sábado, 4 de octubre de 2014

LIBROS - "La arquitectura del océano", de Inés Garland: Relatos de un instante profundo

Cuando Inés Garland me citó en la esquina de Salguero y Soler para conversar sobre La arquitectura del océano, su último libro de cuentos, el frío y la lluvia todavía no habían vuelto a Buenos Aires. La tarde estaba linda, hasta un poco calurosa, el clima perfecto para no quedarse encerrado en la redacción. Tal vez por eso, porque al sol se estaba tan bien, tardé en darme cuenta de que ella se había demorado ya casi un cuarto de hora y no había ningún indicio de que estuviera por llegar. La llamé al celular temiendo haber confundió la esquina o el día de la entrevista, pero ella se disculpó y me dijo que hacía 15 minutos me esperaba en Salguero y Paraguay, a una cuadra de ahí. “Es que mentalmente te cité acá, pero te mandé para otro lado”, insistió en cuanto nos encontramos y la franqueza de su sonrisa se convirtió en una evidencia irrefutable. Estas cosas deben pasarle seguido, pensé mientras ella me miraba desde arriba y parecía sonreír con todo el cuerpo. 
Los cuentos de Garland son como ella: de apariencia delicada, vivaces y cálidos pero irreductiblemente precisos, hasta filosos cuando es necesario. Y aunque a veces finjan haber equivocado el punto de encuentro, siempre saben por qué camino y cómo guiar al lector hasta la esquina señalada. Algunos son como postales levemente movidas que recortan algunos segundos de una escena hasta convertirla en imagen viva. Es en ese carácter de fragmento, en la inmediatez de lo efímero puesto en loop, que esa fotografía de palabras en movimiento se multiplica y potencia sus sentidos. 
Pero con el correr de los relatos se empieza a pensar que el común denominador entre los protagonistas es su extrañeza frente a una realidad que parece cambiar de un momento para el otro, como si el telón del mundo cayera de repente delante de ellos para mostrar que viven en un lugar que nunca fue lo que creían, sino otra cosa con la que no los une vínculo alguno. Garland acepta que su trabajo con la escritura es, antes que otra cosa, una búsqueda de síntesis. "Tiene que ver con encontrarle sentido a un momento muy particular. Entonces un instante puede resumir el pasado y uno puede intuir incluso lo que no está contado. Como si en el recorte de ese único momento se pudiera manifestar todo aquello que somos, como si todo lo que pudiera contarse de una historia estuviera contenido en un instante."

-Eso tiene que ver con una característica propia o con el formato que es propio del cuento.  
-Creo que elijo siempre espacios de tiempo breves, aunque me gustan muchísimo los libros que cuentan sagas familiares completas y hasta tengo ganas de contar algo así. Pero no es lo que me sale: algunos de mis cuentos no son ni siquiera microrrelatos, casi como si fueran dosis homeopáticas.  
-Globulitos narrativos en los que a veces los personajes piensan más de lo que actúan, como si lo narrado transcurriera sobre todo de manera potencial. Lo que los cuentos reflejan de sus vidas pasa antes por el transito interior que por la acción.
-Diría que más que omnisciente se trata de puntos de vista reflexivos, que al ser tan conscientes de sí mismos como de todo lo que pasa en torno a ellos, hacen que pase mucho más de lo que en realidad ocurre. Como si necesitaran la comprensión precisa de esos instantes.
-¿Cuánto de la escritora se proyecta en esa forma de vivir?  
-Yo también soy de vivir así, tratando de captar todas las posibilidades y viendo señales en todas partes, con la sensación de que todo alrededor conspira para darle un sentido a ese momento al que hay que comprender. Tengo la sensación de estar a punto de descubrir la pólvora todos los días desde que tengo uso de rezón y no hago más que no descubrir la pólvora. Y cada vez debería estar más confundida pero no abandono. A esta altura me pregunto: ¿qué es lo que hay para entender? Y sin embargo sigo: es el pánico a la teoría del caos, a que nada tenga sentido. Quizá porque tengo una durísima consciencia de la muerte y la sensación de que acá estamos para hacer algo y entonces no me tengo que equivocar. Sí, es agotador y estoy segura de que la escritura muchas veces nos salva de la locura.  
-También hay una mirada fuertemente femenina en todos tus relatos, incluso en aquellos en los que los protagonistas son hombres.  
-En esos cuentos la mujer es la que ve el otro lado de esos hombres, porque ellos se definirían a sí mismos de una manera pero la mujer que aparece los define de otra. Les ve la hilacha, por decirlo de alguna manera, y sin la hilacha el cuento no tendría sentido. 
-¿Cómo narradora representa un desafío asumir una voz masculina para llevar una historia?  
-No lo sé, porque cuando los hombres hablan en mis libros, hablan fuertísimo sin que yo tenga que hacer ningún esfuerzo. Quizás tengan menos matices… suelen no ser hombres muy bondadosos. Y cuando sí lo son se terminan llevando la peor parte, como si los hombres buenos la pasaran mal. Pero así como los hombres suelen ser crueles, las mujeres son sometidas, muchas veces atadas a un modelo de cómo deben ser las cosas que les impide encarar su propio deseo, porque en ese modelo la satisfacción no entra. Como si buscaran excusas para siempre quedar insatisfechas.  
-En muchos de tus cuentos la pasión y el amor parecen incompatibles, como si sólo se pudiera acceder al amor trascendiendo, agotando la pasión.  
-Puede ser que en la sexualidad haya un filo que no tiene el amor, aunque personalmente no creo que sea así.  
-Sin embargo parece que en tus cuentos la pasión fuera una fuente de acción o conflictos mucho mayor que el amor.  
-El amor aparece siempre como una cosa muy sutil de búsqueda idealizada y lo que en realidad se transita es la pasión. Eso es algo que puedo identificar hasta en mi propia vida, que lo que mueve las cosas es la pasión, mientras que el amor es algo tan idealizado que nunca se alcanza. Siempre hay una gran decepción en mis cuentos.  
-Y no hay un avatar de la muerte en ese temor de tus personajes a encontrar el amor porque eso significaría finalmente dejar la pasión atrás.  
-Es posible que en algún lugar muy inconsciente exista ese vínculo. Pero en realidad la pasión también tiene que ver con la muerte. Puede ser por eso que en mis cuentos a veces es mejor la insatisfacción que satisfacer eso, porque ahí te morís.  
-Pienso también en la connotación cristiana de la Pasión, el momento de dolor anterior a la muerte.  
-Fui educada en el catolicismo y eso tiene mucho que ver con la idea de premio-castigo. He seguido una búsqueda muy grande por fuera del catolicismo, en el zen o en el budismo, pero todo lo termino transformando en premio y castigo. 

El artículo fue publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino. 

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