No es desacertado pensar en Music and Apocalypse como una crítica burlona a cierto progresismo intelectual de perfil claramente europeo, pero realizada desde el exceso. En esa forma poco tradicional de abordar al objeto criticado –el universo académico/tecnológico, la cultura Hipster, cierta clase ilustrada que vive adentro de su propio Tupper—, la voluntad humorística de Linz prescinde de toda intención realista, naturalista o mínimamente verosímil. En esa búsqueda a veces consigue hacerle un lugar a la gracia. Otras veces no.
Articulando recursos del musical, el cine de intrigas y las comedias de enredos, ecuación en la que cada uno de estos géneros es reducido al absurdo, Music and Apocalypse ofrece un objeto refinado pero de difícil aprehensión. Cercano al cine de Wes Anderson a partir de su propuesta escénica, de la deliberada artificialidad de su relato o del tono de las actuaciones, desarrolladas a puro Deadpan, el film de Linz puede resultar atractivo para quienes acepten el desafío implícito en esta sátira audaz y excéntrica, pero que a veces termina empalagándose con su propio tono canchero. Ese pecado de vanidad puede resultar, en cambio, el botón de eyección para aquellos espectadores que encuentren en el trabajo del alemán una réplica del objeto criticado. Una mera pose antes que un gesto de subversión cinematográfica.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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