A una semana de cumplirse el 60 aniversario de la muerte de Eva Perón, no son pocos los libros que acaban de editarse que trabajan sobre distintos aspectos de una de las figuras políticas más destacadas de la historia argentina. Entre esos trabajos se cuenta La compañera Evita, del historiador Norberto Galasso, que intenta abarcar de manera biográfica la vida de la mujer que tanto fuera rebautizada como “abanderada de los humildes” o como “yegua”, dependiendo de que quien la mencionara simpatizara con ella o la aborreciera. Justamente la historia ha ido poniendo las cosas en su lugar.
Galasso, quien no se considera peronista sino un hombre de izquierda, traza su relato biográfico sin desatender la infancia, la adolescencia y la juventud de Eva, momentos en los que su vocación artística aun no le había hecho lugar a la mujer que marcaría la historia del movimiento obrero de su país, pero que ya mostraba indicios de su interés por las problemáticas sociales. “Se trata de una vida apasionante que viene de una niñez marcada sobre todo por tres datos importantes, tres limitaciones para su época: ser pobre, mujer e hija adulterina” afirma Galasso. “Desde ahí se convertirá en una de las mujeres más poderosas de la Argentina, un camino duro que no le ahorró humillaciones”, completa el autor.
-A esta altura de la historia argentina, ¿es posible intentar entenderla sin conocer primero esta etapa previa a su vida política?
-No, porque desde muy chica sentía indignación frente a la pobreza. Decía que cuando era chica pensaba que era natural que hubiera ricos y pobres, pero que alguien le dijo una vez (un obrero ferroviario) que había pobres porque había ricos. Junín, donde vivió un tiempo, era un centro ferroviario muy importante, donde había muchos socialistas y anarquistas, y muchos recordaban que ella ya se interesaba por las cuestiones sociales. Además de, ya en Buenos Aires, su labor como fundadora de la Asociación Radial Argentina, una entidad gremial para defender los intereses de los trabajadores de la radiofonía, un dato que no es desconocido pero que muchas veces se menciona al pasar, pero marca que la actividad social ya formaba parte de sus intereses. Es decir que el germen de esa Evita ya estaba presente entonces.
-Es decir que su participación política es más de orden visceral e intuitivo, que de formación clásica como cuadro político.
-Yo transcribo un análisis muy interesante que hace Rubén Dri. Dice que ella ni siquiera lee los clásicos socialistas, ni formula una consustanciación con la teoría de la lucha de clases, pero que en los hechos ella adopta una posición, intuitivamente, por la justicia social. Dirá que la raza de los oligarcas debe desaparecer, que los imperialismos deben desaparecer y que en la tierra hay explotadores y explotados. Es decir que está claramente alineada en una posición que puede ser llamada socialista que proviene de su experiencia de vida. Por eso también acaba convertida en el nexo entre Perón y los trabajadores.
-¿No puede pensarse que había en ella algo de resentimiento o revanchismo?
-Pero es lo mismo que si dijéramos que Marx era un resentido: todos los revolucionarios son transgresores, están en contra del orden constituido. En tal caso habría que ver lo que dirían los psicoanalistas si analizaran a cada uno de los revolucionarios del mundo se lanzan a la revolución. Lo cierto en el caso de Evita es que hay una decisión de ponerse del lado de los obreros en el conflicto social.
-Siendo Evita, como usted dice, un nexo entre Perón y los trabajadores, ¿qué influencia tuvo su muerte en el destino del segundo período de gobierno?
-Influyó pero no fue determinante, como dicen muchos que nunca fueron peronistas (aunque yo tampoco lo soy), que se dedicaron a idealizar a Evita como revolucionaria y a Perón como un soldado fascista. Esto lo ha dicho David Viñas, también Sebrelli. Pero más allá de esta apreciación falsa, la muerte de Evita coincide con un deterioro de la situación económica, por los efectos que va teniendo el Plan Marshall que deja a la Argentina bastante descolocada. El problema fundamental que encuentra Perón tras la muerte de Eva es justamente su necesidad de alguien que lo siguiera proveyendo de información precisa del mundo del trabajo, porque él no podía estar en la Casa de Gobierno y en el Ministro de Trabajo al mismo tiempo.
-Para este 60 aniversario de la muerte de Eva Perón que se cumple la semana que viene, aparecieron varios libros biográficos sobre ella. ¿Qué cree que aporta el trabajo que usted ha realizado en La compañera Evita?
-Tal vez no haya una novedad, pero sí una interpretación que no es la común. La gente que viene de la Izquierda Nacional tiene por tradición a la gente del Frente Obrero, que fue un núcleo muy reducido que apoyaron al Peronismo en el 45, cuando la izquierda se despistó completamente y se vuelve anti Peronista. Pero según yo creo, la gente del Frente Obrero hace una caracterización correcta del Peronismo. Dicen que se trata de un movimiento obrero policlasista, nacional (como se da en América Latina), un movimiento amplio donde el líder expresa a diferentes sectores sociales. Dentro de esa tradición ubicamos a Evita como el puente de Perón con el mundo de los trabajadores. En ese sentido es la interpretación contraria al fanatismo de cierta derecha peronista que sacraliza a Evita hasta convertirla casi en una santa. No estamos de acuerdo con eso, ni con aquello otro de que Evita representa a la izquierda del movimiento y Perón a la derecha. Evita no estaba en condiciones ni tenía intención de crear un partido a la izquierda de Perón. Ella era fanática incondicional de Perón, lo dice en cada uno de sus discursos, que eran de adoración. Por eso intentar confrontar a Evita con Perón me parece propio de los que hacen trampas.
Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.
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