sábado, 7 de octubre de 2017

CINE - "A 4 manos", de Osvaldo Tcherkaski: Pintar el cuadro de otro

Ver en acción a cuatro de los artistas más importantes de la plástica argentina contemporánea es, de algún modo, la infrecuente propuesta y el gran valor agregado que ofrece el documental A 4 manos, dirigido por Osvaldo Tcherkaski. Desde la pantalla, Luis Felipe “Yuyo” Noé, Eduardo Stupía, Carlos Alonso y Guillermo Roux, protagonistas de la película, no solamente dialogan acerca del oficio del pintor y exponen una serie de ideas que sostienen desde lo teórico sus formas de entender el trabajo que realizan. También ponen manos a la obra frente a cámara, permitiendo que la experiencia creativa se convierta, al menos durante un rato, en una puesta en escena que revela, de forma parcial pero potente, el momento preciso en el que nace una obra de arte.
Planteada a priori como un registro de los trabajos que realizaron en parejas por un lado Noé y Stupía y por el otro Alonso y Roux para dos muestras integradas por obras creadas por ellos mismos a cuatro manos, el documental de Tcherkaski consigue el logro adicional de registrar esta poco común experiencia dentro del universo de la plástica, en donde dos grandes maestros se reunen a producir una obra que no es ni de uno ni de otro, sino algo nuevo realizado en común. En ese sentido la película funciona como crónica de un acto de generosidad artística y estética de estos cuatro artistas que aceptan de buena gana hacer el ego a un lado, salvando las distancias de sus propias miradas para permitirse ir en busca de una forma distinta de creación, en la que los propios valores son puestos en equilibrio con los de un otro que es a la vez distinto y admirado, discutido y aceptado.
La excusa son dos exposiciones que, por separado, ambas parejas se propusieron montar. Si bien cada una tuvo sus propios motivos y argumentos que explican el origen de los proyectos y notables diferencias en las reglas establecidas para encarar la labor creativa, también existen notables coincidencias. Porque si bien Stupía y Noé trabajaron codo a codo, pintando juntos cada cuadro, y Alonso y Roux lo hicieron a distancia, enviándose obras realizadas de forma parcial para que fuera el otro el encargado de completarlas, en los dos casos es posible comprobar recurrencias y analogías. Como la de entender el territorio de la obra como un campo de batalla, uno en el que los integrantes de cada combo se desafían a buscar sus propios límites estéticos en el reflejo que el otro le devuelve. Cada cuadro se convierte así en un epistolario que ilustra esos diálogos plásticos y el documental se encarga de prolongarlos en palabras e imágenes en movimiento.
Pero esa forma opuesta en que las pareja encaran el desarrollo de sus obras es en realidad el avatar de diferencias más profundas, que involucran formas muy distintas de pararse ante el hecho artístico. Desde lo formal, lo más evidente, dichas divergencias saltan a la vista, ya que mientras el tándem Alonso Roux trabaja sobre una estética figurativa, Stupía y Noé lo hacen en el terreno de lo abstracto. Los nombres elegidos por ellos para denominar a cada muestra subraya esas distancias, ya que en tanto los primeros escogieron la formula tradicional de usar sus propios nombres, los segundos optaron por una opción juguetona, bautizando a la suya como ¡Me arruinaste el dibujo!, haciendo explícito desde el humor el choque que se produce de forma inevitable en una obra construida de a dos.
La labor de Tcherkaski ofrece el mérito adicional ya no de simplemente reunir a dos parejas de maestros que pintan cuadros a cuatro manos, sino de construir una conversación entre cuatro voces que no temen recorrer los distintos corredores que atraviesan el territorio de la creación plástica. En ese aspecto A 4 Manos ofrece hallazgos, como la afirmación de Noé acerca de que el pintor que más lo influyó en su trabajo artístico fue Juan Domingo Perón. O el extraordinario relato en primera persona con el que Roux rememora su participación en la histórica movilización del 17 de octubre de 1945 acompañando a sus padres, también artistas. Estas intervenciones no solo revelan el peso definitivo que aquel acontecimiento tuvo en la historia y la política argentina, sino que ponen de manifiesto la particular forma en que la realidad interviene siempre en la configuración de la mirada del artista. 

 Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.

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