martes, 25 de agosto de 2020

CINE - Entrevista a Beda Docampo Feijóo, director de "La maldición del guapo": Poner a la comedia en valor

Humberto vivió mucho tiempo en Buenos Aires, donde estuvo preso por estafa. Después de eso se volvió a España para abrir un bar, intentando construirse una nueva vida y dejar atrás esa época oscura. Hasta que reaparece Jorge, su hijo, que lo detesta pero que necesita pedirle nueve mil euros para cubrir el costo de unas perlas que le robaron en su trabajo, una joyería del más alto nivel. El pedido es para Humberto la oportunidad de recuperar el cariño de su hijo, pero también una tentación para volver a las andadas. La maldición del guapo es la nueva película del guionista y cineasta hispano argentino Beda Docampo Feijóo, en la que vuelve a abordar los vínculos familiares, una temática recurrente de su filmografía. Es además su 11° largometraje como director, que está protagonizado por Gonzalo de Castro y Juan Grandinetti en los roles de Humberto y Jorge, y se estrena este jueves en la plataforma Cinear Play.

La maldición del guapo es una comedia en la que hay una estafa y en la que también se tratan otros temas, como la amistad o el matrimonio como sociedad anónima. Pero su columna vertebral es esa relación entre un padre y un hijo”, reconoce el director. “Buscaba hacer una comedia no se quedara solo en hacer chistes como una sitcom. El tema es la fascinación que un padre ejerce sobre su hijo”, agrega. “Un tipo que con los demás es simpático, un encantador de serpientes, pero también un mal padre. Partí de la idea de que todo hijo quiere un padre, aunque se trate de uno malo, de un egoísta, pero que finalmente también quiere tener un hijo. Aunque en este caso, como en el de muchos padres, lo haga desde el egoísmo, tratando de moldearlo a su imagen y semejanza”, insiste Docampo Feijóo.

-Entre padres e hijos siempre hay máscaras que esconden secretos. En la película eso está potenciado porque el protagonista es un estafador, alguien que trabaja componiendo máscaras.  

-Eso lo articulé deliberadamente a partir de un sistema de intrigas, para que la película no girara solo en torno a la estafa, sino que también fuera una posibilidad para que el espectador vaya conociendo a los personajes. En algún sentido el público se va sorprendiendo junto con el hijo con la aparición de las múltiples caras del padre. Traté que todos los personajes fueran así, que tuvieran una apariencia pero ocultaran algo más denso en el fondo. Por supuesto, eso se da mucho más en el vínculo entre los protagonistas, porque es ahí donde se encuentra el nudo del relato. 

-Además todos los personajes son emocionalmente vulnerables, incluso aquellos que pueden ser más fáciles de cuestionar.  

-La maldición del guapo es una película sobre tipos cuyas caras parecen decir que se las saben todas, pero en realidad son eso: personas vulnerables. Un grupo de auténticos perdedores emocionales.  

-La historia también pone al espectador en ese lugar de creer que “se las sabe todas”. Sin embargo, sobre el final tiene lugar un episodio que revela algo que había quedado oculto. 

-La película te hace creer que sabes todo sobre ese personaje que parece hacerle honor a “la maldición del guapo”, según la cual todos los hombres atractivos en el fondo son un poco tontos. Creo que si esa sorpresa final funciona es porque va en contra de ese lugar común.  

-¿Tuvo algún modelo o influencia a la hora de abordar esta estructura narrativa que navega entre la comedia y el policial? 

-Una de las películas que repase cuando escribía el guión fue Una Eva y dos Adanes (Billy Wilder, 1959), donde hay una subtrama mafiosa que se aborda como comedia. El asunto de emocional está muy bien logrado en El apartamento (Wilder, 1960), que desarrolla una relación muy particular con lo emotivo. Y también comedias de Woody Allen como Hannah y sus hermanas (1986) o Blue Jasmine (2013), que giran en torno a los lazos familiares. Pero sobre todo lo que quise es revalorizar el género. Creo que hay una degradación de la comedia y se tiende a creer que se la puede filmar de cualquier modo, que el vestuario no importa o que se trata solo de hacer chistes. Quise que La maldición del guapo tuviera otra profundidad cinematográfica. Que la cámara estuviera en movimiento siempre, que la luz tuviera cierta característica, que las masas de color del vestuario definieran la estética. Es decir, darle a la comedia la jerarquía que le corresponde como cualquier otro género y, sobre todo, que la risa surgiera de la creación de situaciones y no solo de la instancia del chiste.  

-Visualmente La maldición del guapo luce como un film de buen presupuesto, con gran despliegue de locaciones, una fotografía cuidada... ¿Resulta difícil hacer una película así en este momento? 

-Me alegra que se perciba así, pero es una película que está por debajo del coste medio. Lo que pasa es que con el tiempo vas aprendiendo a producir y yo ya tengo casi 60 guiones escritos… Siempre recuerdo una anécdota de David Mamet, que antes de rodar su primera película va a ver a un gran productor y el tipo le dice que los errores del rodaje son los que se cometen en la preproducción. Creo que el secreto de La maldición del guapo es que la produje muy bien y por eso tiene un costo por debajo de lo normal, pero luce como si se hubiera gastado más dinero. Hubo un trabajo previo muy intenso con el director de fotografía, con los actores.  

-Otra característica repetida en su filmografía es eso de filmar a dos orillas. ¿Cómo es la experiencia de cruzar estos universos culturales unidos por un vínculo de parentesco, pero a la vez tan distintos? 

-Es la consecuencia más o menos coherente de mi propia vivencia existencial. Mis viejos eran españoles y cuando yo era chico mi casa parecía la Embajada de España. Imaginate. Creo que nuestro verdadero pasaporte es el acento y yo soy porteño, alumno del Pellegrini y la Enerc. 

-Es decir que las dos orillas de sus films son sus propias dos orillas. 

-Exacto. Y me gusta mezclarlas, jugar con el lenguaje. Me surge de forma natural y no tiene nada que ver con el truco de meter un actor argentino para conseguir guita. Menos ahora, que por un tema de cambio entre el peso y el euro el aporte argentino es minoritario (aunque el productor argentino cumplió con sus obligaciones de forma impecable). Permitir que esos dos universos confluyan es algo que hago porque me encanta.

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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