jueves, 14 de febrero de 2013

CINE - "Mala", de Israel Adrián Caetano: El costurerito que dio el mal paso

Cuesta encontrar algún motivo para aceptar que Mala es una película del mismo director de Bolivia, hallar nexos para ligarla, aun con sus altibajos, a Crónica de una fuga o Francia. Pero, en efecto, Mala es la última película de Israel Adrián Caetano. Desde su debut hace 15 años con Pizza, birra y faso, en dupla con Bruno Stagnaro, se hizo evidente que Caetano buscaba hacer pie en los géneros clásicos para fundar sus relatos. Máxima expresión de tal empeño es Un oso rojo, donde con un guión redondo, un Julio Chávez notable y gran elenco, logró un western conurbano no exento de spaghetti. En Mala persiste ese deseo por el género, pero esta vez sus sistemas fallan. La línea argumental puede resumirse diciendo que se trata de la historia de Rosario, mujer que tras una tragedia personal se dedica a matar por encargo a hombres que maltratan mujeres, forma oportuna y polémica de abordar el tema de la violencia de género, metiendo el dedo justo donde molesta: la justicia por mano propia. Ella finalmente es detenida por la policía pero una misteriosa mujer inválida intercede para liberarla, a condición de que haga sufrir un hombre que le causó dolor. Rosario comenzará el trabajo, pero de a poco ira viendo que no siempre el sufrimiento es producto de un maltrato y que a veces las víctimas también ocultan monstruos. 
Hay varias referencias cinéfilas detectables en esta búsqueda de Caetano por contar su historia violenta, pero parecen unidas por un uso primitivo del cut & paste. La más evidente es el intento de desarrollar una historia al estilo de Quentin Tarantino, en cuya obra la venganza es un tema recurrente. Los hilos que unen Mala con Kill Bill existen, aunque el resultado no alcance a justificarlos más allá de la mención. Es que, a pesar del nexo, Caetano falla en ítems donde el norteamericano suele ser infalible: el empleo estetizado y lúdico de la violencia; el uso del cuerpo femenino para jugar al exploitation; y por fin, el sentido del humor. Salvo alguna línea de guión que juega a parodiar la telenovela, Mala no deja dudas de que Caetano no ha sabido (o no ha querido) reírse de sí mismo, gran virtud de Tarantino. Ni siquiera en el final, donde realiza una versión sanguinaria de una escena protagonizada por Glenn Close en la adaptación cinematográfica de la novela de John Irving, El mundo según Garp
Menos comprensible resulta su decisión de utilizar cuatro actrices para un mismo papel, juego que parece tener algo del manotazo que diera Terry Gilliam en El imaginario mundo del Dr. Parnassus, cuando la muerte de Heath Ledger en pleno rodaje lo obligara a llamar a Johnny Depp, Jude Law y Collin Farrell para completar el trabajo del difunto. Es sabido que Caetano contaba con Natalia Oreiro para protagonizar la película, pero que su aporte se vio frustrado, no importa si por plata o embarazo. El director también creyó que aquí lo mejor era partir al personaje en cuatro, para que se lo alternaran Brenda Gandini, Liz Solari, Florencia Raggi y María Duplaá. A diferencia del film de Gilliam, donde un universo fantástico se prestaba a que el juego fuera verosímil, aquí nada más allá del capricho justifica la decisión, ni siquiera una esquizofrénica escena frente a unos espejos donde se subraya que la cosa viene por el lado de la dualidad placer/dolor. No sólo eso: queda la certeza de que con Raggi sobraba. Incluso todo el elenco parece perdido en medio del caos narrativo, aunque no en todos los casos sea por culpa de un guión excedido en subtramas que son callejones sin salida. Rescatar el correcto uso de los recursos técnicos no alcanza, como de costumbre, para anudar esos cabos sueltos ni para evitar decir, no sin tristeza, que Mala es sin dudas un paso en falso en la carrera de Caetano.  

Artículo publicado originalmente en la sección Cultura y Espectáculos de Página/12.

2 comentarios:

  1. Anónimo11:08 a.m.

    cinelli, menos mal que asì se llamaba el que te dio el apellido. Si se hubiera llamado
    Fiambrelli, trabajarìas en una morgue...

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  2. Me re cagaste con esa, che. Bueno, en realidad mi apellido es García y Cinelli es un seudónimo. No sé si está bueno pero seguro es mejor que el tuyo. ¿O de verdad te llamás Anónimo? Abrazos de todos modos.

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