Si alguien que deseara aventurarse en el iluminado laberinto de la literatura francesa, sin experiencia alguna y con repentino interés en la materia, realizara su rito de inicio con Voltarie, ese alguien habrá tomado una excelente decisión. Tan buena como si eligiera para empezar a Victor Hugo; Flaubert, Racine, Balzac, Moliere; Yourcenar, Stendhal, Proust; Baudelaire, Verlaine y Rimbaud. O muchos otros, porque (ya que estamos en el año del Mundial) alcanza la historia de las letras francesas, tan frondosa, para formar varios equipos como este.
Y si entre las obras de Voltaire el título elegido fuera Cándido, tal vez mejor. Esta subjetiva apreciación tiene sus fundamentos.
El texto que hoy puede leerse como una novela, aunque seguramente no fue concebido como tal, cuenta la historia de un joven alemán, presunto sobrino de un barón de Westfalia, a quien llamaban Cándido, por su carácter crédulo e inocente.
Criado junto con los hijos del barón, bajo la sabia tutoría del “iluminado” filósofo Pangloss, recibe la certeza de que el mundo es el mejor de los posibles; que las cosas son como tienen que ser, porque no pueden ser de otra manera, y así todo marcha lo mejor que puede.
Cuando es descubierto detrás de un biombo junto con la baronesita Cunegunda, dando rienda suelta a algunos impulsos adolescentes, Cándido es echado “a patadas” del castillo del barón. Y él no hace más que aceptarlo, con la resignación de que aquello es como debe ser.
Así, su destino lo irá llevando desde su Westfalia natal, por todo el mundo occidental: desde Europa a América del Sur, entrando por Buenos Aires y saliendo por Surinam, y nuevamente a Europa.
A lo largo de sus idas y vueltas, Cándido conocerá un mundo que se empeña en refutar con sus atrocidades, las enseñanzas de su maestro Pangloss. Sin embargo, el insistirá en su intento por hacer encajar teoría y realidad con la persistencia candorosa que le ha dado nombre. Al fin, con la certeza de que vale más vivir la vida que analizarla, Cándido y los suyos terminan trabajando la tierra para vivir, en una pequeña hacienda cerca de Constantinopla. Una metáfora que nos lleva directo al génesis bíblico: parir los hijos con dolor, ganar el pan con el sudor de la frente, es el castigo con el que dios condena a la raza humana a vivir la vida fuera del paraíso.
Voltaire, seudónimo de François-Marie Arouet, fue un notable pensador que realizó importantes aportes tanto a la literatura como a la filosofía. De hecho, Cándido representa una tesis crítica al pensamiento de Leibniz (de moda por aquel entonces), al cual Voltaire reduce con ironía a esa máxima sobre la que Pangloss insiste hasta el final y de la cual Cándido logra desembarazarse a un alto costo.
Por boca del maniqueo Martín, un escritor descreído y desventurado que acompaña a Cándido en su vuelta a Europa, Voltaire parece resumir su filoso pensamiento crítico: si dios creo el mundo con algún fin, este debió ser el de hacernos rabiar.
Y en una época en dónde dios era razón y causa de todo (incluso de legitimar los abusos de poder de muchos gobernantes), Cándido representa con furia, un juicio certero acerca del pensamiento y las costumbres de su época. Una obra fundamental que preanuncia aquella revolución que cambió la historia del mundo.
Voltaire murió en el año 1778, como uno de los hombres más prestigiosos de aquella Francia iluminada, aunque tiranizada y miserable.
(Artículo publicado originalmente en www.informereservado.info/cultura.php)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario