jueves, 15 de octubre de 2020

CINE - "Tomando estado", de Federico Sosa: Las víctimas del 2001 desde el presente

No son muchas las experiencias del cine argentino que desde la ficción han decidido volver a los hechos ocurridos en diciembre de 2001 y a la realidad que les dio origen. Justo hasta ahí regresa el director Federico Sosa para darle forma a Tomando estado, su cuarta película, cuya acción arranca a finales de octubre de ese año, apenas dos meses antes de que el país cayera en el abismo más profundo de su historia. Como ha quedado claro en las dos décadas que le siguieron a aquel momento, no da igual el punto de vista desde el cual se decida observar lo sucedido. Porque no es lo mismo ver hacia atrás a través de los ojos de los que gestionaron aquel desastre, que hacerlo desde el lugar de sus víctimas. Y es ahí donde Sosa elige pararse a repasar ese pasado cada vez menos reciente, pero cuyas consecuencias nunca dejaron de estar presentes.

Los protagonistas de Tomando estado son los operarios de una de esas cooperativas que proveen de electricidad a los pueblos de la provincia de Buenos Aires. Un grupo de trabajadores a quienes los reúne el origen social, pero que sin embargo se vinculan con la realidad que les toca de forma diversa. La película expresa esas diferencias a partir de la relación que mantienen Carlos y Nicola, a quienes los separa la edad y, sobre todo, las experiencias vividas. Mientras que el primero es un cincuentón criado en la vida sindical, un sobreviviente de la dictadura, el otro es la expresión viva de una juventud atravesada (en todos los sentidos del término) por el menemismo. Y mientras Carlos se reconoce en su pasado (su historia), Nicola vive en un presente continuo casi sin consciencia del futuro. 

Como si se tratara de un cuadro de los Brueghel, en los que padre e hijo daban cuenta de una escena colectiva a partir del diálogo de distintas situaciones individuales, Sosa diseña en torno a sus protagonistas un paisaje de viñetas que registran lo que ocurría entre las clases populares a comienzos del siglo XXI. Ahí está la esposa de Carlos, que tratando de evitar la miseria se vuelve burrera; los pibes chorros que sobreviven afanando el cobre de los cables del tendido eléctrico; el heavy termocéfalo que tiene un programa de radio al que invita escritores a los que no entiende; la joven temperamental que se queda sin laburo, pero que adelanta el arquetipo de la feminista combativa. Con todos, incluso con aquellos a los que desprecia, Sosa se muestra comprensivo, asumiendo como artista una responsabilidad ante un destino inminente que sus personajes no tienen forma de vislumbrar en toda su trágica magnitud. Sin embargo, Tomando estado nunca termina de alcanzar la coherencia que caracteriza a las obras de ambos pintores flamencos, quedándose muchas veces en la mera acumulación de situaciones que no terminan de conformar una verdadera unidad dramática. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Páginas/12.

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