Cuando escuché Huésped algo hizo un ruido dentro de mí. No voy a ser tan vulgar como para hablar de emociones ni de ninguna estupidez ligada a lo sensible. Pero aun así algo provocó ese ruido, algo significó. En virtud de cierto vínculo personal, yo ya había escuchado Mil silencios, el disco anterior de Taura, e incluso también otros relacionados con las vidas anteriores de la banda. Pero en Huésped había algo distinto, el vértigo de un salto que yo no había conseguido percibir hasta entonces. Quizá porque ese salto no tuviera que ver solamente con la música que el disco me proponía, sino con un acto de arrojarse al vacío interior, una pirueta dentro de mí mismo de la que hasta ese momento no había tenía conciencia alguna. Quizá fuera así y tardé algunos años en caer: Huésped me acompañó todo lo que tardé en llegar a mi propio suelo y recién allá abajo pude reconocer aquel ruido interior. Ahí también me esperaba un amigo y ahora estoy en la tapa de su último disco.
Artículo publicado originalmente en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino.
a tenerlo en cuenta
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