jueves, 3 de junio de 2021

CINE - "Un amor memorable" (Supernova), de Harry Macqueen: El placer de llorar un rato

“Ya no soy la persona de la que se enamoró. Solo tengo el mismo aspecto”, le dice Tusker a su cuñada en un intento por ilustrar el momento difícil que atraviesan con su pareja. Desde el sofá, el espectador puede preguntarse: “¿y quién no?”. Incluso se podría citar a Heráclito y su célebre afirmación según la cual ningún hombre se baña dos veces en el mismo río, o impostar la inconfundible voz de la Negra para recordar que “cambia, todo cambia”. Sin embargo, el caso de Tusker es sensiblemente distinto. No se trata de esos cambios progresivos que el paso del tiempo va acumulando en forma de arrugas sobre la piel o de imprevistas variaciones en el carácter. Tusker está enfermo y pronto no estará en condiciones de reconocer su propia imagen en un espejo y mucho menos la de Sam, su pareja. Sí: Un amor memorable es otro drama que toma como eje algún tipo de demencia senil, que a esta altura es todo un género en sí mismo.

Pero a diferencia de otras de su tipo –como por ejemplo El padre (Florian Zeller, 2020), por la que Anthony Hopkins acaba de ganar su segundo Oscar como Mejor Actor—, Un amor memorable prescinde de golpes de efecto. Acá la enfermedad no aparece de forma sorpresiva para arruinar un amor idílico; tampoco hay un deterioro súbito que convierte al protagonista en un remedo de sí mismo a la vista del público; ni mucho menos una de esas actuaciones orladas con los tics de la enajenación que normalmente conducen a (¡oh, oh…!) ganar un Oscar. En esta película todo ese morbo queda fuera de campo gracias a un recorte que toma al relato después del diagnóstico y antes de que la enfermedad llegue a manifestarse en toda su amarga expresión.

Por el contrario, este segundo trabajo como director del actor británico Harry Macqueen es sobrio, preciso y, sobre todo, emotivo por su fondo y no por su forma. Y en eso tienen mucho que ver los trabajos modestamente soberbios de la pareja protagónica, Colin Firth y Stanley Tucci. Ambos son capaces de llevar a sus personajes de paseo por un amplio arco emocional con genuina sensibilidad y sin hacer sonar las alarmas del exceso. Un amor memorable es, ante todo, una película que se sostiene en el oficio de sus actores para transitar con simplicidad por esos paisajes anímicos, sin convertirse nunca ni en caricaturas ni en marionetas. Por supuesto que la película no puede evitar ser atravesada por el espíritu de la tragedia, pero Macqueen se encarga de mantener un tono siempre moderado, sin montar un show alrededor del sufrimiento y el dolor.

Tusker y Sam deciden encarar esta etapa de sus vidas haciendo un viaje en casa rodante. Uno que los llevará por distintos lugares de la Gran Bretaña profunda que se han convertido en hitos del vínculo que los une. La apropiación del molde de la road movie no es gratuita. En las escenas iniciales ese recorrido parece funcionar como negación, como un intento desesperado de la pareja por detener el tiempo y encapsular la felicidad en un presente continuo. Pero de a poco se irá transformando en un viaje de ida hacia la aceptación de la pérdida. Un camino que representa cosas distintas para cada protagonista, aunque en ambos casos se trata de transitar un duelo. El de la pérdida de sí mismo en el caso de Tusker; la del amor de su vida en el de Sam. 

Pero hay otro elemento que se destaca en la forma en que Macqueen expone la historia que eligió contar. Porque aunque los protagonistas son dos hombres, el relato nunca pone el acento en ese detalle. Incluso se los podría reemplazar por personas de cualquier género y nada cambiaría en términos dramáticos. En Un amor memorable el amor gay ya no necesita volver a decir su nombre, sino que se lo da por bien conocido con saludable naturalidad. Un gesto de gran peso simbólico, pero realizado sin llamar la atención, sin que se note el enorme y delicado trabajo que implica.

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Pägina/12.

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