viernes, 16 de julio de 2021

CINE - "La calle del terror (Parte 3): 1666 (Fear Street Part Three: 1666): de Leigh Janiak: Brujas (no) eran las de antes

El estreno de una trilogía completa en el transcurso de tres semanas resulta un acontecimiento por lo menos curioso. Ese es el formato que Netflix eligió para sumar a sus contenidos la saga La calle del terror, cuyas tres partes fueron presentadas en viernes consecutivos, incluyendo la que comenzará a estar disponible a partir de hoy en la plataforma. La calle del terror (Parte 3): 1666 es el título del film que viene a cerrar el tríptico, en el que los subgéneros del terror se combinan para darle forma a un universo para nada original, pero que por momentos puede haber resultado un entretenimiento aceptable para los fanáticos de los asesinos seriales, las maldiciones ancestrales y las brujas que pactan con el demonio.

En su primera parte, ambientada en 1994, La calle del terror presentó la historia de Shadyside, un pueblo sobre el que pesa una maldición peculiar. Cada tantos años alguno de sus habitantes enloquece y sale inexplicablemente a matar a sus vecinos. La tradición le atribuye estas desgracias al espíritu de Sarah Fier, una joven acusada de brujería que fue ahorcada en 1666 por los fundadores de Shadyside. Un grupo de adolescentes, acosado por los fantasmas de todos los asesinos de la historia del pueblo, intenta resolver el enigma para salvar sus vidas. Así se llega hasta este tercer episodio.

En él se pone en escena la historia de la propia Sarah Fier, quien está enamorada de una de sus jóvenes amigas, con la que mantiene un romance tan secreto como culposo. Es sabido que pocas cosas había más condenables en las colonias puritanas que dieron origen a los Estados Unidos que la homosexualidad. Y más tratándose de mujeres. La calle del terror (Parte 3) está ambientada en el siglo XVII, es decir que sus hechos tienen lugar en pleno auge de las cacerías de brujas y son contemporáneos de los que Arthur Miller narró en la obra de teatro Las brujas de Salem. Por eso, bastará con que aparezca el primero de los asesinos de la historia del pueblo, para que sus habitantes les echen la culpa de todo a las dos “pecadoras”, acusándolas de haber realizado un acuerdo con el diablo.

Si en los episodios iniciales (1994 y 1978) el relato fluía a caballo de las citas, homenajes y referencias a películas que funcionan como fuentes de inspiración, esta última entrega se percibe bastante más forzada. Uno de los grandes escollos es el elenco, que encajaba bastante bien en los relatos ambientados sobre el final del siglo XX, pero que lucen muy fuera de tono para el XVII. Lo mismo ocurre con el subtexto feminista que sostiene el vínculo de Sarah con su novia y que ya estaba presente en la primera parte. Pero si ahí lograba pasar como marca de época, acá se siente artificial, subrayado por algunas líneas que se parecen más a consignas lanzadas en Twitter, que al guion de una película cuya acción transcurre hace 350 años.

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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