Además de adelantarse una semana para comenzar sus actividades antes de que termine febrero (en lugar del que fuera su acostumbrado lugar en el almanaque festivalero durante los primeros días del mes de marzo), la 19 edición del Festival Internacional de Cine de Punta del Este (FIC Punta) ha traído además otras novedades, vinculadas en primer lugar con el aspecto político. Las últimas elecciones que tuvieron lugar en el Uruguay, a mediados de 2015, le permitieron al Partido Blanco desalojar al Frente Amplio tras 10 años de gobierno en el departamento de Maldonado, al que pertenece la ciudad balnearia que oficia de sede de este tradicional encuentro de cine. Dicha circunstancia dio lugar a un cambio en la gestión artística del festival, que en sus últimas ediciones había estado a cargo de Alejandra Trelles y María José Santacreu, de Cinemateca Uruguaya. Licitación mediante, esta edición 2016 (que comenzó el domingo y se desarrollará hasta el próximo sábado) es la primera de cuya producción se encarga Fernando Goldsman, empresario y gestor cultural con experiencia en la organización de otros festivales de cine de menor envergadura, como el Festival de Cine Judío de Uruguay o el Festival Latinuy de cine latino, entre otros. La gran apuesta de Goldsman fue la de poner al frente de la programación de FIC Punta al reconocido crítico uruguayo Jorge Jellinek, quien conformó un equipo de programación integrado por el crítico peruano Isaac León Frías; el colombiano Oraldo Mora; Marcos Santuario, periodista y crítico brasileño, director del Festival de Cine de Gramado (Brasil); y el crítico argentino Alfredo “Fredy” Friedlander.
La jornada de apertura del festival estuvo atravesada por este cambio de gestión. El propio Goldsman se encargó de recordar en su discurso inicial que su equipo apenas contó con poco más de cuarenta días para organizar la programación y las actividades, debido a que la licitación aludida se resolvió recién durante los últimos días del año pasado. Del mismo modo subrayó la merma presupuestaria, siendo austeridad y autosustentabilidad las palabras más repetidas por él y por Jorge Céspedes, nuevo director general de cultura de Maldonado, durante la ceremonia de inicio. Sin embargo ambos también confiaron en que el entusiasmo ante el nuevo desafío podría de algún modo suplir las carencias económicas, sin afectar la calidad artística de la programación.
Durante la gala de inicio y antes de la proyección del film de apertura, Ausencia, del director brasileño Chico Texeira, ganador de la última edición del festival de Gramado, las autoridades homenajearon a George Hilton, actor que tuvo su era dorada en la década de 1960 como estrella de un buen número de spaghetti westerns. Nacido en Montevideo en 1934 como Jorge Hill Acosta y Lara, George Hilton dio su primer gran paso dentro de aquellas recordadas películas que revolucionaron el género de vaqueros en Tiempo de masacre (1966), del maestro del giallo y el spaghetti Lucio Fulci, en donde fue coprotagonista de Franco Nero. A partir de ahí trabajó en una larga lista de títulos que pertenecen a la serie B del género, en las que fue dirigido, entre otros, por nombres como León Klimovsky, Lamberto Bava o Enzo Castellari; compartió cartel con actores como Klaus Kinski, Ernest Borgnine y hasta Carlos Monzón y Susana Giménez (en El macho, de Marcello Andrei, 1977); y alguna vez fue Sartana, personaje icónico que como Django, Sabata o Santana, se repetían en distintas películas actuados por diferentes actores.
Hilton además será parte de la esperada Keoma Rises, un proyecto que a la manera de la saga Los Indestructibles (en la que Sylvester Stallone reunió a las grandes estrellas de acción de los años 80), volverá a juntar a buena parte de los nombres inolvidables del mondo spaghetti, en una nueva aventura dirigida por el mencionado Castellari. De ese elenco forman parte, además del uruguayo Hilton, desde el propio Nero y Bud Spencer a Tomás Milian, Gianni Garko y Fabio Testi. Nada menos.
Como ya es tradición, la sección competitiva está compuesta íntegramente por producciones iberoamericanas. En representación de la Argentina aparecen dos títulos de peso. Una de ellas es La patota, segundo largometraje de Santiago Mitre como director que cuenta con una eficaz actuación de Dolores Fonzi, que pasó con gran repercusión por los festivales de Cannes y San Sebastián. Remake del film homónimo de 1961 dirigido por Daniel Tinayre y protagonizado por su esposa, Mirtha Legrand, La patota cuenta la historia de una maestra rural que es violada por un grupo de jóvenes y plantea una serie de discusiones entre lo social y lo filosófico acerca de temas como la culpa o la criminalización de la pobreza, cuyos alcances no están exentos de polémica.
Tercer trabajo del director Ariel Rotter, La luz incidente es el otro título argentino en competencia. Ambientada en la década de 1960 y estelarizada magistralmente por Erica Rivas y Marcelo Subiotto, la película (cuyo estreno en la Argentina es inminente) narra un pasaje de la vida de una joven viuda en el momento en que intenta empezar a rehacer su vida. Los otros títulos en competencia son Casi memoria, de Ruy Guerra (Brasil); Solos, de Joanna Lombardi (Peú); Felices 140, de Gracia Querejeta (España); Vida sexual de las plantas, de Sebastián Brahm (Chile); Clever, de Federico Borgia y Guillermo Madeiro (Uruguay); y las coproducciones Estuve en Lisboa y me acordé de ti, de José Barahona, La delgada línea amarilla, de Celso García, El acompañante, de Pavel Giroud y Prueba de Coraje, de Roberto Gervitz.
Como ya fue señalado, el honor de abrir el festival le correspondió a Ausencia, cuyo relato orbita en torno de la vida de Serginho, un chico de 14 años creciendo en un entorno desventajoso. Vinculada con películas de iniciación adolescente en las que la mirada social forma parte central del registro cinematográfico, entre las que pueden incluirse Los 400 golpes de François Truffaut o Crónica de un niño solo, de Leonardo Favio, Ausencia comienza con el abandono de la casa familiar por parte de un padre. El título no sólo alude a la salida de escena paterna y al modo en que el protagonista debe encargarse de llenar los huecos que esta deja -como hombre de una madre alcohólica; como padre de un hermano menor tan desamparado como él mismo; como sostén económico del grupo-, sino al modo en que este debe comenzar a lidiar con los espacios vacíos que el abandono abre en su propia vida. Texeira logra superponer la voracidad afectiva de Serginho con la aparición de un deseo no menos famélico, que el chico no sabe de qué modo saciar. En ese punto Ausencia presenta no pocos puntos de contacto con Ausente, película del argentino Marco Berger, con la que comparte mucho más que la familiaridad del título. No menos curioso: ambas películas participaron en diferentes ediciones del Festival de Berlín.
Artículo publicado originalmente en la sección Espectáculos de Página/12.
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