Quizá no pueda hablarse de una época de oro, pero sin dudas los últimos años han sido buenos para la historieta argentina. Sobre todo si el punto de comparación son los terribles años '90, en que las políticas neoliberales desguazaron la prolífica producción del género en el país. Dentro de un panorama reverdecido, aparecen artistas nuevos que vienen a engrosar el universo de relatos y personajes inolvidables que el cómic nacional lleva acumulados en los muchos años de una historia en la que abundan los grandes artistas. A partir de su reedición hace algún tiempo, la revista Fierro, mítica desde su aparición en los años '80, se ha vuelto cuna y hogar para muchos de ellos.
Es el caso del guionista Federico Reggiani y del dibujante y guionista Ángel Mosquito (quien hace Conurbania, la tira del Suplemento de Cultura de Tiempo Argentino) quienes publicaron allí en entregas semanales su tira Vitamina Potencia, que ahora se publica en un libro. Se trata de la historia de dos amigos de años, que además comparten una vida como colegas de un oficio muy particular: son luchadores de catch. Milton Kovadonga y el Lagartija Gómez supieron ser ídolos de millones de niños durante los años de esplendor de las luchas en la Argentina, los efervescentes pero también oscuros años '70. Sin embargo, lejos de ese brillo, la tira transcurre 20 años después, cuando Milton y el Lagartija, ya grandes, aún viven de su trabajo, pero deben contentarse con pasear con su espectáculo de catch por los pueblos del país, a la manera de un show de circo (comparación que rechazan y desprecian). Un modo interesante de pensar los años '90.
Nada parece casual en el universo de Vitamina Potencia. Ya las iniciales del título (una V y una P) recuerdan las quimeras de una época en que todas las paredes anunciaban el regreso de Perón, contextualizando el soporte histórico y social en el que, aunque no sea el tema de fondo, se moverán los protagonistas. Tampoco es casual que se renueve el mito de los Titanes en el Ring y de Martín Karadagián (mismas iniciales de Milton Kovadonga), o que las historias vayan y vengan entre los años '70 y los '90. Ni que las realidades de los personajes sean tan opuestas como todo lo que separa esos momentos históricos. Mosquito y Reggiani aprovechan esos contextos para maximizar las posibilidades de sus historias, impregnadas de espíritu aventurero y de un humor tan cercano a la nostalgia como a la sinceridad de quien se ríe frente al espejo.
–A partir de la irrupción de Cha Cha Cha en los '90, y sobre todo de Diego Capusotto y Pedro Saborido, el peronismo (y los años '70) son revistos desde el humor. En el caso de Vitamina Potencia, con cierta nostalgia. ¿Qué los motivó a trabajar con el imaginario de esos años como paisaje?
Federico Reggiani: –Es probable que haya una explicación más sencilla, y es que uno fatalmente vuelve a los territorios de la infancia. Capusotto, la gente de Cha Cha Cha, muchos novelistas que encararon los '70 y nosotros mismos, todos rondamos los 40, así que estamos, todos, además de revisando un momento de quiebre de la historia del país, revisando la fundación de la propia personalidad. Después, sí, creo que es posible encontrar modos de contar la vida cotidiana de esos años, que es un poco la idea.
Ángel Mosquito: –En el caso puntual del libro, estuvimos investigando y vimos que el catch era muy popular en esos años. Además nos pareció una época en la que podíamos jugar con cuestiones políticas y hasta relacionadas con temas más banales, como la moda. Tal vez la cuestión política no se vea muy reflejada en este libro, pero sí lo hará el próximo, que ocurre todo en esos años.
–Justamente, la tira también abreva en el mito de los Titanes en el ring. ¿Cómo surge la idea de cruzar una troupe de catch con un fondo más o menos político?
FR: –Un poco por azar. No somos especialmente fans de Titanes, y creo que es mejor, porque volvemos a eso sin un exceso de respeto. Básicamente, nos interesaba la idea de contar la vida de dos tipos que han tenido un pasado de esplendor que perdieron, pero que no perdieron el gusto por su oficio ni la posibilidad de ejercerlo. A mí me interesan mucho los oficios, las realidades y los saberes relacionados con el trabajo. Lo político se impone por la época (que además es muy interesante visualmente: la moda, los peinados, los autos) y porque además la política es una máquina de generar relatos. En lo hecho hasta ahora hay apenas alusiones, pero tenemos pensadas historias que suceden más fuertemente en el '75, con un entramado sindical.
AM: –Cuando yo era chico, todos éramos fans de Titanes en el ring. En mi casa no volaba una mosca cuando lo pasaban en la tele. Y era tema de conversación en los recreos del día siguiente. Fue una parte importante de mi configuración cultural primaria. No sé si en el libro hay mucho fondo político, apenas algunas alusiones. Sí vemos un trasfondo de ciertas desgracias, serruchadas de piso y demás miserias laborales en las partes que ocurren en los '70. En el presente del libro (los años '90), la política directamente no existe. Sólo dos adultos medio viejos que viven como pueden, pero de lo que quieren.
–La nostalgia es uno de los soportes de la tira, ¿es un sentimiento presente en sus vidas?
FR: –En lo personal, la nostalgia es un sentimiento que me pone de mal humor. Uno se congela mirando con una sonrisa episodios de un pasado que, cuando los vivió, no eran necesariamente lindos. Lo que extrañamos del pasado es, básicamente, que en el pasado somos más jóvenes. Los personajes sienten una nostalgia por la época en que eran famosos, pero también saben que fueron épocas horribles en muchos sentidos.
AM: –Yo sí soy un nostálgico. Veo el canal de las películas clásicas y muchas veces trato de enfocarme en recuerdos de la niñez, a ver si puedo ver más nítidamente cómo era el mundo en esa época sin Internet, sin cable. Para los que eran adultos en esos años, era el mundo adulto, con sus felicidades y sus desgracias. Para mí es una época hermosa: se ve que tuve una infancia agradable.
–El devenir cotidiano de los protagonistas tiene mucho que ver con las atmósferas pueblerinas, con cierta suspensión del paso del tiempo, como si anclados en un pasado de gloria no se adaptaran al presente. ¿Qué es lo que extrañan? ¿Son sus vidas, o simplemente una época?
FR: –Las atmósferas de pueblo creo que, en mi caso, vienen de haber escuchado a mis viejos y mi abuela hablar de su pueblo y del campo, en algún lado se queda eso por más que uno se haya criado en una ciudad. Y Mosquito me trajo un gusto por el western, los espacios abiertos en que se cruzan personajes: la estación de servicio de la ruta funciona como el saloon. Los personajes extrañan la gloria, un momento en que su oficio, el catch, era mejor considerado. Pero saben que fue una época dura. Nos gusta pensar que los personajes no son fracasados, porque siguen haciendo lo que les gusta hacer.
AM: –Milton extraña todo, incluso la ve como una época en la que había alcanzado su cima. El Lagartija, su coequiper, vive bajándolo a tierra. En esos años Milton es estafado, se queda viudo y empieza un descenso inexorable, pero no lo ve claramente. A mí me gustan los espacios abiertos porque no me gusta dibujar ciudades. Tampoco me gustan las ciudades.
–¿Cuáles son los problemas y ventajas de trabajar sobre el humor negro?
FR: –Uno tiene que escribir, o hacer historietas, sin preocuparse por el sentido. Si uno se propone de antemano "decir algo", lo más probable es que el resultado falle. Claro que eso a veces lleva por caminos complicados, donde uno se descubre incorrecto, o diciendo cosas con las que uno mismo no está de acuerdo o que no puede sostener con un discurso. ¡Genial! Eso sí: después no hay que hacerse el sorprendido o el inocente si hay alguien ofendido que lo quiere matar por una barbaridad que uno escribió o dibujó.
AM: –A uno se le pueden ocurrir ideas, o chistes, o escenas que cree muy buenas o graciosas, pero que son irreproducibles por las millones de potenciales sensibilidades que uno puede herir, incluso si el objeto del chiste es uno mismo. Sin embargo, limpiando un poco, salvo excepciones, a uno le parece que está todo bien y que nadie va a venir a querer romperle la cara. El autoconvencimiento es poderoso. Tampoco creo que se pueda hacer humor con cualquier tema. Si te mandás una bestialidad, salís en todos los diarios (o redes sociales), pero el precio de esos 15 minutos de fama es altísimo y no nos interesa. Con Fede creemos que estamos haciendo una carrera al tranquito, pero vamos a estar toda la vida haciendo esto.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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