miércoles, 29 de octubre de 2014

CINE - "Tapalín, la película", de Belina Zavadisca, Mariana Rotundo y Federico Delpero: Pensando la puesta en escena

Uno de los directores del documental le reprocha en cámara a su protagonista la compulsión por actuar todo el tiempo, cuando se supone que lo que están intentando es registrar la vida real del personaje en su hogar. Es que el hombre –un actor que se hizo famoso en Tucumán como el payaso Tapalín, personaje que conducía un programa infantil que marcó a varias generaciones de chicos durante los años 80 y 90 en esa provincia- claramente sobreactúa la intimidad. Se saca los zapatos y los revolea, canta, regala empanadas a los vecinos por la ventana: todo porque piensa que del otro lado de la pantalla hay un público al que no puede defraudar con las escenas aburridas de su vida cotidiana. Los directores insisten, quieren que haga lo mismo que hace cualquier día cuando vuelve a su casa, pero sólo consiguen ponerlo de mal humor: ¿A quién podría resultarle interesante verlo dormir la siesta? La película se convierte en un campo de batalla. Algunas escenas más adelante serán los propios directores los que no podrán evitar actuar de (falsos) ellos mismos en cámara: el payaso gana la guerra.
Tapalín, la película, de los jóvenes Belina Zavadisca, Mariana Rotundo y Federico Delpero, es un homenaje a ese payaso al que los niños que los directores fueron alguna vez no dejan de amar. Pero también es una reflexión acerca de la puesta en escena, de sus alcances y de sus límites. Entre otras cosas. Una reflexión que no deja de resultar graciosa y a veces parecer anárquica, porque a fin de cuentas no deja de ser una película sobre un payaso. Sin embargo no hay ni caos ni anarquía en Tapalín, la película, sino una construcción cinematográfica sólida que asume una posición ética. 
Carlos Geomar es el nombre detrás del payaso Tapalín. Hoy conduce un programa en la radio y consiguió que su personaje recupere un pequeño espacio en la televisión provincial dos décadas después de su época de esplendor. “Nosotros estudiábamos en la escuela de cine que comparte el predio con el canal de televisión que transmitía el programa de Tapalín”, dice Zavadisca y Rotundo recuerda que solían juntarse en el bar del canal y que “en esas charlas de café nos preguntábamos qué habría pasado con Tapalín”. Zavadisca completa. “Se nos ocurrió ir al archivo a ver si quedaban registros de aquel programa y a partir de eso pensamos en hacer algo.” 
Lejos de simplificar las cosas, cuando conocieron a su héroe entendieron que se trataba de un personaje más complejo de lo que creían. Descubrieron que el verdadero nombre del actor era en realidad César Quiroga y que Carlos Geomar era un nombre artístico con el que en los 60 y 70 había tenido un pasado exitoso como cantante de boleros que no se recordaba en Tucumán. “Nadie conocía esa carrera de cantante y cuando nos lo contó primero nos asombramos”, cuenta Rotundo. “Después empezamos a dudar, pero se apareció con los discos y las fotos y otra vez nos deslumbrábamos. Porque es un tipo que siempre te sorprende con algo nuevo: nos contó que antes de ser payaso cantaba en cabarets”, se asombra la directora, como si el cabaret y la televisión para chicos realmente fueran mundos incompatibles.

 –¿Cuándo se dieron cuenta que tenían una película?  
BZ –En la edición 2008 del Festival Tucumán Cine se abrió un concurso de películas en construcción y ahí nos decidimos a armar una presentación 
FD –La presentación era muy linda porque al terminar la proyección explotaban unas bombas de papel picado y aparecía el propio Tapalín, que estaba escondido atrás de la pantalla, y cantaba una canción. Lo lúdico siempre estuvo vinculado al proyecto. 
BZ –También nos dimos cuenta que a la gente le interesaba el personaje, saber qué había pasado con él. 
FD –Y descubrimos que antes de ser ese payaso había sido un divo del bolero. 
BZ –Él ha ido encontrando diferentes máscaras para seguir existiendo y mantener su vocación. El personaje se complejizaba y la película se iba agrandando. 
FD –Ahí empezamos a pensar en que el proyecto podía convertirse en largometraje.  
–Tuvieron que ir reinventando la película igual que el protagonista se había ido transformando a sí mismo.  
FD –Para mí fue muy fuerte pensar que las canciones infantiles en el fondo eran boleros y que el payaso era la forma que este cantante había encontrado para seguir existiendo, porque incluso siendo payaso continuaba siendo aquel cantante de boleros.  
–¿Cuáles fueron las sensaciones de reencontrar a ese personaje de la infancia, ahora convertidos en directores de una película?  
MR –Ver los archivos nos generó entusiasmo pero también ansiedad. Porque cuando nos contactamos con él teníamos miedo de que aquello que habíamos visto de chico se hubiera transformado, que fuera otra cosa de lo que se conservaba en el recuerdo.  
–¿Y que sienten ahora que la película está terminada y se proyecta?  
FD –Para nosotros es muy grato haber presentado la película acá en Tucumán, que es en dónde se ha gestado. Entonces no es sólo el hecho de terminarla y de poder compartirla en la sala con la gente, sino que eso suceda en este festival para nosotros es muy intenso. Porque todos necesitamos de ese otro para que te devuelva una imagen de lo que sos.  
–La decisión de ustedes de aparecer en la película representa una toma de posición fuerte.  
MR –Cuando estábamos empezando a pensar la película, decidimos que no queríamos observar a Tapalín como un fenómeno. No queríamos pararnos en la vereda de enfrente y mirarlo desde allá. No queríamos hacer un documental de observación con pretensiones de retrato real. Decidimos jugar en la misma cancha, asumiendo que todos somos iguales: nadie está por encima de los demás por tener una cámara en la mano. 
BZ –Pero no se trata de una decisión que tomamos para “ser bondadosos”. La película hace evidente una disputa de poder, porque hay muchas cosas que a él no le gustaban. Entonces nos pareció justo que la película lo mostrara. 
MR –Eso representa una decisión cinematográfica pero más que nada ética.  
–Es decir que eligieron la acción por sobre la mera observación.  
FD –Yo no creo en el cine de observación. Creo mucho más en una construcción: cuando una cámara gira en medio de un reportaje y hace un paneo, ese gesto de ruptura tiene que ver con una duda, con una pregunta. La contemplación es complicada, porque aparentemente construye un punto de vista pero a riesgo de que esa mirada se convierta en el mundo. Nosotros nos sentimos más cerca del gesto que de la observación, de la posibilidad de esa construcción que tiene que ver con mecanismos de intervención, con buscar un sentido.  
–Es una decisión valiente, porque en esa igualdad ustedes no le temen a quedar en ridículo, no temen mostrar las dudas y contradicciones por las que han atravesado durante el rodaje. Mostrar esas “debilidades” representa un acto de generosidad.  
MR –A mí eso me da tranquilidad, porque esta era una película éticamente complicada. Tomamos la decisión de jugar limpio y si resulta que yo termino siendo un personaje bisn ridículo, patético y caprichoso, está todo bien. Me quedo tranquila, porque demuestra que nadie sabe la verdad de nadie. 
FD –Para mí era importante que la risa de los espectadores pudiera surgir tanto de las situaciones de Geomar como de las nuestras. Hacer una película con un payaso nos dio permiso para intentar una película divertida. Y él es un personaje poderoso que sabe generar eso. Lo ves en la calle, lo que va produciendo a su alrededor: eso es lo que queríamos rescatar. 
MR –Para el montaje final tuvimos que despegarnos para poder tratarnos a nosotros mismos como personajes. Fueron horas de terapia, porque no es fácil verse. Pero después de un tiempo entendés que la que quedó filmada ya no sos vos, sino un personaje que es útil a la película. 
BZ –Nosotros no queríamos ridiculizar a Geomar, un lugar en el que podríamos haber caído fácilmente. No nos lo quisimos permitir. Por eso fue tranquilizador que él nos diera vuelta las cosas, que fuera él quien nos ridiculizara sin querer. 
MR –Yo me dije: “Prefiero que sea una película de mierda, pero a mí payaso lo voy a respetar”.  

Tapalín, la película fue elegida como apertura de la 9º edición del festival tucumano, cuyas actividades se extienden hasta el domingo. Próximamente la película de Zavadisca, Rotundo y Delpero también participará de varios festivales europeos.

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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