Con sus actividades ya comenzadas hace dos días, hoy continúan las proyecciones de Asterisco - Festival Internacional de Cine LGBTIQ. No está de más aclarar la cada vez más compleja sigla que suele englobar a las organizaciones y eventos que buscan visibilizar las cuestiones de género: LGBTIQ refiere a las iniciales de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans, Intersexuales y Queers. Una sigla que, signo de los tiempos, intenta abarcar e incluir a todos según el modo en que cada uno se percibe. Porque la idea es que nadie se quede afuera de Asterisco. De hecho el nombre del festival remite al clásico símbolo que suele utilizarse para reemplazar las connotaciones masculinas o femeninas que las vocales A y O le imprimen a algunas palabras, en busca de eliminar las fronteras simbólicas del lenguaje. Aunque las cuestiones lingüísticas o gramaticales del idioma español son ciertamente debatibles, lo que no puede discutirse es la necesidad de cada ser humano de sentirse representado, incluido y respetado dentro del conjunto social, y por ese camino avanza Asterisco. Bienvenido, entonces, este festival de cine que cuenta con el apoyo de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, a través de la Subsecretaría de Promoción de Derechos Humanos.
La programación de Asterisco está compuesta por películas –140 en total, incluyendo largos y cortometrajes- cuyas temáticas reflejan de modos diversos las problemáticas, intereses y formas de ver el mundo de las diferentes identidades y géneros. Dentro de ellas se destaca el estreno de Wildness, documental de origen estadounidense, dirigido por el artista y performer Wu Tsang, que se proyecta hoy a las 19 horas y el domingo a las 17, en el auditorio de Fundación PROA. Aunque en muchos sentidos se trata de un documental de estética clásica, Wildness incorpora una serie de elementos más o menos novedoso en los que se combinan con inteligencia lo ficcional y lo poético. Wu Tsang, cuyos proyectos como artista conceptual han pasado por algunas de las instituciones más destacadas del mundo dedicadas a exhibir y promover el arte moderno -del MoMA neoyorkino al Tate Modern de Londres-, consigue trazar un retrato bastante vívido del vínculo que establecen un grupo de personas (incluído él mismo) con un espacio físico. Lo cual, de algún modo, no es sino otra historia de amor.
Wildness cuenta la historia de Silver Platter, una suerte de pub o bar ubicado en lo que hoy es el barrio latino de Los Angeles. Un bar que nació en la década de 1950, pero que con el paso de los años comenzó a convertirse en el punto de convergencia de la comunidad homosexual de aquella ciudad. Cerrando cada vez más ese círculo, hoy y desde hace ya algunas décadas, el Silver Platter es el espacio de reunión elegido por la comunidad trans de los inmigrantes latinoamericanos. Wu Tsang opta por contar pasado y presente del Silver Platter valiéndose de un relato en off en el que una voz sumamente expresiva, de textura femenina pero de género indeterminado, representa la voz del propio bar. Es el mismo Silver Platter el que cuenta su historia en primera persona. Pero lejos del tono neutro y aséptico de ciertos relatos autobiográficos, la voz de ese espacio lúbrico es seductora y cálida, y se encarga de transmitir la pasión que une al Silver Platter con quienes suelen habitar sus rincones y esconderse entre los reflejos de sus anacrónicas luces de neón. Pero lo más importante de todo eso es que, igual que la mayoría de esos hijos que cobija entre sus paredes, el bar habla en castellano.
En 2008 Wu Tsang y un grupo de amigos alquilan el Silver Platter para realizar todos los martes una serie de fiestas performáticas a la que suelen acudir sobre todo jóvenes blancos y universitarios, y a la que bautizan Wildness, vocablo intraducible en una sola palabra, que refiere a lo salvaje. ¿Salvajidad? Lo que Wildness provoca en el Silver Platter es el choque y posterior asimilación entre ambientes mutuamente extraños. Un proceso que se presta a diferentes interpretaciones. Dicha mixtura (o melting pot, para seguir jugando al spanglish, que es la lengua que recorre por lo bajo toda la trama de Wildness) puede verse como partícula esencial de la cultura norteamericana moderna, construida desde lo multicultural, cada vez más multiétnica y multilingüistica, y ahora también plurigenérica. Wildness es entonces una construcción que retrata a los Estados Unidos modernos, pero también una y muchas búsquedas de identidades perdidas o desconocidas. “Mi padre nunca me enseñó a hablar chino”, dice en un momento Wu Tsang, “así que nunca tuve palabras para expresar y entender una parte de mí”. Está claro que en esta declaración el director no sólo habla de sus antepasados, sino de las dificultades para construir (o construirse) una identidad propia. Desde ese lugar, Wildness representa también una película que de algún modo condensa las buenas intenciones y preocupaciones de un festival de cine como Asterisco.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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