jueves, 2 de julio de 2020

CINE - "Verano del 84" (Summer of 84), de F. Simard, A. Whissell y Y. K. Whissell: El último verano

Montada sobre el molde de las películas de aventuras protagonizadas por adolescentes, que fueron furor en los ‘80 y que el revival en curso ha reflotado tras el éxito de la serie Stranger Things (2016), la historia que cuenta Verano del 84 aborda ampliamente el espectro temático que define al cine de la década pop por excelencia. Ahí están la pandilla de cuatro chicos aburridos durante las vacaciones de verano, tratando de estirar al máximo una infancia que se termina. Ahí está el asesino serial de chicos, proyectando la sombra de la muerte sobre el barrio de los suburbios. Ahí están (o más bien, “no están”) los padres ausentes, subrayando la presencia inminente de una adultez que viene a llevarse puesta la inocencia. Y ahí están también las bicicletas, los walkie-talkies, la casita del árbol, la página central desplegable de las revistas “para hombres” y la necesidad desesperada de encontrar en los amigos un nuevo lugar en el mundo, uno propio, en donde el tiempo se detenga en un presente eterno.
Por lo general esas referencias que habitan la película son muy directas y remiten a títulos puntuales. De hecho es inevitable no vincular el comienzo de Verano del 84 con el punto de partida de Cuenta conmigo (1986). En ambas existe la casa del árbol como base de operaciones; hay un chico desaparecido como motor de la acción; una voz en off que opera como guía; y un salto narrativo de 30 años hacia un pasado idealizado por la nostalgia, que acá es hasta los ’80, pero que en la película de Rob Reiner encontraba su destino en los ’50.
También existe un lazo que la une a películas como Los Gonnies (Richard Donner, 1985), Escuadrón antimonstruos (Fred Dekker, 1987) e incluso Pesadilla en lo profundo de la noche (Wes Craven, 1984): el gesto iniciático de enfrentar los miedos (siempre provenientes del mudo adulto) como rito de paso entre la infancia y la madurez. Igual que los protagonistas de aquellas películas, los cuatro chicos de Verano del 84 quieren probar ante los otros, pero sobre todo frente a sí mismos, que ya están listos para lo que se les viene encima.
La acción transcurre en Ipswich, suburbio de nombre con aires lovecraftianos en el que viven Davey, Tommy, Woody y Curtis, cuatro amigos que crecieron compartiendo la escuela y el barrio. La vida tranquila del lugar está alterada por la presencia de un asesino de chicos que tiene desconcertado a la policía. La situación proporciona el ambiente ideal para que Davey, fanático de las historias de misterio y las conspiraciones, crea reconocer en la foto de un chico desaparecido a otro, al que vio algunas noches antes a través de la ventana de un vecino mientras jugaba a las escondidas en la calle con sus amigos. De ahí a convencerlos para empezar a investigar el asunto hay apenas unos pasos.
El trío de directores que integran los canadienses François Simard junto a los hermanos Anouk y Yoann-Karl Whissell consigue trascender la mera copia, utilizando con gracia las referencias pero proponiendo un marco más amplio para su revisión cinéfila de la época. Es que en su último acto, la película realiza un giro dramático que le cambia el tono al relato de manera drástica. Apartándose del la inocencia luminosa del neón ochentoso e incorporando elementos del cine de terror de aquella década, Simard y los Whissell consiguen sumir a la historia en uno de los finales más oscuros que se recuerden en este tipo de películas protagonizadas por adolescentes.
En ese salto los directores caen muy cerca de lo que propuso Andy Muschietti en la primera parte de su díptico It (2017), pero prescindiendo de cualquier elemento sobrenatural. Redondean así un objeto tan entretenido como desafiante, que cruza en un mismo plano cinematográfico a los universos de las aventuras adolescentes con el del "slasher". Verano del 84 es como tener a Los Goonies y a Martes 13 en una misma película.  

Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario