domingo, 18 de abril de 2021

MÚSICA - 5 pares de canciones que se llaman igual, pero no pueden ser más distintas

El nombre es uno de los máximos símbolos de la identidad, aquello por lo cual cada individuo se distingue del resto. Una marca personal, como un cartel que todos llevan colgado alrededor del cuello para decirle a los demás “este soy yo”. En el arte pasa lo mismo: el título define a las obras tanto como su contenido, dando lugar a la eterna cuestión del fondo y de la forma. Hay libros y películas cuyos nombres se repiten, esculturas que fueron bautizadas igual o cuadros que tienen el mismo título y sin embargo nadie los confunde. ¿O acaso alguien cree que el Ecce Homo de Caravaggio y el hoy mucho más célebre Ecce Homo de Borja son lo mismo? 

Pero el territorio artístico que produce más tocayos es el de la música popular. Existen largas listas de canciones que llevan el mismo nombre y sin embargo rara vez ese detalle genera desconcierto. Para probarlo, nada mejor que encontrar cinco pares de canciones cuyos autores las hubieran bautizado igual, pero que resultaran inconfundibles. En este caso, cinco grandes éxitos de la canción pop que tuvieran sus homónimos en los territorios estéticamente opuestos del metal, el punk, el hardcore u otros géneros de la música dura, cuyas diferencias están claras ya desde lo sonoro. 

No parece haber opuestos más extremos que los gigantes del pop ABBA y la legendaria banda Black Flag. No solo desde lo musical, sino incluso en lo político, porque mientras el cuarteto sueco es un ícono de la música como entretenimiento, el salvaje combo californiano se volvió una referencia de la contracultura de los ’80 marcados por el ultraconservador sello reaganiano. A pesar de eso, ambas bandas tienen una canción titulada “Gimme, Gimme, Gimme”. La de los suecos se caracteriza por un moderno uso de sonidos sintetizados (la canción pertenece al álbum Voulez-Vous, de 1979) y las dulces voces de Agneta y Frida, mientras que a la de Black Flag la define el tosco rugido de la distorsión y los gritos furiosos de Henry Rollins, marcas registradas de Demage, emblemático disco debut de la banda en 1981. Sin embargo, las dos canciones cuentan historias de hastío y soledad, que sus protagonistas soportan de diferentes modos. Mirando televisión en modo automático y añorando una compañía en el caso de ABBA; con la desesperación de quien ahoga la angustia con el consumo y no sabe si volarse la cabeza, en el de Black Flag. Parece que la música disco y el punk no estaban tan lejos como a primera vista podría imaginarse. Las apariencias engañan. 

En el fondo tampoco son tan distintos Elton John y Glenn Danzig. A pesar de que el primero pueda ser identificado como un solista refinado y luminoso y el segundo como un tipo sombrío y nihilista, ambos pueden ser considerados auténticas primadonnas, uno en el pop y el otro en el heavy metal más oscuro. Sus canciones “Sacrifice” subrayan las diferencias formales, pero también muestran coincidencias temáticas: en ambos casos, es el amor el que implica el sacrificio al que aluden los títulos. La primera es una balada empalagosa que forma parte del disco de 1989 Sleeping with the past, en la que Sir Elton cuenta la historia de “dos corazones viviendo en mundos separados” en donde el amor es “un malentendido mutuo”. En la otra, editada dentro del disco homónimo de 1996, el motor es un deseo posesivo que pretende tener todo del otro hasta volverlo algo propio, una historia acorde a la estética sadomaso que siempre cultivó el patovica Danzig. 

La noche es el vehículo que une la leyenda del soul Lionel Ritchie, convertido durante los ’80 en megaestrella del pop, con los rockeros Blue Cheer, banda de culto de los ’60, pero de gran influencia en el surgimiento del heavy metal y varios de sus subgéneros. Ambos grabaron canciones tituladas “All night long”. Editada en el disco Can’t slow down de 1983, la de Ritchie es una invitación a unirse en el rito colectivo de la fiesta y la danza, dejando atrás los problemas. Como la de Black Flag, pero con un tono inocente y ligero, la de Ritchie parece proponer una forma distinta de evasión en plena era Reagan. La de los Blue Cheer, en cambio, es una típica oda al amor libre propio de la cultura hippie (la canción se editó como simple en 1969). Ahí el narrador le promete a su chica que va a amarla “hasta que la luna se vuelva negra” y “el sol se vuelva azul”. Psicodelia pura.

En su canción “Ashes to Ashes”, incluida en el disco de 1980 Scary Monsters, David Bowie realiza un relato desencantado y paranoico que contrasta con el clima pop que despliega su melodía. Ahí, entre otras cosas, el emblemático Mayor Tom, héroe de la mucho más popular “Space Oddity” (1969), es acusado de haberse convertido en drogadicto. En cambio, en el tema homónimo de Faith No More no hay ambigüedades: su letra es tan oscura como su música. Cantada en primera persona por la camaleónica voz del extraordinario Mike Patton, acá también se cuenta una historia de desamor que tal vez solo tenga lugar dentro de la cabeza de su protagonista. La canción, que atraviesa los más variados climas y paisajes sonoros, estalla en un estribillo bien eléctrico que eriza la piel. El tema pertenece al notable disco Album of the Year (1997).

“Imitation of life” es el título que eligieron los thrasheros neoyorquinos Anthrax y los héroes el rock independiente REM para sus canciones incluidas en los discos Among the living (1987) y Reveal (1991), respectivamente. A pesar de que una suena como una locomotora fuera de control y la otra es una balada bailable que esconde su melancolía detrás de una alegría ilusoria, ambas hablan justamente de la forma en que las apariencias engañan. Igual que estas canciones bautizadas con el mismo nombre, pero que en el fondo son muy distintas. O no tanto.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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