El Premio Nobel de Literatura llega este año con una doble expectativa. Por un lado la de siempre: conocer al ganador, instancia que, como acostumbra la Academia Sueca encargada de dirimirlo, seguramente dejará tela para cortar. La otra, la infrecuente decisión de la entidad de posponer el anuncio una semana. Para evitar suspicacias acerca de la demora, la propia Academia informó que la misma no obedecería a ninguna falta de acuerdo, sino a una simple falla protocolar. Es que los miembros del comité de elección deben reunirse durante los cuatro jueves anteriores al del anuncio, condición que este año no han podido cumplir por cuestiones de “almanaque”. Eso es lo que dijeron. Como era de esperarse, la explicación no consiguió desactivar los chimentos –ya se sabe: la gente es mala y comenta— y no tardaron en aparecer teorías sobre pujas irresolubles para acordar un ganador.
Lo cierto es que el mentado comité tiene como objeto elegir todos los años a un escritor para reconocer y celebrar su obra, sin que nunca quede claro cuáles son los patrones, reglas o criterios que organizan la lógica de la Academia. Justamente es ese carácter impredecible el que permite que cada temporada las casas de apuestas se conviertan en un hervidero de discusiones, en las que se intenta desentrañar el algoritmo que permitiría acertar un pleno literario, adivinando al próximo ganador del Premio Nobel. Tarea difícil, teniendo en cuenta que rara vez el favorito en las apuestas acabó recibiendo el premio. Uno de esos casos excepcionales ocurrió el año pasado, cuando la bielorrusa Svetlana Alexiévich recibió el premio tras ser primera en la lista de preferidos. Debe decirse que el sistema que les permitió a los apostadores convertir en favorita a una escritora de exposición tan limitada y escaso reconocimiento y popularidad fuera de su país resulta tan misterioso como los mecanismos de elección de la Academia Sueca. La pregunta se repite cada año: ¿de qué manera se elige un Premio Nobel de Literatura? O visto desde la vereda de enfrente: ¿cómo deciden los apostadores a qué escritor jugarle sus fichas?
Es cierto que los argumentos literarios no son los únicos que se ponen en juego dentro de las internas del Nobel. Sobre todo en lo que va del siglo XXI, en el que la elección parece cada vez más atravesada por la necesidad de mantener cierto equilibrio global que de a poco se aparta del eurocentrismo machista que signó las premiaciones durante el siglo anterior, en el que el reconocimiento fue entregado a 71 autores europeos y a sólo a 25 provenientes del resto del mundo (de los cuales diez eran norteamericanos). En el reparto por géneros la diferencia es todavía más marcada, con apenas nueve mujeres reconocidas por su obra literaria durante el siglo XX. Es significativo que en los últimos 15 años ambas minorías crecieron hasta un 30% del total.
Por eso no extraña que entre los primeros diez puestos de la actual lista de apuestas en la casa Ladbrokes haya seis escritores nacidos en Europa y siete del resto del mundo. Entre estos se encuentra el argentino César Aira, quien desde hace cinco años aparece en posiciones cada vez más relevantes de la lista. Tampoco soprende que en ese mismo lote haya sólo una mujer, la estadounidense Joyce Carol Oates. Dicha escasez obedece a que en los tres últimos años fueron premiadas dos escritoras (Alexiévich y la canadiense Alice Munro en 2013) y en vista de las estadísticas señaladas resulta poco probable que el premio vuelva a tener destino de mujer.
Atendiendo a esta cuestión de cupos también pueden evaluarse como muy altas las posibilidades del keniata Ngugi Wa Thiong'o, teniendo en cuenta que en 115 años apenas dos escritores negros recibieron el premio y que sólo uno era africano (el nigeriano Wole Soyinka en 1986). La última fue la estadounidense Toni Morrison en 1993, que además fue la última estadounidense premiada, dato que sirve para elevar las posibilidades estadísticas de Philip Roth o Don Delillo (aunque el premio de Munro, también norteamericana, puede jugarles en contra). El caso Haruki Murakami ya suena a cuento chino: abonado al podio de las apuestas por más de una década, el japonés parece sin embargo condenado a no recibirlo nunca. O al menos no este año: el premio otorgado en 2012 al chino Mo Yan parece demasiado reciente para que otro escritor oriental se lleve los 930 mil euros del premio.
El contexto geopolítico, que el año pasado pareció favorecer la elección de Alexiévich, notoria militante anti Putin, este año podría ser la carta ganadora del sirio Adonis. Poeta, Adonis tiene una mirada feroz sobre el conflicto que desde hace unos años devasta a su país, en la que no tiene piedad ni con el papel que en ella están jugando los EE UU y Rusia, ni con el fundamentalismo islámico, ni con el nacionalismo sirio. Todo eso lo convierte en el gran candidato políticamente correcto del año.
En cuanto a las chances reales de Aira, bueno, sería una de esas sorpresas que de tanto en tanto les gusta dar a los suecos. Los siete años que lo separan de la elección de Mario Vargas Llosa suenan a suficientes para que otro autor en lengua española vuelva a recibir el Nobel. En su contra tiene al español Javier Marías, que está por encima de él en las apuestas y cuyo origen europeo esta vez le juega a favor, teniendo en cuenta que Aira y Vargas Llosa son latinoamericanos.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
Darle el Nobel a Aira es como darle el premio al mejor jugador de la historia a Ruggeri. Si los mejores argentinos Borges y Lugones quedaron en la via...con este galardon los suecos tocarian fondo.
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