domingo, 25 de mayo de 2014

IMAGEN ESCRITA - Robando palabras acerca del fuego

La palabra es un bicho resbaloso y movedizo, al que solamente es posible atrapar si se deja. No es raro que esa actitud provoque el resentimiento de miles de amantes despechados. Por eso a veces es necesario hacer trampa, engañarla, vengarse de ella robándole a otros  el fruto de su amor. Esta es una de esas veces, pero no cualquiera: es mi primera vez, mi debut como flagrante plagiador. Sin embargo debo agregar a mi favor, como suelen decir los que no tienen ningún escrúpulo, que el que avisa no traiciona. Ahí va:
"Intentá prender fuego la noche, porque el momento de dudar ya pasó y no queda tiempo para revolcarse en el barro. Por eso, chiquita, dame fuego, dame, dame grandes bolas de fuego. Soy madera que ya no enciende, ceniza que nadie junta, un llanto más. Por eso en la noche larga, dale chiquita: vení a prenderme fuego. Vos me sacudís los nervios, me revolvés la cabeza. Vos rompiste mi voluntad. Por eso agárrame fuerte, chiquita, y por mandato divino te pido que enciendas mi fuego. Sí, sabes bien de qué te estoy hablando: de que tengo solamente un deseo rabioso, de que me permitas arrimarme a tu fuego. El amor es un objeto agobiante atravesado por ese deseo salvaje. Y ahora caí, caí, caí en tu anillo de fuego y entonces, chiquita, te pido por gracia divina: dame gas, dame fuego, dame eso que deseo. Hay un trabajo pendiente y yo soy el indicado, un viento sin rumbo, un gemido profundo y entonces, chiquita, vení a saltar en el fuego. Ya sé que dije muchas veces que venía el lobo, pero esta vez no estoy mintiendo. Ahora que lo sabés no juegues conmigo, porque estás jugando con fuego. Y no voy a quemarme sin antes pelear.
Fuego, fuego, fuego, fuego." 

Artículo originalmente publicado en la contratapa del suplemento Cultura de Tiempo Argentino.

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