viernes, 16 de septiembre de 2016

CINE - "La Fidelidad", de Eduardo Yedlin y Walter Tejblum: El santuario escondido

A pesar de sostenerse en una construcción convencional en términos cinematográficos, el documental La Fidelidad, de Eduardo Yedlin y Walter Tejblum, cumple con una de las (posibles) premisas del género: iluminar un tema que es desconocido para la mayoría del público, para hacerlo visible y darle relevancia. Y si bien el trabajo realizado por sus directores no se aparta de las líneas básicas que suelen organizar las estructuras de los documentales de viaje e investigación –incluyendo testimonios directos, a veces bajo la figura de cabezas parlantes; el uso de materiales de archivo, algunos de auténtico valor histórico; y escenas que retratan los lugares relevantes de la historia que se va a contar—, cumple con creces en aquello de echar luz sobre un área ignorada. En este caso la historia de la estancia La Fidelidad, uno de las áreas privadas más extensas de la Argentina, que ocupa 250 mil hectáreas en el corazón del Impenetrable, entre las provincias del Chaco y Formosa. Un territorio que representa además el último pedazo de selva chaqueña que se conserva casi intacto, como antes de que el hombre blanco llegara para arrasar la región hace apenas un siglo atrás.
Y si nadie conoce la existencia de este enorme santuario en el que todavía es posible encontrar infinidad de especies zoológicas y botánicas que prácticamente se han extinguido fuera de sus límites, menos se podrá saber que las tierras fueron pasando de mano en mano desde su expropiación a los pueblos originarios que las habitaban y todavía hoy las reclaman. Ni que uno de sus dueños fue Jorge Born, quién se desprendió de ellas antes de abandonar el país en 1976, pocos años después de su secuestro a manos de la organización Montoneros. Ni que Born le vendió esa estancia a los hermanos Roseo, dos italianos hijos de una familia de la servidumbre histórica del Castel Gandolfo, el palacio de vacaciones de los papas católicos. Ni que el menor de ellos, Manuel, la conservó hasta su violento asesinato, ocurrido en el pueblo de Castelli, cercano a su propiedad, en 2011. Ni que desde entonces la propiedad se encuentra en un complejo trámite sucesorio en el que, entre otras cosas, se evalúa convertirla en parque nacional debido a su incalculable riqueza como reserva biológica.
El documental realiza un racconto histórico eficiente, en el que queda claro el papel que desempeñaron los grandes capitales empresarios como principales responsables de la devastación forestal llevada adelante en lo que fuera el Gran Chaco. Los mismos que han convertido a toda el área en un gran desierto verde al que hoy se conoce como República de la Soja. Datos que no hacen más que subrayar la necesidad de conservar un santuario natural de las proporciones de La Fidelidad. En cambio nunca consigue acercarse a revelar la trama detrás del asesinato de Manuel Roseo, sin dudas víctima de una red de intereses muy difícil de exponer.  

Artículo escrito para ser publicado en la sección Espectáculos de Página/12.

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