miércoles, 22 de abril de 2015

CINE - 17 BAFICI: Michel Houellebecq en BAFICI - Dos películas en los márgenes

Una sorpresa en la programación del 17º Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici): eso representan las dos películas que tienen como protagonista a Michel Houellebecq. Lo curioso de ambas, que cualquiera podría imaginar que vienen por el lado del documental sobre su figura o del ensayo acerca de su obra, es que en realidad son ficciones donde el ácido escritor francés ocupa (y se destaca en) el infrecuente rol de actor. Una es Near Death Experience (Experiencia cercana a la muerte, 2014), de la excéntrica dupla de directores integrada por Benoît Delépine y Gustave Kervern, que participa de la Competencia Vanguardia y Género; la otra, L’enlèvement de Michel Houellebecq (El secuestro de MH, 2014), extraño film del director Guillaume Nicloux, en el que el escritor se interpreta a sí mismo, pero sin salirse del marco ficcional. Más allá de la relevancia del autor dentro del panorama literario mundial en la actualidad, no está de más indagar acerca de si hay más allá de él, algún valor cinematográfico en las películas. 
Si alguien preguntaba por Houellebecq, digamos, seis meses atrás, sólo quienes tuvieran un vínculo cercano con la literatura o la lectura como actividad cotidiana lo hubieran reconocido. Pero la fuerza de la masacre de París, en la que 12 personas, la mayoría humoristas gráficos, fueron asesinadas dentro de la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo a manos de una célula de extremistas islámicos, consiguió hacer que su nombre trascendiera involuntariamente los círculos cerrados, para instalarse más allá de las fronteras mediáticas. El enlace entre la matanza y él estuvo dado por la presencia de una caricatura suya ilustrando la primera plana del número de esa revista que estuvo en la calle dos días después de los asesinatos. En ella, bajo el título de Las predicciones del mago Houellebecq, se presentaba al escritor con un gorro cónico estilo mago Merlín y un cigarrillo como varita mágica. El personaje daba dos vaticinios: "En 2015 perderé mis dientes" y "¡en 2022 haré el Ramadán!".
El chiste hace referencia a su última novela, Sumisión, que llegó a las librerías el mismo día en que ese número de la revista salió a la venta. En ella el escritor imagina que en 2022 una coalición política liderada por una agrupación islámica derrota a los partidos tradicionales franceses en las elecciones nacionales, imponiendo al primer presidente musulmán de la historia de Francia. Si esa fantasía a priori hacía aparecer a Sumisión como una "novela de terror" para muchos ciudadanos franceses, individuos que forman parte de una sociedad en la que la islamofóbica es un fenómeno crecientemente, los hechos posteriores terminaron de quitarle a la figura de Houellebecq toda posibilidad de grises. Se lo defiende o se lo condena sin posibilidad de hacer paradas en las estaciones intermedias.
¿Pero esa pirueta hacia las primeras planas globales realmente representó un acto involuntario? Todo hace pensar que no. Un autor tan conocedor de los laberintos de la realidad y de su tiempo, dueño de una vocación de polemista tan autoconsciente, difícilmente no haya calculado la posibilidad de que cualquier acción del radicalismo islámico podría terminar con él mismo enredado en la maraña mediática. Quizá no como instigador o apologeta, pero sí en tanto agitador cultural, porque eso es Houellebecq en la Francia del siglo XXI. Una de las películas juega con esa idea. Los riesgos que toman ambos films, que coinciden en el manejo de herramientas narrativas similares, son buena prueba de ello. Se trata de comedias corrosivas no exentas de drama, aunque es posible pensar en Near Death Experience como oscura comedia existencial, en tanto que El secuestro de MH se aproxima más a la categoría de sátira política.
Por empezar, los sucesos de esta última se desarrollan en el icónico mes de septiembre de 2011. El escritor desaparece mientras se encuentra en una supuesta gira promocional. Los rumores se desatan y llegan a mencionar que Al Qaeda o seres del espacio exterior podrían tener algo que ver. Curiosamente, una semana después de los asesinatos en la redacción de Charlie Hebdo, el Houellebecq real salió de París con rumbo desconocido luego de recibir amenazas supuestamente de Al Qaeda. Lejos de eso, sus secuestradores son un grupo de franceses del montón y ese hecho se arriesga a poner en escena a la violencia y a ponerla en manos del actor social menos sospechado de abonar el terror como recurso. La idea de la banda es usarlo para dar a conocer sus exigencias y para ello lo obligan a fotografiarse sosteniendo un ejemplar del diario Liberation, en cuya tapa se ve al presidente François Hollande junto al titular Deseo de futuro. 
A través de esos juegos con la realidad, El secuestro de MH se deja penetrar por un clima social en el que la intolerancia étnica y cultural marcan el signo de los tiempos. "Para empezar me sorprende que no lleven máscaras", dice Houellebecq a sus captores mientras toma un vaso de agua en una ronda de charla de apariencia distendida y concluye, con lógica literaria, "que en las novelas eso nunca es buena señal". Los secuestradores se sorprenden y, para calmarlo, algunas escenas después le festejan el cumpleaños sentados a la misma mesa. Pero esta vez cada uno tiene el rostro cubierto con una de esas máscaras que se usan en los carnavales cariocas de las fiestas. Como en la Francia actual, no hay caretas que alcancen para cubrir lo evidente: el desprecio, los prejuicios o el humor hiriente, convertido en tapa de revista a caballo de la libertad, para que los límites deban cuestionarse una vez más en medio de un patético baile de máscaras.  
Near Death Experience representa la colaboración del escritor con Kervern y Delèpine, dos cineastas tan iconoclastas como él: no hay dos directores más oportunos para unirse a Houellebecq. Entre los tres cuentan la historia de un hombre vulgar, con un trabajo y una familia tipo, que de un día para el otro se desmorona ante su propia realidad y deja su casa como quien va a comprar cigarrillos y vuelve. Aunque acá no se interpreta a sí mismo, el personaje y la película también tienen puntos de contacto con el escritor. Por un lado los físicos y gestuales: Paul se mueve como Houellebecq, babea como él y demuestra la misma habilidad para fumar sin que la ceniza nunca se desprenda del cigarrillo. Por el otro la película, que utiliza como guía la voz en off del escritor, consigue sostener a partir del discurso interno del personaje cierta "profundidad literaria".Vestido de ciclista, casi convertido en uno de los personajes de Las trillizas de Belville –magistral película animada del director francés Sylvain Chomet–, Houellebecq se extravía deliberadamente en las montañas, en una subida que tiene mucho de las doce paradas del Vía Crucis: una pasión según Houellebecq. La película instala su relato en las fronteras de la muerte y ahí parece sentirse cómoda. Paul va y viene entre los intentos de suicidio y el examen de conciencia, y son varios los días y noches que el protagonista pasa en la montaña como un Cristo aún sin resucitar. Un rito que tanto puede ser de iniciación como de despedida, pero que sin dudas lleva consigo un ineludible carácter liberador. La película define al ser humano como maquinaria obsoleta, pero no de manera explícita, claro, sino a través de la acción, elemento central del dispositivo cinematográfico. Aunque en el universo de Near Death Experience el sistema es lo importante y sus piezas, prescindibles, Delèpine y Kervern se permiten reservarle un lugar destacado a la voluntad. Sin ella no es posible vivir pero, mejor todavía, tampoco es posible morir. Porque, y más o menos así lo dice Paul, "un hombre muerto es mejor que un hombre sin vida". Suficiente como para que ir a ver a Houellebecq al cine esté plenamente justificado.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo.

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