeno (el de las clases bajas), pero que muy pocas veces es capaz de ver con lucidez la banalidad de las conductas propias. Gastón Solnicki lo ha hecho en una película que no sólo es la ganadora de la competencia nacional, sino la mejor película argentina del 14º Bafici.
Algo parecido puede decirse del trabajo de José Luis García, legítimo merecedor de una mención especial en la misma categoría. La chica el sur registra el intento del director por reconstruir desde el presente la historia de una joven idealista a la que conoció en un encuentro de juventudes socialistas de todo el mundo realizado en Corea del Norte durante 1989, y que procedente de Corea del Sur pedía por la reunificación de su país. Lo más notable del film de García es sobre todo la forma en que, luego de narrar de manera clásica su historia, es capaz de poner en pantalla su aparente fracaso y tomar al espectador por sorpresa. En una de las secuencias que se encuentran entre las pocas inolvidables que ha dejado el Festival, sobre el final de la película él es obligado por esa chica convertida en mujer a ingresar a escena (de la cual el director se había mantenido sobriamente al margen) para exigir que le explique qué es lo que quiere de ella. Avergonzado, el director no tiene respuestas: como Solnicki, García se permite reír de sí mismo. La chica del sur sugiere que aquel viaje en busca de una mujer que no puede serle más ajena, ha sido acaso un intento por echar luz sobre un presente más íntimo, ofreciendo sotto voce un discreto diario de vida.
Del resto de la competencia pueden rescatarse Villegas, film de Gonzalo Tobal que será parte del próximo festival de Cannes; la riqueza poética de Dioramas, de Gonzalo Castro; o la ternura y simpleza de El espacio entre los dos, de Nadir Medina. Y porque no la comedia Masterplan, de los hermanos Levy, haciendo la salvedad de mencionar que una película como esta debería representar el piso de calidad de una competencia y no uno de sus puntos altos. Todo un síntoma que evidencia la debilidad de la selección y que sobre el final del festival reabre una polémica surgida antes de su inicio: ¿por qué quedó afuera Tierra de los padres, documental de Nicolás Prividera, tema que ya fue tratado en nuestro suplemento de Cultura del día de ayer?
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Cobertura publicada originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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