sábado, 18 de octubre de 2014

CINE - Norbert Pfaffenbichler en Fundación PROA: Releyemdo la historia

La quilla de un barco de guerra parte el mar a la mitad, mientras en el cielo un escuadrón de aviones de combate avanza en formación cerrada. Un volcán escupe una columna de humo que parece tan sólida que si en lugar de elevarse cayera contra el suelo, el mundo entero desaparecería. Al mismo tiempo el mar castiga la costa con tanta violencia, que la luz del modesto faro costero no será de gran ayuda para los incautos que se hayan atrevido a embarcarse en una tarde así. Por si todo esto fuera poco, la música, un quejido ominoso que no deja dudas: la humanidad y los elementos se han unido para compartir el horror de los presagios más oscuros. Recién entonces, cuando parece que nada puede ser peor, aparece un hombre acechando en la oscuridad. Bajo la tormenta, frente a un caserón al que las luces temblorosas en las ventanas también le dan un aire siniestro, la figura humana se convierte en la peor amenaza. Así comienza A Messenger from the shadows (Un mensajero de la oscuridad) uno de los dos largometrajes que el director austríaco Norbert Pfaffenbichler presenta este sábado y domingo en la Fundación PROA, en el marco de una nueva edición del Festival DOCBuenosAires. Se trata de una película construida con imágenes extraídas de 46 largometrajes protagonizados por Lon Chaney, los únicos que se conservan de las más de 160 películas mudas que este actor tan poco recordado como brillante interpretó entre 1912 y 1930. 
Junto a esta película se presenta también A masque of madnes (Una mascarada de locura), en la que realiza una labor similar, pero con la filmografía de Boris Karloff, otra figura icónica del cine clásico de los Estados Unidos. Esta técnica cinematográfica conocida como Found Footage, que permite construir nuevas películas a partir del re-montaje de material previamente filmado, le sirve a Pfaffenbichler para releer la historia. “Intenté dar una nueva mirada sobre un material antiguo, una mirada contemporánea. Ni lo destruyo ni me burlo de él, como hacen otras películas trabajadas con esta técnica, sino que para mí se trata de un homenaje al cine”, dice el director. Pero en tiempos de tecnología digital, donde el cine de a poco se va convirtiendo en un arte que ocurre más en el interior de las computadoras que frente a cámaras, las películas del director austríaco representan un ejercicio de memoria cinematográfica, reelaborando las antiguas formas en un nuevo ejercicio narrativo. Sin embargo, lejos de representar una simple vuelta a los orígenes el Found Footage representa una herramienta novedosa, menos vinculada a la nostalgia como ejercicio estéril que a alguna forma productiva de vanguardia. Aunque Pfaffenbichler no se sienta demasiado cómodo con esa etiqueta. “Ocurre que para mí vanguardia es un término problemático, porque no sé qué significa exactamente. Es difícil identificarme con ellos, porque esos movimientos se dieron en los años 20 y en los 60. Entonces no sé si sólo por haber trabajado a partir del Found Footage puedo considerarme un vanguardista, porque no sólo hago ese tipo de películas”. Mucho menos cuando la forma en que el director llega hasta el Found Footage no parece provenir solamente de una búsqueda, sino que también es consecuencia de un determinado contexto, una fatalidad. “En mi caso trabajar con este sistema tiene dos motivos que no tienen nada que ver con la vanguardia. Uno es muy básico: es barato. Durante mucho tiempo quise hacer películas tradicionales, pero nunca conseguía el dinero suficiente para financiarlas. Por lo tanto trabajar con material preexistente es simplemente la manera que encontré para poder hacer cine. El otro motivo es que me interesa mucho la historia del cine y lo que hago es proponer una relectura de esa historia.”
Es por eso que ambas películas, que Pfaffenbichler engloba bajo el rótulo de Notes on film (Anotaciones en forma de película) pueden ser consideradas también como cartas de amor en forma de película. Cartas de amor a una estética y a una forma de hacer cine más próxima a lo artesanal que a lo industrial y, sobre todo, cartas de amor a figuras icónicas de un talento que merece ser rescatado. “Es un placer haber podido trabajar con actores como Lon Chaney o Boris Karloff, pero también el reto era poder hacer películas en las que solamente hubiera un actor para todos los personajes. Ambas las hice justo después del cortometraje Conference, donde 65 actores distintos interpretan un único personaje, que es Adolf Hitler. En cambio acá hice lo contrario, películas en la que un único actor hace diferentes personajes.” Pero Chaney y Karloff también le permitieron al director trabajar cada película de un modo distinto: una muda y en blanco y negro, y otra en color y con sonido, “porque para mí el cine mudo y el cine sonoro son dos artes distintas”, afirma. 
No menos interesante resulta el mencionado Conference, en donde a lo largo de 8 minutos, el director reúne primeros planos de los 65 actores que interpretaron en el cine a Adolf Hitler desde 1940 hasta 2010. El proyecto cobró fuerza cuando Pfaffenbichler confirmó a partir de distintas fuentes que Hitler es el personaje histórico que más veces ha sido representado en la historia del cine. “Pero la mía no es una película sobre Adolf Hitler sino sobre la historia del cine: el Hitler real no está en ella, sino sólo los actores que lo representaron.” Sin embargo una anécdota demuestra que a veces la representación es la mejor forma de remitir a la realidad: “Cuando proyecté la película en Viena por primera vez, una mujer se me acercó para acusarme de ser neonazi, cosa que por supuesto no soy. Sin embargo, aunque es cierto que las interpretaciones remiten al personaje real, lo que me llamó la atención es que las representaciones que se han hecho de Hitler abarcan cuanto género cinematográfico se nos pudiera ocurrir, del drama a la comedia e incluso películas pornográficas. Y eso se debe a que la imagen, el ícono en que se ha convertido, se separa cada vez más del personaje histórico: cada nueva representación que se hace de él convierte a Hitler en un payaso estúpido.”
Conference vuelve evidente que los trabajos del director que se verán en PROA fundan su eficacia narrativa sobre todo en la repetición. Así como los gestos de Hitler se multiplican en los 65 rostros de los actores que lo interpretaron, los dos largometrajes utilizan el mismo recurso para construir sentidos. Puertas que se abren solas, una atrás de otra, o manos que golpean distintas puertas, e incluso los rostros de Chaney y Karloff que se reproducen en la caracterización de infinitos personajes, funcionan como un mecanismo mágico capaz de comunicar por acumulación. “Suelo trabajar en base a las series y las repeticiones porque es un recurso muy cinematográfico. Al contrario del teatro, en donde cada nueva puesta modifica ligeramente a la anterior, el cine siempre es lo mismo, se inventó para ser una repetición y la capacidad de poder repetirse está en su esencia”, afirma Pfaffenbichler. Y es posible imaginárselo en el living de su casa, con las persianas bajas y en pantuflas, viendo una y otra vez las mismas películas de Lon Chaney y Boris Karloff, como un nene grande pidiéndole a su padre que le vuelva a contar cada noche el mismo cuento antes de irse a dormir.  

Los espectadores argentinos tendrán la oportunidad de ver el cine de Pfaffenbicheler hoy y mañana en Fundación PROA, Av. Pedro de Mendoza 1929, en el barrio de La Boca.
Hoy se proyectará a las 17 A Messenger from the Shadous más el cortometraje Else, y a las 19, Masque of Madness.  El domingo a las 17 se proyectará Masque of Madness y a las 18:30, con el objetivo de profundizar en la problemática de la obra del director austríaco, el crítico de cine  Eduardo Russo mantendrá un diálogo abierto con el público. Todas las proyecciones contarán con la presencia del director. 


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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