domingo, 30 de diciembre de 2012

LIBROS - "No alimenten al troll", de Nicolás Mavrakis: Horrores de la vida digital

Los trolls en Internet son peor que las brujas: no sólo que los hay, sino que todo aquel que participe de la vida online seguramente se ha topado con uno de ellos. Pero, ¿qué cosa es un troll? Hay un artículo publicado en 2001 por Timothy Campbell en el portal AOL, que se ha vuelto un clásico a la hora de explicar el asunto. "Un troll de Internet es el (y normalmente es un él) que siente placer al sembrar discordia en Internet. Intenta iniciar discusiones y ofender a la gente. Los trolls ven los servicios de comunicaciones de Internet como lugares adecuados para su raro juego y, por alguna razón, no 'captan' que hieren a gente real. Para ellos los demás usuarios no son del todo humanos, sino una especie de abstracción digital." Sabiendo de qué se trata: ¿Quién no ha sentido indignación o furia ante este tipo de provocación gratuita lanzada sin aviso en un foro o red social? Los cuentos reunidos por Nicolás Mavrakis en No alimenten al Troll, su primer libro, están tramados en torno al universo virtual que hace posible la existencia de nuevas categorías de conducta, como los recién definidos trolls. 
A partir de formas narrativas que no son parte de la construcción literaria habitual, como el formato de correo electrónico que utiliza en el relato que da título al libro, sus cuentos reúnen personajes que viven al filo de los límites de ese universo nuevo y paralelo que surge de la vida digital. Para Mavrakis parece no haber una división entre esos mundos, sino la mera prolongación de uno en otro. Lo siniestro es que para estos personajes pareciera operar una inversión según la cual el mundo virtual deviene en espacio vital, relegando a lo real al plano accesorio de simple extensión. Lo que se cuestiona es a la propia realidad, una discusión que se viene dando desde el origen de la filosofía, con Sócrates y Platón. Haciendo honor a su origen griego, Mavrakis hace su aporte creando realidades virtuales contundentes como el daño que es capaz de provocar un troll con el sólo recurso de introducir dos o tres comentarios maliciosos aquí y allá. En los cuentos de Mavrakis hay una búsqueda de respuestas nuevas para preguntas viejas pero también, haciendo carne de sus propios personajes, algo de bienvenida malicia. 
"Empecé a escribir los cuentos alrededor de situaciones o comportamientos ligados a la ecología digital. La dinámica de los comments en sitios de noticias, el ciberbulling, la confección de sensibilidades a través de redes sociales", dice el autor. "Cuestiones sobre las que todavía es difícil leer algo que escape a la banalidad del miedo o la celebración. Esas novedades podían pensarse desde el ensayo, que fue lo que hice primero, pero también podían ficcionalizarse desde la literatura." 

–En tus cuentos el mundo es un lugar virtualmente infinito pero físicamente reducido, a la vez opresivo y oprimente. ¿Es inevitable que esos espacios generen diferentes representaciones de la locura? 
–Creo que lo real y lo virtual son dimensiones de idéntico valor y que la inquietud acerca de la brecha entre ellos ha sido superada. Las redes sociales son un lugar donde constatarlo. No hay una pregunta acerca de la diferencia porque no se percibe como diferencia sino como continuidad. La experiencia de lo virtual ha sido naturalizada por una generación, mientras que otras aún se acercan con timidez, o directamente renuncian y se declaran expulsadas. Es en el intersticio de ese pasaje incompleto donde se desata la neurosis que me interesaba contar y donde se ahogan estéticas enteras. La aparente dislocación entre dos mundos que son en realidad parte del mismo es una cuestión antigua, pero la web vuelve a ponerla en cuestión con más relevancia que nunca.  
–Uno de los cuentos más curiosos del libro es "Matar a Tinelli". Ahí aparecen varios puntos recurrentes de tus cuentos, como la paranoia o una violencia virtual que no es sino la represión de una violencia real, que en este caso acaba desatada. ¿Creés que la vida online es el caldo de cultivo de los males modernos? 
–La vida online es la vida misma. Y la eficiencia de esas estrategias a través de las que se logran "efectos reales" desde "efectos virtuales" no remite a una coyuntura política específica sino que es estrictamente epocal. La experiencia de Julian Assange esquiva cualquier bando político local sin dejar de ser elocuente al respecto. El lenguaje de lo real y de lo virtual se ha fusionado. También su producción, su circulación y sus consecuencias. Hay una negatividad muy fuerte en ese lenguaje que puede ser útil para avanzar contra las certezas de un pasado que pretende conservarse intacto aunque represente la más inevitable decadencia.  
–En tu trabajo se percibe cierta búsqueda de efecto, vueltas de tuerca finales que generan un impacto cercano al remate de un chiste. Como lector la primera instancia es de disfrute y sorpresa (generalmente impregnada de humor), pero es posible que esos remates aligeren los relatos, construidos con detalle y muchas veces agobiantes. Una decisión estética que parece ir en contra de los émulos de Carver. 
–Es una buena observación. Supongo que soy cautivo del logos, de la necesidad de construir un sentido acabado que ordene las percepciones caóticas de la mera realidad. Un vicio de griego amateur. Pero ahí están las lecturas para subsanar la cuestión. 
–Según la leyenda, Gombrowicz sugirió a sus discípulos que debían matar a Borges, la mejor forma de decir que un escritor debe ir en contra de los cánones establecidos. ¿A quién deben matar los escritores del siglo XXI? 
–Como autor de ficción tomaría con cautela el trabajo de apuntar hacia determinadas cabezas y disparar. Muchas veces el posicionamiento de los "nuevos escritores" ante la tradición no surge de una reflexión estética sino de un ejercicio narcisista o la necesidad de novedad del propio campo literario. Atribuirme una voz de pertenencia generacional, incluso, me sonaría torpe y pretencioso. La única diferencia que me parece determinante entre el siglo XXI y los cánones previos es que la tecnología digital del siglo XXI ha fundado un nuevo horizonte narrativo. Nuevos espacios que se traducen en nuevas prácticas sociales, culturales, sexuales y económicas, capaces de reconfigurar radicalmente no sólo las coordenadas de la vida cotidiana sino las formas en que el mundo puede imaginarse. La literatura que me interesa producir o leer es la que trabaja sobre la cultura, la política y la tecnología desde las posibilidades de esa novedad inédita. La literatura que insiste en el romanticismo analógico y esquiva la potencia de la novedad de su época no me parece ilegible, pero creo que resulta cada vez más anacrónica, redundante, aburrida.

  Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.

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