lunes, 1 de septiembre de 2008

CINE - Palabra por palabra: Homenaje y poco más

Durante el apogeo del Nazismo, la cineasta Leni Riefenstahl realizó por encargo de las jerarquías del partido dos filmes notables: Olympia y El triunfo de la voluntad resultaron ser dos obras maestras que mantuvieron a Alemania también a la vanguardia del cine. Con la caída del imperio que nunca fue, y al ir pasando los años, los intentos de Riefenstahl por despegarse de sus mecenas fueron en vano. La exquisitez estética de aquella obra comenzó a desfigurarse, y si bien no alcanzó para desacreditar sus méritos artísticos, hoy difícilmente se la pueda juzgar omitiendo el monstruoso primer motor. Ahora bien, si se toma el caso contrario: ¿será suficiente con que un hecho artístico se encargue de tensar las cuerdas precisas de la ética, la moral o lo políticamente correcto para que se lo pueda dar por bueno, dejando atrás las cuestiones estéticas? Por desgracia no. 

De lleno en un tema tan doloroso como la guerra, en particular la de Malvinas para los argentinos, Palabra por palabra -debut de Edgardo Cabeza como director de ficción- se encarga de dejar claro cuáles son estos móviles éticos que la activan. Tal vez demasiado claro. Gurí y Caíto son dos chicos de Corrientes que de un día para otro, con más horror que honor, se encuentran peleando por la patria. Cuando Caíto es herido en medio del paisaje desolado de las islas, Gurí consigue meterlo a la rastra en un hogar kelper. Desesperado, ahí se encontrará sometiendo a punta de FAL a Maggie y Peter, con quienes no puede entenderse, en busca de comida y medicamentos para él y su amigo. 

La agonía será lenta, y dará pie a diferentes conflictos entre el soldadito y sus “enemigos”, que de manera catárquica irán encontrando sentimientos que los ligan a pesar del escenario y las distancias. En paralelo se desarrolla la historia de Florence Nigthingale, enfermera inglesa durante la guerra de Crimea a fines del siglo XIX, que el director utilizará literalmente como púlpito para poner en palabras aquello que debiera aparecer por mera fuerza dramática, sin necesidad de discurso. Está fuera de discusión que los chicos de la guerra merecen ser homenajeados, una y otra y otra vez, y no es eso lo que hay de endeble en Palabra por Palabra. 

En su intento por conseguir un dejo de poesía y misterio, Cabeza imaginó un guión más acomplejado que complejo, con algunos símbolos esperables y una música fuera de época, en el cual se diluyen muchos de los aciertos de su película. A pesar de los excesos argumentales, la potente interpretación de Erasmo Olivera es uno de esos aciertos. Bien secundado por Alberto Raso Montes en el papel del amigo moribundo, entre los dos consiguen algunas escenas conmovedoras. Como aquella en que Caíto le pide a Gurí que lo lleve de vuelta a casa, que no lo vaya a dejar ahí, haciendo imposible que a la memoria no llegue la imagen fantasmal de aquel jardín de cruces blancas, donde todavía descansan los chicos arrancados que siguen sin poder volver. 

(Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página 12)

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