lunes, 30 de noviembre de 2020

CINE - 35° Festival de Cine de Mar del Plata, día 10: La ronda de los elegidos

El vaso medio vacío o el vaso medio lleno. Este año no hubo encuentros cara a cara, ni conversaciones a la salida de las funciones, ni la incomparable sensación de la sala a oscuras segundos antes de que comience la proyección. A cambio, los espectadores de todo el país pudieron acceder gratuitamente a la programación del 35° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, reconvertido a fuerza de necesidad en un evento virtual. Las salas marplatenses estuvieron cerradas, pero el cine siguió vivo en el sitio web del festival, que recibió 250.000 visualizaciones, según consignaron las autoridades del festival. Competencias, focos, estrenos y homenajes ocuparon la página web a lo largo de ocho días y no faltaron, a pesar de la falta de presencialidad, las charlas, clases maestras y mesas redondas, registradas desde la ahora ubicua aplicación Zoom. La ceremonia de premiación, que se llevó a cabo este domingo a la noche, no fue la excepción a las reglas de la nueva normalidad, y es de suponer que las deliberaciones de los jurados fueron efectuadas en la intimidad de los hogares, repartidos en varios continentes, pantalla compartida de por medio.

Este año, la selección oficial de alcance internacional –principal vidriera de las secciones competitivas– contó con diez títulos, algunos menos de los que suelen exhibirse en el espacioso teatro Auditorium. El jurado integrado por el crítico cinematográfico argentino y editor de cine en Página/12 Luciano Monteagudo, el programador estadounidense Dennis Lim, el cineasta italiano Roberto Minervini, la actriz brasileña Carol Duarte y la francesa Emilie Bujès, directora del festival suizo Visions du Réel, decidió entregar el premio Astor Piazzolla a la Mejor Película de la Competencia Internacional a El año del descubrimiento, el fascinante y revelador documental (con pizcas de ficción) del español Luis López Carrasco. Se trata no sólo de una elección justa sino de una toma de posición: poner de relieve las ambiciones y logros de un film que, con sus tres horas y media de duración y formato de pantalla dividida, puede antojarse árido y alejado del consumo audiovisual promedio. Por el contrario, el más reciente largometraje del director de El futuro –otro título que analiza un momento del pasado de España para reflexionar sobre el presente y lo que vendrá– es un excelente ejemplo de aquello que suele llamarse documental de creación.

El Premio Especial del Jurado, usualmente considerado el segundo en importancia, recayó en la notable película coreana Moving On, de la realizadora Yoon Dan-bi, un retrato familiar e intergeneracional que echa sus raíces en el melodrama de entrecasa, en particular el del cine japonés clásico. Isabella, el más reciente largo del argentino Matías Piñeiro –que vuelve a uno de los territorios literarios favoritos del director, William Shakespeare–, se llevó el premio a la Mejor Dirección y también el de Mejor Interpretación (masculina o femenina), correspondiente a María Villar, miembro insigne de la troupe actoral del director de Viola y Hermia y Helena. No fueron los únicos premios para el cine argentino, presente con cuatro títulos en la competencia: el tercer documental de Nicolás Prividera, Adiós a la memoria –un film al mismo tiempo íntimo y político en su sentido más profundo– fue condecorado con el galardón a Mejor Guion.

Los premios entregados por el jurado de la Competencia Argentina también dan cuenta de una mirada integral. En su selección aparecen de forma equilibrada lo poético, lo testimonial, lo subjetivo y la sensibilidad de quien elige convertir al cine en un espacio destinado a poner en escena historias que reflejan un mundo signado por olvidos y desigualdades. Todo eso se condensa en los tres títulos elegidos por la cineasta ecuatoriana Alexandra Cuesta, el programador español Víctor Iriarte y la crítica argentina Marcela Gamberini: El tiempo perdido, de María Álvarez; Esquirlas, de Natalia Garayalde, y Las ranas, de Edgardo Castro. 

La primera de ellas, que recibió el galardón a la Mejor Película de la competencia, articula un pequeño laberinto de espejos cinematográficos: un grupo de personas mayores que se reúnen desde hace casi 20 años a leer En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, van expresando con sus intervenciones la forma en que el arte es capaz de proyectar y reflejar la realidad a través del potente motor de la metáfora. Triviales, caprichosos, reiterativos, pero también atentos, lúcidos y apasionados, los protagonistas de la película consiguen transformarse, a partir de sus lecturas, en personajes de una versión alternativa de la obra del novelista francés. Poética y climática, El tiempo perdido es una encrucijada de mundos paralelos en la que Buenos Aires, una vez más, se superpone con París y el siglo XXI aún late con ritmo decimonónico.

La película de Garayalde –distinguida con el premio a la Mejor Dirección– reconstruye la tragedia de la explosión del arsenal de Río Tercero, ocurrida en 1995, a través del archivo de sus propios videos familiares. Nacida y criada en esa ciudad cordobesa, la directora pone en acción un mecanismo narrativo con varios puntos de contacto con el film de Prividera, premiado en la sección internacional, utilizando la catástrofe colectiva para intentar comprender mejor su propio drama privado. Por último, Las ranas recibió una mención especial que destaca el valor testimonial de una película articulada en la frontera en la que la ficción se funde con la realidad, para narrar la historia de tres mujeres jóvenes que visitan a un grupo de hombres presos. El reconocimiento a Castro resulta oportuno en esta edición del festival, que estuvo dedicada a la memoria de Pino Solanas, recientemente fallecido, y en cuya filmografía las realidades más urgentes siempre acabaron (también) convertidas en cine.  

Artículo escrito en colaboración con Diego Brodersen y publicado originalmente en la sección Espectáculos de Pägina/12.

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