Dentro del año en que se celebran los cincuenta de la publicación de Rayuela y el centenario del nacimiento de su autor, Julio Cortázar, el Museo del Libro y de la Lengua, dependiente de la Biblioteca Nacional, organiza una muestra en homenaje a la emblemática novela. La misma lleva como nombre Rayuela, una muestra para armar, en el que se ensamblan los nombres de las dos novelas más importantes dentro de la obra del escritor argentino: el de la novela homenajeada y 62 modelo para armar. Ambas novelas, pero sobre todo Rayuela, representaron una revolución formal que a su vez formó parte de un movimiento mayor e igualmente novedoso: el Boom Latinoamericano del que fueron parte, además de Cortázar, escritores notables como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, entre otros.
La muestra intenta replicar los diferentes recursos formales con que la novela de Cortázar desafiaba al lector de aquellos años. Organizada a partir de estaciones que parecen desarticuladas, el visitante debe recorrerla utilizando como guía un tablero que lo orientará en la travesía, sugiriendo diferentes caminos para avanzar. Rayuela, una muestra para armar ocupa además la totalidad del inmenso espacio del museo, por lo que el recorrido de la muestra implica avanzar y retroceder, subir y bajar, pero también ir en busca de tesoros ocultos. Para María Pía López, directora del museo, replicar ese espíritu juguetón es parte fundamental de una muestra que homenajea a una obra que es mucho más que un libro. “Elegimos Rayuela por lo que significa en sí misma antes que como un homenaje a Cortázar”, confiesa López. “Empezamos a pensarlo en función de esos libros que alguna vez te conmovieron y por el efecto que sigue teniendo sobre generaciones nuevas de lectores. Es un libro fundamental para los años 60, pero que siempre recupera un público juvenil”, concluye la directora.
-¿Creen que la muestra tal como está planteada le permitirá entender a los visitantes la magnitud de la novela dentro de su época?
-Espero que sí. Una de las cosas que nos pasaba con la novela era que nos impresionaba su carácter vanguardista: es una novela muy experimental, que exige mucho esfuerzo del lector. Que propone una cosa lúdica pero difícil para quien lee, que es aceptar los saltos, la ruptura de los tiempos. Aceptar formas vanguardistas de la lengua y juegos inventivos que no son tan fáciles de seguir. Lo que es extraordinario es que la novela tiene ese carácter experimental, pero al mismo tiempo consigue ser muy popular. Sería un caso prácticamente único de una obra que se convierte en un libro muy vendido, pero que a la vez representa un gran desafío. Aspiramos a eso, a que pueda ser disfrutada por los que leyeron la novela pero también por los que todavía no lo hicieron, que pueda ser una muestra popular aun cuando te pone frente a un trabajo desconocido y vanguardista.
-¿Para ustedes también representó un desafío intentar replicar esa estructura en el formato de la muestra?
-Nosotros tomamos la decisión de evitar las formas más literales de ligarse a ella. Para decirlo muy rápidamente: en toda la muestra no hay ni una sola imagen de una rayuela.
-Sería el equivalente a la ausencia de camellos en el Corán que mencionaba Borges como prueba de autenticidad del libro sagrado del Islam.
-Eso. Esquivamos las formas icónicas con las que más inmediatamente se puede identificar a la novela. Dijimos: un buen lector es aquel que puede aceptar la elipsis de los elementos por los cuales el mercado consagraría el producto Rayuela. En cambio, decidimos avanzar por una especie de homenaje al espíritu de la novela, organizando la muestra para ser recorrida con un tablero que es la guía que permite avanzar entre las diferentes estaciones que la componen, igual que como se va de un capítulo a otro en la novela. Y esos saltos implican que uno tiene que cambiar de piso dentro del museo, desplazarse de una parte de la muestra a otra o encontrar números que están medio escondidos. Tratamos de pedirle al visitante que sea tan activo como Cortázar se lo exige al lector de Rayuela.
-Ya dijiste lo que significó el enorme salto formal que representó la novela en la década de 1960, pero en el siglo XXI la estructura de Rayuela se encuentra replicada al infinito en el sistema derivativo de hipervínculos sobre el que se organiza la lógica de internet. ¿Creés que los nuevos lectores todavía pueden sorprenderse con esa estructura y en qué puede ayudar la muestra para inducirlos a abordar la novela?
-Rayuela sigue estando presente en las lecturas juveniles. Gran parte de la experiencia como lector de Rayuela es haber transitado por ella en los tramos finales de la adolescencia. Una de las preguntas que nos hacíamos es por qué existen en distintas épocas nuevos lectores para algunos libros. Es cierto que en Rayuela hay algunos anacronismos y zonas que parecen envejecidas, pero me parece que lo que sigue teniendo un poder sobre el lector es que tiene un fondo narrativo de educación sentimental. Esa sensación de viaje, de descubrimiento de una ciudad o de una relación amorosa, de descubrimiento de los vínculos eróticos, que me parece que sigue convocando al nuevo lector aunque haya perdido esa cosa de novedad de época.
-Tampoco ha habido, de los 60 para acá, ningún movimiento que en términos literarios replicara una potencia análoga, ni que haya significado tanto y en tantos sentidos como el Boom Latinoamericano, del que Rayuela es parte fundamental. ¿Es posible transmitir esa sensación revolucionaria a quienes no fueron contemporáneos del Boom?
-Para hacerlo nosotros elegimos contar de qué se trató el Boom. Porque es cierto que no volvió a repetirse un momento tan impresionante de articulación entre un conjunto de escritores, con un despliegue de nuevas estrategias de la crítica literaria que fueron formidables, y una explosión de público en relación con ambas cosas. Eso fue lo que articuló el Boom y no ha vuelto a pasar. Nosotros intentamos narrar eso, pero no sólo para que se perciba la importancia y la novedad que tuvo el Boom, sino también por dos cosas. Primero, que se trató de un momento de expansión del público en el que no hubo concesiones a lo que serían las mayorías establecidas de público. Es decir, no se trata e escrituras que renuncien a un grado de experimentación formal ni temática ni lingüística, sino que por el contrario aumentan su masa de lectores a partir de esos riesgos. La otra es que ese mismo fenómeno estuvo acompañado por una serie de discusiones que atravesaron la obra de Cortázar, y nos parecía que una muestra que fuera justa con una novela de esta importancia debía ponerlas de manifiesto. Porque las grandes obras son también aquellas que transitan las polémicas y generan discusiones.
-¿Puede decirse entonces que la muestra aprovecha el carácter hipervincular para crear enlaces no sólo dentro de la estructura de Rayuela, sino también para insertar a la novela dentro de su contexto?
-Si, pero también dentro del marco más general de la reflexión sobre la lengua y la estética. Ambas cosas que están dentro de la novela, pero que al mismo tiempo se disparan y se derivan por fuera de ella. Algo que también intentamos que aparezca en la muestra, es que haya distintos niveles de interpelación a los visitantes. Que se pueda ser disfrutada y comprendida por alguien que nunca haya leído a Cortázar pero igual pueda ver estas escenas e interactuar lúdicamente con ellas. Y también por alguien que conoce todas estas discusiones y le interesa el modo en que se sitúa críticamente una idea de la literatura.
La muestra Rayuela, una muestra para armar podrá visitarse del 12 de junio al 31 de octubre, de martes a domingos de 14 a 19 horas.
En el Museo del Libro y de la Lengua, av. Las Heras 2555.
La entrada es libre y gratuita.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Tiempo Argentino.
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