lunes, 26 de junio de 2017

LIBROS - 10 años sin Fontanarrosa: ¡Adiós, Roberto!

Hablar de Roberto Fontanarrosa como escritor es hablar de su ausencia, de la negación de su obra y su estatura literaria, repetidamente ocultadas tras su bien ganada reputación de historietista y humorista. Y es que Fontanarrosa nunca dejó de ser un extranjero en la patria literaria y el propio autor se encarga de testimoniar ese carácter de viajero en tierra extraña en una definición en la que fútbol y humor dicen presente: “No crecí queriendo ser como Cortázar. Crecí queriendo ser como Ermindo Onega. Por eso llegué a la literatura por la puerta de atrás, con los botines embarrados y repitiendo siempre el viejo chiste: mi fracaso en el fútbol obedece a dos motivos. Primero, mi pierna derecha. Segundo, mi pierna izquierda”.
La humorada tiene el doble valor de señalar el camino que Fontanarrosa eligió recorrer como artista, pero también destaca un segundo elemento no menor: la voluntad de abordar lo popular que signa su obra completa. Un impulso que abarca todo su trabajo y va más allá del evidente vínculo que muchos de sus cuentos y novelas tienen con las diferentes capas del mundo del fútbol, su gran pasión. Dicho movimiento tiene su centro en la apropiación y uso extenso del recurso del humor, núcleo duro de toda su producción (incluyendo la literaria), cuyo origen se encuentra en los géneros de la historieta y el humorismo gráfico. Es por ese doble motivo (su determinación popular y el hábil manejo de lo cómico) que desde la academia se lo suele degradar como simple humorista, mezquinándole formalmente la categoría de escritor que la publicación de al menos 15 libros, entre novelas y cuentos, justificancon holgura.
Basta recorrer cualquier resumen biográfico para confirmar que Fontanarrosa surgió del mundo del humor y la historieta. Sin embargo no es tanta como se cree la distancia en el tiempo que separa sus primeras publicaciones gráficas, realizadas a partir de 1968, de la aparición de su primer libro de cuentos, Fontanarrosa se la cuenta, editado en 1973 a través del sello rosarino Encuadre y reeditado casi 25 años después bajo el nuevo título de Los trenes matan a los autos. Dicha publicación coincide con su llegada a la contratapa del diario Clarín, responsable en gran medida de la rápida masividad que ganó su nombre comohumorista. Sin embargo, mientras ese aspecto de su carrera se disparó a la velocidad de la luz hasta convertirlo enpoco tiempo en uno de los autores más notorios del género en el país, su obra literaria se detuvo por casi una década hasta los primeros años de la siguiente. Otra editorial rosarina, Pomaire, publica en 1981 Best Seller, su primera novela, a la que enseguida se le sumaron un segundo volumen de cuentos (El mundo ha vivido equivocado) y una nueva novela (El área 18). A partir de entonces y cada vez con una frecuencia mayor, su labor en el campo de la literatura se mantuvo en constante actividad.
De esa misma época, el inicio de los ’80, data su única incursión en el terreno teatral, cuando tras conocer al grupo humorístico Les Luthiers, que por entonces ya era uno de los números teatrales más populares de Latinoamérica, comienza a trabajar con ellos bajo la figura de asesor creativo. "Los conocí cuando presentaron [el espectáculo] Mastropiero que nunca en Rosario y se quedaron en la ciudad una semana. En esa época querían formar un grupo de apoyo que les tirara ideas.El grupo no se formó pero yo empecé a trabajar con ellos", contó el escritor sobre el encuentro con los humoristas, con quienes mantuvo un vínculo amistosoque se extendió durante toda su vida. Su trabajo con ellos consistía en aportar ideas y chistes, colaboración que se vio reflejada en algunos números del grupo, como "Canción para moverse", "Cartas de color", "Epopeya de los 15", "El sendero de Warren Sánchez" o el clásico "La gallina dijo Eureka". Fontanarrosa resumió los términos de aquella amistad en una carta pública en la que, por supuesto, no podía faltar el humor: “Yo me he colgado siempre, desvergonzadamente, del prestigio de Les Luthiers. A cualquier lado donde voy, en cualquier entrevista que concedo, menciono, como al pasar, que soy Colaborador Creativo del grupo. Y me miran como si estuviera sentado a la diestra de Dios”.
Su vínculo con el teatro fue siempre así, indirecto. Durante los últimos años algunos de sus cuentos fueron adaptados libremente a ese espacio, como ocurrió con “La mesa de los galanes” y el hilarante “Medieval Times”; o las obras Fontanarrisa y Flor nueva de antiguas risas (ambas estrenadas en Uruguay), en la que varios de sus cuentos son ensamblados en una pieza única. Pero también surgieron una serie de puestas que realizan un pastiche humorístico a partir de su obra, como Humor a la Fontanarrosa, protagonizada por Nazarena Vélez y dirección de Atilio Veronelli, o Demoledores, con Coco Sily y Daniel Aráoz, que se sirven de sus textos para montar mecanismos que tienen más de charla de café (espacio recurrente en la obra del rosarino) que de teatro en el sentido tradicional. Si algo vuelve a dejar claro ese aspecto involuntario de su labor como escritores la persistente necesidad de hacer contacto con sus lectores (en este caso, su público) que signa desde el origen a su obra literaria. “Uno prefiere que guste el trabajo, pero a eso de escribir para los escritores yo no le encuentro la gracia. La cosa son los lectores”, afirmó alguna vez el escritor.
Pero la elección de desarrollar una obra a partir del humor no es lo único que pone de manifiesto ese perfil del trabajo de Fontanarrosa. Muchos de sus cuentos y novelas han sido concebidos a partir de un constante juego hipertextual que los conecta con otros géneros asociados alo popular, como el omnipresente fútbol pero también el cine, la televisión o, sin salir del espectro literario, el pulp y la novela negra. Sacando al deporte nacional, el resto de esos elementos proceden de la cultura pop estadounidense, con la que Fontanarrosa mantuvo un diálogo intenso que atravesó de forma transversal los diversos formatos sobre los que trabajó. Un intercambio que se movió sobre todo por los andariveles de la parodia, la farsa y la apropiación y recodificación de estos lenguajes. Características que se hacen visibles en el resto de su bibliografía, integrada por los libros de cuentos No sé si he sido claro (1986), Nada del otro mundo (1987), El mayor de mis defectos (1990), Uno nunca sabe (1993), La mesa de los galanes (1995), Una lección de vida (1998), Puro fútbol (2000), Te digo más... (2001), Usted no me lo va a creer (2003), El rey de la milonga (2005), el póstumo Negar todo (2013), y su tercera novela, La gansada, editada en 1985.
A pesar de lo prolífico, su talla literaria sigue siendo reducida a un papel de reparto. Basta mencionar como prueba el hecho de que en la sinopsis biográfica que publica en su sitio web la propia editorial Planeta, actual dueña de los derechos de edición de la obra de Fontanarrosa, apenas se mencionan al pasar su primera novela y se consigna de forma errónea a El mundo ha vivido equivocado como su primer libro de cuentos. Del resto, ni noticias. En cambio se destaca su currículum como humorista gráfico, realizando una enumeración exhaustiva que no ahorra los nombres de sus personajes más conocidos ni los de las revistas en los que estos aparecieron publicados. Más allá de la injusticia, este acto de olvido sin embargo se encuentra en línea con lo que el autor manifestó muchas veces a lo largo de su vida. En el sitio de Ediciones de La Flor–casa histórica de Fontanarrosa, pero que tras su muerte perdió los derechos de seguir publicando sus libros a manos de Planeta,luego de que un triste proceso judicial enfrentara a sus herederos—, se consigna una frase que ilustra la manera en que el rosarino transitó este constante acto de negación. “De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura y me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro”. 

Artículo publicado originalmente en la revista Caras y Caretas.

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