Clásico exponente del cine catástrofe, Horizonte profundo, nuevo trabajo del director Peter Berg, propone un modelo que responde a las reglas propias del género y se maneja con ellas de manera eficaz. Tanto que, aun apoyándose sobre una progresión dramática anunciada y previsible, consigue mantener la tensión y la atención a lo largo de todo el film. Como en la mayoría de los exponentes notorios de esta rama del cine industrial –que se dedica a narrar la supervivencia (o no) de un grupo de personajes que, reunidos a partir una eventualidad en común, deben atravesar toda clase de tragedias masivas–, en Horizonte profundo la gracia no tiene que ver con una vuelta de tuerca final que busca sorprender. Más bien todo lo contrario: si en Infierno en la torre, en La aventura del Poseidón o Terremoto, todo el mundo estaba alertado de que el edificio se quemaría sin remedio, el barco no conseguiría zafar de la vuelta de campana y la ciudad de Los Ángeles quedaría en ruinas por culpa de los caprichos de la falla de San Andrés, en este caso todos saben que la plataforma petrolera en la que trabajan los protagonistas tarde o temprano acabará explotando. Sólo que acá las certezas son mucho más firmes, porque además se trata de la ficcionalización de uno de los desastres pretroleros más terribles de la historia, ocurrido durante 2010 en una plataforma ubicada en las aguas del Golfo de México, en la que trabajaban más de 120 personas y que le costó la vida a once de ellas.
El interés no pasa, entonces, por la incertidumbre, por saber si la fatalidad tendrá lugar o no. Ni siquiera por conocer la forma en que los personajes reaccionarán y se desenvolverán ante las desgracias que el destino les vaya proponiendo. Si en ese sentido el trabajo de Berg parece volverse tan sencillo y prolijo como certero es porque, en primer lugar, nunca se olvida de que sus cartas siempre están sobre la mesa y que el espectador las conoce desde el comienzo.Ante ese panorama, el director parece entender que su trabajo se sostiene en dos pilares fundamentales. El primero consiste en delinear personajes arquetípicos, algunos de ellos construidos a partir de representaciones sumamente conservadoras, con los que el público pueda identificarse y conectar con facilidad. Un héroe obrero con una familia hermosa por la cual pelear (Mark Wahlberg); un capataz que es un campeón de la ética, acorralado por la lógica maliciosa de los negocios (el eterno Kurt Russell); un empresario mezquino e inescrupuloso para quien el factor humano es apenas uno de los términos dentro de una ecuación financiera (John Malkovich, eficaz como de costumbre); una joven profesional y moderna que se abre paso en un mundo de hombres pero que, tarde o temprano, necesitará ser salvada por uno de ellos (Gina Rodríguez); y una madre y esposa que con coraje y estoicismo no renuncia a la esperanza y además está buenísima (Kate Hudson).
A partir de ese logro, que así enumerado parece un trabajo simple cuando no lo es, Horizonte profundo consigue producir y sostener un estado de ansiedad motorizado por el hecho de poner al espectador a ser testigo de las situaciones límite a las que cada uno de estos personajes modélicos van quedando expuestos. Esa tensión constante es la segunda columna que sostiene la efectividad de la película. Para apuntalarla, Berg no sólo apela a presentar los hechos a partir de una progresión dramática en la que los indicios van apretando el relato en un embudo que desemboca en el desastre, sino que no duda en recurrir a otras herramientas clásicas del cine. Entre ellas una banda sonora minimalista, que no necesita hacer aspavientos para convertir al espectador en una bola de nervios.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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