jueves, 17 de septiembre de 2020

CINE - "Vilca, la magia del silencio", de Ulises de la Orden y Germán Cantore: La música prodigiosa

“La música de Ricardo es el silencio de la Puna: los cerros, Humahuaca, el campanario. Las celebraciones populares, la amistad, el vino. Por ahí, toda una composición suya está encerrada en una nota, en esos interludios en los que uno está viendo y escuchando, pero conectado con la soledad de la existencia humana”. Así define el periodista Gabriel Plaza la obra del guitarrista y compositor jujeño Ricardo Vilca, muerto en 2007 a los 53 años, a quién lo unía un vínculo de admiración y amistad. Además de amigo, Daniel Quiroga también compartía con Vilca los oficios de músico y docente. Él afirma que para componer como Vilca “hay que poder meterse dentro de uno mismo y sensibilizarse tanto que te permita decir cosas solo con sonidos”. Según Quiroga, que fue miembro de su banda, “eso es lo hacía él y por eso era mágico escucharlo”. 

Los testimonios de Plaza y Quiroga son lo primero que aparece en el documental Vilca, la magia del silencio, de Ulises de la Orden y Germán Cantore, que aborda la historia de este músico que fue muy popular en su tierra, pero a quien el reconocimiento en el resto del país le llegó recién en sus últimos años. Al oírlos, es imposible no imaginar la experiencia de ser atravesado por la música de Vilca como algo cercano a una epifanía. Y uno de los méritos de la película es el de transmitir una parte de esa sensación reveladora a quiénes no conocían sus extraordinarias composiciones, que están más allá de todo elogio que se les pueda hacer con palabras. 

En ellas se combinan influencias que superan los límites del folklore tradicional. Es evidente la presencia de Bach y sorprende la plasticidad con la que instrumentos como el charango o la quena se adaptan a los acordes rápidos y sobrecargados, típicos del barroco. También hay algo de Piazzolla, no solo en el carácter revolucionario de sus obras dentro de un género tan rígido, sino en la forma en que estas se acercan hasta las orillas del jazz. Y por supuesto, el rock: es imposible no reconocer algo del impresionismo spinettiano en los paisajes sonoros creados por Vilca. Pero el vínculo no termina ahí. Uno de sus músicos cuenta que el propio compositor le confesó una vez que le había “choreado un pedacito de canción a Deep Purple” para componer su “Quebrada de sol y luna”. 

A partir de detalles como ese, la película revela la personalidad pícara y campechana de Vilca, haciendo que su figura se vuelva familiar. A pesar del formato excesivamente clásico y rígido de su película, que se opone a la naturaleza rupturista de la obra de Vilca, el éxito de Cantore y De la Orden radica en conseguir que el espectador se conmueva con su historia y que al final lamente no haber sabido antes de la existencia del humahuaqueño. Si La magia del silencio logra que la música de Vilca llegue a nuevos oyentes, entonces habrá alcanzado el objetivo noble de honrar al maestro. 

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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