Lejos del director que fue uno de los nombres fuertes del cine de posdictadura, con títulos como Asesinato en el Senado de la Nación (1984) o Made in Argentina (1987), Juan José Jusid vuelve a estrenar una película después de ocho años. Se trata Viaje inesperado, coproducción argentino brasileña con Pablo Rago en uno de los protagónicos y Cecilia Dopazo en un importante papel de reparto. Su película anterior había sido Mis días con Gloria (2010, regreso de Isabel Sarli a un protagónico tras 14 años), que a su vez se estrenaba ocho años después de Apasionados (2002), comedia romántica con Pablo Echarri y Nancy Duplaá. La forma en que esos largos períodos que median entre sus últimas tres películas influyeron en su cine, quizá puedan leerse en Viaje inesperado de dos modos distintos.
Por un lado, parecen haber generado cierta desactualización en el modo de pensar la puesta en escena: desde lo narrativo la película muchas veces parece más cerca de lo que se producía antes del surgimiento del Nuevo Cine Argentino, hace algo más de 20 años. Desde la fotografía, el arte, la música o la forma en que se va hilvanando la progresión dramática del relato, no son pocos los momentos en que Viaje inesperado queda lejos del cine argentino contemporáneo. Sin embargo, Jusid también consigue construir, de manera muy eficaz, ciertos paisajes emotivos que coinciden con las escenas en que los protagonistas deben darle forma a la intimidad de un padre y su hijo adolescente, embarcados en un viaje de reencuentro. Buena parte de esa efectividad descansa en las buenas labores de Rago y el joven Tomás Wicz.
Pablo es un ingeniero exitoso que ocupa un cargo importante en una petrolera brasileña. Vive en Río de Janeiro, está en pareja con una mujer más joven y es feliz. Pero un llamado de su ex mujer desde Buenos Aires lo devolverá de forma brutal a una parte de su realidad que tiene desatendida. Su hijo Andrés desapareció después de una fuerte discusión con un profesor y de haber ido a la escuela con un machete de jardinero, un arma blanca. El chico además ha mostrado algún exceso con el alcohol y su madre ya no se siente capaz de controlarlo. A regañadientes, Pablo viaja a la Argentina para tratar de jugar un rol de padre que por diferentes razones no ha cumplido.
Jusid logra que los momentos entre padre e hijo se conviertan en el eje y lo mejor de la película, yendo de a poco de la desconfianza y la provocación a la empatía. En esas escenas que comparten Rago y Wicz Viaje inesperado consigue transmitir su verdad. Como contrapeso, exhibe una mirada por momentos estereotipada y demasiado externa de la juventud actual. Una distancia que puede funcionar como representación de la que media entre la película y los mejores exponentes del cine argentino contemporáneo. Una mirada que si bien intenta entender los códigos de las nuevas generaciones, en contadas ocasiones consigue ir más allá de la superficie.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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