Luego de un comienzo de año agobiante, el verano 2017 parece haberse tomado un descanso durante la primera mitad de febrero, una gentileza que al menos aquellos a quienes les ha tocado hacer base en Buenos Aires agradecen como el mendigo a una limosna. No así quienes se han trasladado con sus rutinas vacacionales a las distintas ciudades balnearias de las costas argentinas o uruguayas (o a algunas otras costas), que den sentir que el clima se ensaña con ellos, haciéndolos morir de calor mientras trabajan o azotándolos con ráfagas de viento y lluvia cuando se disponían a disfrutar del merecido descanso estival. En medio de alivios y desazones, otras rutinas se mantienen imperturbables ante los avatares del tiempo, ajenas a todo menos a sí mismas, cumpliendo con las férreas directrices de un almanaque que tampoco se permite doblegarse a los caprichos climáticos. Es así que, como ocurre cada verano desde 1951, el Festival Internacional de Cine de Punta del Este reedita una vez más su sana costumbre de traer una selecta colección de películas elegidas entre lo mejor que se ha visto durante el último año del calendario cinematográfico mundial.
También es cierto que este festival se ha tomado algunos descansos involuntarios desde su fundación hace ya 66 años, edad que lo convierte en uno de los más longevos del mundo y tal vez el más antiguo de América latina. Pero eso no es lo más importante ahora, porque el Festival de Punta del Este está entregando hasta el 19 de febrero su 20° edición, que con el ímpetu de los números redondos obliga a celebrar más que nunca (o mejor dicho, como siempre) que sus puertas vuelvan a abrirse para compartir la experiencia inagotable del cine. Blasones no le faltan a este encuentro, que fuera fundado por un grupo de iluminados, entre quienes se contaba el inolvidable crítico y periodista oriental Homero Alsina Thevenet, maestro de de periodistas, quien fuera además editor en jefe de la sección de Cultura y Espectáculos de PáginaI12 durante sus primeros años. Cuenta la leyenda que fue durante la segunda edición del Festival de Punta del Este, en 1952, cuando aquella elite de la cinefilia vernácula le dio el espaldarazo internacional al gran Ingmar Bergman, a quien hoy se incluye en un sitial de privilegio entre una media docena de los más grandes directores de cine de la historia. A partir de los premios recibidos en la tradicional ciudad balnearia, Bergman vio aumentar muy rápidamente su prestigio alrededor de todo el mundo. Intentando ser fieles a ese legado casi mitológico (aunque absolutamente real y verificable), esta vigésima edición invita a todos los amantes del cine que quieran ser parte de la celebración.
Con la programación a cargo del crítico (y actor) uruguayo Jorge Jelinek por segundo año consecutivo, la lista de películas seleccionadas vuelve a incluir dentro de su Competencia Oficial un conjunto de películas escogidas dentro de lo más destacado de la producción latinoamericana. Y ya desde el día cero el festival acepta el desafío de intentar demostrarlo, con la proyección de Ellis, del director Hugo Pratt, una biopic que busca recuperar la figura de la cantante Ellis Regina (1945-1982), una de las máximas representantes de la música brasilera en su período más deslumbrante, entre las décadas de 1960 y 1970, con la explosión del tropicalismo y la bossa nova, período que compartió con varias generaciones de artistas inolvidables. Por su parte el programa le reserva el honor del cierre de esta edición a otro film biográfico, Jackie, primer trabajo dentro de la industria estadounidense del controvertido cineasta chileno Pablo Larraín, en el que traza un perfil de Jaqueline “Jackie” Kennedy Onassis, esposa y viuda del presidente de los Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy, una de las mujeres más influyentes de su tiempo. Aunque tras el impactante asesinato de su marido, Jackie Bouvier (tal su apellido paterno) se casó en segundas nupcias con el millonario de origen griego Aristóteles Onassis, la película de Larraín se concentra sólo en el período entre 1961 y 1963 en que la protagonista desempeñó el papel de primera dama de su país.
Dentro de la Competencia Iberoamericana se destaca la presencia de dos de las mejores películas argentinas estrenadas durante 2016. Una de ellas es El limonero real, adaptación de la novela homónima de Juan José Sáer, que forma parte de la extensa y soberbia obra de Gustavo Fontán. Al igual que otras películas del director, las acciones de El limonero real transcurren en el universo fluvial y rivereño del río Paraná, en donde Fontán vuelve a mostrar su habilidad para manejar una mirada capaz de penetrar en ese lugar entre la vigilia y lo onírico en donde habitan los fantasmas de la memoria y el alma. Haber filmado una novela considerada por años como infilmable es otra de las grandes proezas que realiza Fontán en su último trabajo. La otra película nacional en competencia es Pinamar, segundo trabajo de Federico Godfrid tras la delicada La Tigra, Chaco, codirigida por Juan Sasiaín. Igualmente cálida, Pinamar (aún no estrenada comercialmente) retrata el vínculo de dos hermanos que deben vender un departamento en la ciudad balnearia de la costa bonaerense como parte del duelo por la muerte reciente de su madre. Godfrid consigue, sin grandes artificios y sin caer en la pereza de la manipulación, montar un mapa emotivo del momento y conmover genuinamente a quien tenga ganas de dejarse llevar por su relato.
La competencia se completa con la brasileras El mate, de Bruno Kott y Remolino, de José Luiz Vilamarín; las chilenas El cristo ciego, de Christopher Murray y Rara (en coproducción con la Argentina), de Pepa San Martín; las múltiples coproducción Oscuro animal, del colombiano Felipe Guerrero, que ya tiene fecha de estreno en nuestro país, y Santa y Andrés, de Carlos Lechuga; las españolas La próxima piel, de Isaki Lacuesta e Isa Campo, y Que Dios nos perdone, de Rodrigo Sorogoyen; la mexicana La caja vacía, de Claudia Sante-Luce; la peruana La última tarde, de Joel Calero; y la portuguesa Hielo, de Gonçalo Galvão Teles y Luís Galvão Teles, y el estreno de la coproducción argentino uruguaya El Sereno, de Oscar Estévez y Joaquín Mauad, con los trabajos protagónicos de Gastón Pauls y el oriental César Troncoso, reconocido en la Argentina sobre todo por su trabajo en Infancia clandestina, de Benjamín Ávila, y El baño del Papa, de César Charlone y Enrique Fernández.
El cine argentino también aporta varios títulos a la sección Panorama Internacional. Entre ellas el último y discutido trabajo del documentalista Néstor Frenkel, Los ganadores; la comedia negra ¡Maldito seas, Waterfall!, de Alejandro Chomski (quien además integra el jurado de la Competencia); El sacrificio de Nahuel Puyhelli, la película más reciente del siempre interesante José Campusano; y QTH, film de Alex Tosenberger. Dicho panorama cuenta además con una lista interesante de filmes que vienen precedidos de buenos desempeños y críticas en las ediciones 2016 de distintos festivales de prestigio. En dicho lote se encuentra La muerte de XIV, Albert Serra; Dos noches hasta la mañana, del finés Mikko Kuparinen; Las inocentes, de Anne Fontaine; la franco belga Noticias de la familia Mars, de Dominik Moll; la multinominada a los premios Oscar Moonlight, de Barry Jenkins, de reciente estreno local; Querido papá, del israelí Yuval Delshad; Afterimage, del maestro polaco Andrej Wajda;y Paradise, del ruso Anderi Konchalovsky.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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