Cuando murió a los 59 años, Truman Capote era uno de los nombres más importantes de la cultura y las letras de los Estados Unidos. Autor de libros emblemáticos como Desayuno en Tiffany’s o A sangre fría, dueño de una prosa tan elegante como afilada, y una personalidad afectada y ácida como su humor, el final de Capote no estuvo rodeado de brillos sino de la oscuridad más profunda. Es verdad que el empujón final lo recibió de una combinación de psicofármacos y alcohol, un clásico norteamericano, tan cierto como que había llegado hasta el borde de ese abismo por el sinuoso atajo de la melancolía. Un recorrido similar al que 22 años antes había transitado su amiga Marilyn Monroe. Igual que ella, Capote abrazó el éxito en su vida pública, pero también padeció el vacío que este deja cuando las luces se apagan y no hay más alternativa que mirarse en el espejo de la soledad.
De aquella muerte se cumplen hoy 35 años. Capote estaba alojado en la mansión que la exesposa del presentador televisivo Johnny Carson tenía en el exclusivo barrio de Beverly Hills. Faltaba apenas un mes para que cumpliera 60 años. Atrás quedaba una obra que abarca a la literatura pero también al cine y el periodismo, oficio en el que se inició siendo todavía un adolescente lleno de ideas. Y si bien es imposible olvidar los delicados y contundentes cuentos que acumuló en libros como Una guitarra de diamantes o Música para camaleones, el último que publicó en vida, la novela El arpa de hierba o el volumen de crónicas de viaje Los perros ladran, su nombre quedará para siempre asociado con A sangre fría, libro que, si bien puede leerse en tono de novela, representa la pieza fundacional de la literatura de no ficción y un comienzo para lo que se conoció como Nuevo Periodismo, corriente que transitaron autores como Tom Wolfe, Hunter Thompson o Norman Mailer.
El punto de partida de A sangre fría es el violento asesinato de una familia, ocurrido en un pueblo rural de Kansas en 1959, del cual se cumplirán 60 años el próximo noviembre. Un crimen de brutalidad inusitada incluso para los Estados Unidos, en el que Dick Hickock y Perry Smith acabaron con la vida de un matrimonio y de sus dos hijos adolescentes. Los asesinos sorprendieron a sus víctimas mientras dormían, convencidos de que ocultaban en la casa una gran cantidad de dinero dentro de una caja fuerte que nunca encontraron. La saña de los asesinos espantó a la opinión pública y despertó la curiosidad de Capote, quien le ofreció a la prestigiosa revista The New Yorker trasladarse hasta Kansas para escribir una crónica de los hechos. Hasta allá lo acompañó otra escritora y periodista, su amiga de la infancia Harper Lee, quien poco después se haría famosa con la novela Matar a un ruiseñor. Su compañía resultó fundamental para la investigación, ya que el carácter excéntrico de Capote eran demasiado para un pueblo de campo y los vecinos sólo aceptaron su figura gracias a la intermediación de Lee. La investigación le insumió a Capote casi siete años en los que llegó a mantener una relación de gran intimidad con Smith, uno de los asesinos. A sangre fría se publicaría recién en 1966, marcando su consagración como escritor, y sigue siendo uno de los relatos más estremecedores y cautivantes de la literatura del siglo XX.
Truman en la pantalla grande
Los avatares cinematográficos de Truman Capote y su obra más emblemática son varios. La más recordada es la película Capote (2005, Bennett Miller) en la que el también fallecido Philip Seymour Hoffman urdió una versión inolvidable del escritor. Un año después, como si se tratara de obras gemelas, fue el actor inglés Toby Jones quien se calzó el moño de Capote en Infame, de Douglas Mc Grath. Ambos films abordan el período en que el escritor se involucró en la investigación de los crímenes que inspiraron la novela. A sangre fría ya había sido llevada a la pantalla en 1967, un año después de su publicación, con dirección de Richard Brooks. Una versión infantil de Capote se entrevé también en el personaje de Dill Harris, en Matar un ruiseñor (1962, Robert Mulligan), adaptación de la novela homónima de Harper Lee. La misma está basada en las memorias de la autora, amiga de la infancia de Capote, a quien tomó de modelo para el encantador personaje interpretado por el pequeño Joe Megna.
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