viernes, 11 de marzo de 2011

Las mil y una de Vargas Llosa: Recibió el permio Alfonso Reyes y fue actor de teatro

En septiembre de 2010 el Instituto Nacional de Bellas Artes de México informaba que el ganador del prestigioso premio Alfonso Reyes, con el que desde 1973 se reconoce la trayectoria y obra de escritores y humanistas de vocación universal, era nada menos que el peruano Mario Vargas Llosa. Las repercusiones fueron tremendas: se trata de uno de los galardones más importantes otorgados a escritores en Latinoamérica. Borges fue el primero en recibirlo, pero también integran la lista Octavio Paz, Carlos Fuentes, Bioy Casares, el estadounidense Harold Bloom y el francés George Steiner. El revuelo no duró mucho: pocas semanas después, la más famosa de las academias suecas anunciaba que el premio Nobel de Literatura 2010 era para (redobles): Mario Vargas Llosa. Y ya nada fue igual. Todos los micrófonos del mundo amplificaron a Vargas Llosa, todos los diarios repitieron cada palabra que dijo desde entonces y cada gobierno populista de Latinoamérica recibió el desinteresado tirón de orejas del nuevo héroe de las letras globales y del viejo mundo libre.
En México creció el orgullo por haberse adelantado a los iluminados nórdicos y la figura de Vargas Llosa se agigantó casi hasta convertirse en la nueva encarnación de Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, también llamada Kukulcán. Vargas Llosa devino deidad. Mientras tanto, el premio Alfonso Reyes quedó esperando. Hasta ayer: el escritor peruano recibió finalmente los 50 mil dólares y el diploma que lo acredita como integrante de la selecta logia de los Alfonsinos. Pero la fiebre empezó algunos días antes: como los Idus, Vargas Llosa llegó a México con el comienzo de marzo y una agenda cargada de actividades. El miércoles 2, tras su arribo, el escritor participó de un encuentro a puertas cerradas, con representantes del sector educativo de nivel superior de todo el país, en el marco del 4º Congreso Internacional de Innovación Educativa, que tiene como propósito ampliar el espacio del conocimiento. “Lo llamamos para que hablara del placer, el privilegio y la importancia de la lectura y la ficción”, declaró Justo Isaac Moscatel, director de la asociación sin fines de lucro encargada de organizar el congreso. Sin embargo, resultó llamativo que para hablar de ello lo hiciera a puertas cerradas: escucharlo hubiera sido importante, un placer y un privilegio.
El viernes fue condecorado con la Orden Mexicana del Águila Azteca, el mayor reconocimiento que el gobierno entrega a un extranjero, de manos del propio presidente Felipe Calderón, y agradeció que México lo haya premiado y no vetado, a pesar de haberlo criticado con dureza en el pasado. “Qué bien habla de la cultura, de la civilización y también del espíritu democrático de México, el que pese a esas severas críticas, en lugar de vetarme y censurarme, me abran los brazos y me premien”, añadió Vargas Llosa en México, pero mirando a Buenos Aires, en una de sus habituales puestas en escena que preanuncian lo que vendría.
Es que el sábado y domingo, el ahora Nobel subió a las tablas de un abarrotado Palacio de Bellas Artes, el teatro y museo más importante de México, para representar el papel de Sahrigar en su propia versión de la tradicional Las mil y una noches, rebautizada por él mismo como Las mil noches y una noche, junto a Vanessa Saba en el papel de Sherezade. Ambos animaron durante dos horas y media a todos los personajes de los 13 cuentos que el autor adaptó, acompañados por bailarinas y música en vivo. Es difícil hablar de lo que no se ha visto, pero las fotos muestran una puesta lujosa y atractiva. Sólo se realizaron dos presentaciones y su personaje en ningún momento de la obra pronunció con asco la palabra “populismo”, ni mencionó a Cuba, ni a Chávez ni a Evo. Aun así el público lo ovacionó de pie.
Ayer Vargas Llosa destacó la hospitalidad que ha caracterizado a México al recibir a personas que han tenido diferencias en sus países de origen e iluminó la figura del gran Alfonso Reyes, el escritor que da nombre al premio que acababan de entregarle. Así cerró Vargas Llosa una semana intensa y carnal en tierra mexicana. No es curioso que en todo ese tiempo, como en el cuento de Andersen, nadie se animara a decirle al Emperador (la Serpiente Emplumada) que hace rato anda desnudo.


Artículo publicado originalmente en la sección Cultura de Tiempo Argentino.

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