sábado, 9 de diciembre de 2017

MÚSICA - Luca Prodan, 30 años después: Pelados en escena

La señora parece la abuelita de Tweety aunque tiene los anteojos en la mano y no sobre la nariz, como los usaba el personaje del dibujo animado. Habla con vocecita cordial y su pelo blanco se abre en un flequillo desprolijo sobre la frente, mientras el resto se pierde detrás de su cabeza. La viejita cuenta sobre la vez que, embarazada y con su hija pequeña como única compañía, rompió bolsa en uno de los palcos del Teatro dell’Opera de Roma mientras asistía a un espectáculo de ballet. Y de cómo se negó a ir al hospital para no perderse el final de la obra. Así nació Luca Prodan. Y así es como Cecilia Pollock, madre del líder de Sumo, recuerda aquella noche de 1953 al comienzo del documental Luca de Rodrigo Espina.
No se trata sin embargo ni del primero ni del único punto de contacto entre Prodan y el cine, aunque tampoco son tantos. Pero como casi todas las puestas en escena que se realizaron de él, así en el teatro como en la pantalla, el trabajo de Espina no se cierra sobre sí mismo sino que se expande para, a su manera, agigantar el mito de su protagonista.
Espina conoció a Prodan mucho antes de hacer su documental, que se estrenó en 2007 cuando se cumplieron los primeros 20 años de su muerte. Ambos habían compartido aquel revuelto gramajo delicioso que fueron los años ’80, cuando cualquier cosa era posible. Como por ejemplo filmar el alucinado cortometraje El día que reventaron las lámparas de gas, dirigido por Espina y en el que el pelado persigue a un joven Luis Ziembrowski en calzones por las terrazas de Buenos Aires. Se trata de la única película en la que Prodan participó en vida, cuando aún no tenía el rango de mito que le confirió su trágica muerte. En varias entrevistas Espina recordó que el master de aquella peliculita se arruinó una de las noches en que la proyectaban en el Parakultural, cuando alguien volcó sobre él un vaso de cerveza. Milagro de la vida moderna, hoy se la puede ver completa en YouTube.
Volviendo al documental, el mismo se convirtió en el centro de un éxito infrecuente a partir de una inteligente campaña de exhibición ideada por sus productores Marcelo Schapces y Estéban Esmoris. Si bien se estrenó en los Espacios INCAA, universo paralelo del circuito de cine que suele albergar a casi la totalidad de la producción local, Luca fue vista por la mayoría de sus espectadores en pubs, bares, salas de conciertos como The Roxy y hasta en el marco de un festival como el de Cosquín Rock. Como si se tratara de una banda, los productores imaginaron que sacarla de gira era lo más lógico y no se equivocaron: Luca fue vista por casi 100 mil espectadores, cantidad inédita para un documental.
Un vínculo familiar une también a la obra teatral Luca vive, escrita por el periodista Carlos Polimeni, con la película homónima de Jorge Coscia estrenada en 2002. Coscia había visto la obra una noche de 1999 e impresionado por la actuación de Daniel Ritto en el papel del cantante le ofreció continuar ese trabajo en la pantalla. Luca vive no alimenta pretensiones biográficas, no hace referencia a ningún otro personaje real, ni siquiera a sus compañeros de Sumo, ni utiliza las canciones del grupo en su banda de sonido. Se trata más bien de una ficción que imagina libremente los últimos días del cantante antes de su muerte. Por entonces Coscia definió a Luca vive no como una película de rock, sino como una película rock, un objeto cinematográfico hecho como cine pero ejecutado como rock. Se trata, por supuesto, de un juego de palabras improbable.
La imagen de Prodan pasó varias veces por la tele y algunas merecen mencionarse aunque sea de forma sumaria. Primero las impactantes presentaciones con Sumo en programas como Badía y Compañía o Domingos para la juventud, donde se presentó con peluca de rulos negros. Luego la personificación de Luis Luque en Sin condena, aquella serie extravagante que el tiempo convirtió en objeto de culto. En la recordada escena final, Luis Luque (o Luis Luca) le hace fuck you a la cámara que lo muestra tirado en la cama mientras “Heroin” suena de fondo.
Su más reciente encarnación se dio en la obra teatral Luca del Abasto, escrita y dirigida por Jorge El Vido, en la que el actor Lucio García Jurado hacía las veces del cantante pelado. Luca del Abasto es un musical que ya desde el título propone algunos juegos miméticos. En primer lugar con otro ícono de la música nacional, Carlos Gardel, el famoso Morocho del Abasto, pero también con Jesús de Nazareth, colocando a Luca en el lugar del enviado que viene a salvar al rock nacional.
Si bien este podría ser el último eslabón en la cadena de avatares escénicos de Luca, en la página web alternativateatral.com hay publicada actualmente una búsqueda destinada a quienes deseen participar de una obra que lleva por título de El tano errante, y a la que su autor, Francisco Alvero, señala como primera parte de una hiperbólica “trilogía prodaniana”. Dicha búsqueda está orientada a “actores, músicos, bailarines, cantantes que personifiquen a Luca Prodan a lo largo de su historia y otros personajes” de esta “Opera Rock After Chabon”. Los interesados encontrarán ahí un fragmento de la primera escena y una dirección de correo electrónico a donde enviar su currículum antes del 17 de diciembre, cinco días antes de que se cumplan tres décadas de la muerte del cantante. Y, quién sabe, tal vez algún lector de este artículo acabe por convertirse en el próximo Luca Prodan.

Artículo publicado originalmente en la revista Caras y Caretas.

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