sábado, 16 de mayo de 2015

LIBROS - "El cine de terror en la Argentina", de Carina Rodríguez: Historia del miedo

No hace falta ir muy atrás en el tiempo para que pensar en una película de terror argentina fuera sino una fantasía, al menos motivo de burla. Hace apenas diez años que los exponentes del género producidos en el país han podido despegarse del karma que significaba cargar con la etiqueta que los tildaba de bizarros, cuando no de ridículos. Más allá de las limitaciones artísticas que pudieran tener los responsables de dichos proyectos, es cierto que el género tampoco recibía una atención adecuada. Es decir, mientras las leyes del cine y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) daban un marco legal e instrumentaban los planes de fomento para promover y sostener al cine argentino, los proyectos que se proponían abordar el cine de terror eran literalmente ignorados: el cine de terror como desaparecido. Para comprobarlo sobra con un ejemplo: desde el estreno en 1988 del film Alguien te está mirando, dirigido por Gustavo Cova y Horacio Maldonado debieron pasar dos décadas hasta el estreno de Visitante de invierno, de Sergio Eskenazi, para que el INCAA volviera a darle apoyo oficial a una película de terror. ¿Quién dijo que 20 años no son nada?
Sin embargo no debe pensarse que durante todo ese tiempo el cine de terror dejó de existir en la Argentina. Por el contrario, toda una generación de cineastas jóvenes interesados en contar historias fantásticas o aterradoras, comenzó a gestarse, cuando no, en el sótano de la industria. A mediados de la década de 1990, un grupo de chicos de Haedo recién salidos de la escuela secundaria filmaron de manera artesanal una película que se convirtió en leyenda y piedra fundamental de lo que hoy se conoce como cine independiente fantástico argentino. Rodada en video por las calles del barrio, con amigos disfrazados de muertos vivientes y deliberadas intensiones farsescas, Plaga Zombie de Hernán Sáez y Pablo Parés fue el puntapié que dio inicio a una movida que se encuentra en pleno ascenso, pero todavía lejos de haber explotado su potencial al máximo.
Con una producción que amplía cada vez más sus horizontes temáticos y va elevando la vara de su propia calidad, el cine de terror argentino ha ido sumando títulos en los que los nombres de directores, actores y técnicos comienzan a repetirse y a construir de a poco una escena cada vez más sólida. ¡Malditos sean!, de Fabián Forte y Demián Rugna; La memoria del muerto, de Valentín Javier Diment; Sudor frío o Penumbra, de Adrián y Ramiro García Bogliano; o las más recientes Necrofobia 3D, de Daniel de la Vega (primera película de terror nacional incluida en la Competencia Internacional de Bafici) o Naturaleza muerta, de Gabriel Grieco, son ejemplos del espacio que el género ha conseguido dentro de la industria local, más allá de las consideraciones críticas que puedan hacerse de cada una. Justamente del universo, la historia y la actualidad del cine de terror nacional se ocupa Carina Rodríguez en su libro El cine de terror en la Argentina: producción, distribución, exhibición y mercado (2000-2010), editado por la Universidad Nacional de Quilmes.
Licenciada en Comunicación, Rodríguez realiza en su libro un estudio detallado sobre el género, que no sólo atiende a su estado actual, sino que se preocupa por investigar, entender e intentar un desarrollo diegético del cine de terror en el país. "Es un género que amo desde pequeña", dice la autora, cuyo libro surgió inicialmente como un proyecto de tesis para una Maestría en Industrias Culturales. "Cuando di con el tema fue como encontrar una perla en medio del mar, porque se trataba de un tema poco explorado y que me apasionaba", agrega. Algunos de los números y estadísticas que Rodríguez compila en su libro llaman la atención. Por un lado, la alta tasa de películas de terror, sobre todo norteamericanas y en general de bajo presupuesto, que se cuentan cada año entre los estrenos de cinematográficos. En su mayoría se trata de películas que representan una inversión de bajo riesgo y razonables márgenes de ganancia para las distribuidoras, porque el público suele reaccionar de manera positiva ante ellas. A partir de ahí se tiende a pensar que ese mismo público debería sentirse atraído por la posibilidad de ver películas de terror producidas en la Argentina, una suposición que no se verifica en la realidad, a pesar de que la mayoría de ellas no tienen nada que envidiarle al grueso de la producción extranjera. "Creo que eso tiene que ver con la 'educación de la mirada' que tenemos los argentinos y una gran parte del mundo. Crecimos viendo películas de terror anglosajonas y esperamos ciertas convenciones e impactos visuales presentes en estos films", reflexiona Rodríguez. "Lo mismo sucede con los directores nacionales que tuvieron las mismas influencias. Aún falta recorrer un largo camino para empezar a construir una estética autóctona."

–¿Cómo se hace para revertir eso?
–La situación del mercado cinematográfico argentino no es ajena a la existente en el resto del mundo. La diferencia es la presencia del INCAA y las políticas de comunicación audiovisuales, que convierten a nuestro país en uno de los mayores productores de habla hispana. Sin embargo, la distribución y la exhibición quedan en manos del mercado y es ahí donde se producen las mayores fallas. Son muchas las herramientas que está desplegando el Instituto para el género: subsidios, estrenos en sala, cuotas de pantalla, ciclos en INCAATV, la programación de películas y charlas en el Bafici, la creación de un mercado específico para películas de terror en Ventana Sur o la apertura de un concurso específico para este género. Estas medidas son inéditas a nivel mundial, ya que en general las políticas estatales se dirigen a proyectos de "cine arte". El INCAA está haciendo todo lo posible para que el género llegue a los espectadores. Sólo resta empezar a modificar esta "mirada colonizada".
–¿Cómo creés que seguirá evolucionando el género? 
–El terror argentino es joven, nació en la década de 2000 totalmente independiente de los modos de producción industrial. El ejercicio de rodar ha brindado a los realizadores las posibilidades para hacer cine de calidad con poco dinero. Tiene limitaciones económicas y formales pero también mucho potencial, considerando el desarrollo explosivo que hizo en sólo una década. Estos bajos márgenes de costos permiten la experimentación, la búsqueda de nuevos lenguajes, la adopción de riesgos formales frente a un cine de presupuestos elevados que no tiene demasiado espacio para innovar porque está obligado a recuperar la inversión. De alguna manera, estos directores guerrilleros aprendieron a hacer mucho con poco.  
–Hay países que consiguieron generar una estética del terror muy vinculada con la propia cultura y el folclore nacional, como el caso de Japón o algunas películas españolas o mexicanas. ¿Existe un cine de terror argentino, con códigos y un marco de referencia cultural propio?
–Creo que el terror argentino todavía carece de marcas estéticas comunes y que responde más a criterios personales que a una identidad local. Es un género que no se define por sí mismo sino en contraposición a lo que no quiere ser: aburrido, lento y "realista", que es como ve y define al cine argentino actual. Aún le falta explotar los monstruos locales. Algunas películas lo han hecho: Sudor frío y ¡Malditos sean! abordan la última dictadura militar; el tópico de Naturaleza muerta es esencialmente argentino (un asesino vegano en uno de los mayores países productores y consumidores de carne). De a poco están surgiendo las tendencias que pueden distinguir y destacar al género en el exterior.  
–En el libro mencionás que en Argentina el horror siempre estuvo vinculado a lo político y lo social, empezando con El Matadero de Echeverría, y que ese hecho ha impedido la explosión del género en su vertiente más sobrenatural.
–Se trata de un género que no llegó a desarrollarse completamente y que muchas veces se mezcla con la sátira o el humor. En definitiva, es una inoculación extranjera que de a poco está tomando un tinte autóctono. No considero que los intentos personales estén destinados a fracasar: una filmografía nacional que brilla está conformada por varios puntos de vista personales y brillantes. Esos puntos de vista ya existen en el terror argentino y se están moviendo en la dirección correcta.

Para Conseguir el libro: Librofilm Av. Corrientes 1145 local 13 o Av. Santa Fe 2450. local 1. Y en Librería Nota al pie, Roque Sáenz Peña 352, Galería Rosa de los Vientos, Bernall.
Descarga gratuita del libro en PDF: www.facebook.com/cinedeterrorargentino

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

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